El gran circo y sus cuenta chistes


Para cualquier desprevenido parroquiano serán otras tantas mentiras expresadas por nuestros preclaros gobernantes, líderes y políticos. No sabría decir si estoy equivocado, pero para quienes realizan inferencias de cualquier orden, serán frases con un alto sentido de humor e inmediatamente afloraran las sonrisas, las risas y las carcajadas como si estuviéramos ante una sesión de cuenta chistes. Sí, de humor, más que de mentiras con cariz de veracidad. Pues ya estamos hastiados de éstas últimas y hasta tenemos callos de tanto soportarlas; ya sabemos su cauce natural y sus implicaciones. Nos hemos convertidos en premonitores en un país de culebreros. Se podría afirmar que todos sabemos que siempre que abren sus bocas, un cataclismo de falsedades desbordará nuestra realidad y el suelo se llenará de estiércol humano. El país se llenará de vaivenes retóricos, permitiéndonos, si sabemos identificar la mentira detrás de afirmaciones o viceversa, degustar platos exquisitos de falacias e ironías intencionadas, mas no accidentales.
El pueblo colombiano es el campeón de humor, evidencias hay muchas como las enunciadas anteriormente. En esa variada gama humorística que caracteriza al ser humano, tenemos unas particularidades asombrosas combinadas con la amnesia general. Es decir, no tenemos que envidiarle a ningún país del mundo ese honor tan especial; el humor y la amnesia son inherentes a nuestra colombianidad. Tanto es así que nos ufanamos de ser el país más feliz de América; nos mancillan, nos alienan, nos roban y seguimos riendo como si estuviéramos en un gran circo sin importarnos nada.
Las evidencias las leemos y escuchamos diariamente tanto en la televisión como en la prensa escrita. Sin embargo, hay que destacar que ese humor tan mordaz, intencional o accidental, surge expresando frases y expresiones que nos sacan de contexto y nos ponen a pensar. No se sabe si se dicen por falta de equilibrio racional o por cuestiones inherentes a esa agobiante condición de expresar verdades como si fueran mentiras o mentiras como si fueran verdades. O quizá sea un accidente que coincidencialmente se presenta por la falta de sindéresis al momento de expresar las proposiciones. Habría que analizar los procesos neurolingüísticos que subyacen en ellas.
El carácter burlón de las expresiones humorísticas, como el de los casos anteriores, se pueden analizar como estrategias que suelen usarse para librarse de las obligaciones normativa o de sus sanciones, dicen los expertos. Pues, diciendo frases aparentemente llenas de veracidad lo que se expresa no es más que la evasión de las responsabilidades. ¿Quién dice que no?
Pero no deseaba elucubrar sobre eso, sino poner a consideración algunas perlas leídas en la prensa que me hacen pensar, que verdaderamente el humor y la inseriedad son parte de nuestra cultura política. Somos los reyes de la comicidad. Se nos puede tildar de cómicos profesionales por las manifestaciones de nuestros más ilustres hombres; aquellos que nos dirigen o gobiernan o aquellos que, con sus charadas y comicidades, ocupan los puestos administrativos de esta nación soberana y democrática; o también por la poca disposición que tenemos por exigir más seriedad a quienes les compete ser responsables y honestos.
Para los especialistas, el humor lingüístico accidental surge del deletreo erróneo o de lapsus linguae en discursos o conferencias, o medios de comunicación o de aquellas manifestaciones que cotidianamente se cometen cuando charlamos o decimos algo. ¿Han sido los casos de los últimos días? Reflexione y después ríase de lo que piense o póngase serio si no lo cree así; o proteste de cualquier forma, pero hágalo con sentido y significado.
Para Cristina Pizarro, en su estudio sobre la fantasía y el humor en la obra de Enrique Anderson Imbert el humor – algunos dicen que la ironía- es una categoría estética que se arropa bajo un ropaje de sutilezas del lenguaje para presentar una crítica punzante, provocar risas y para jugar con las palabras más allá del límite de los significados y usos normales. ¿Es esa la intención de los enunciados esbozados anteriormente? No lo sé. Deduzca usted y ríase nuevamente o póngase a pensar.
Pregunto: ¿Se podrá realizar un estudio pertinente y más profundo de aquellas expresiones tan especiales que se han lanzado en estos días de chauvinismo disimulado con dolor de patria? ¿Esos personajes de la obra de Imbert trazados con maestría, con ironía, singulares y de intención punzante, disimulada a veces y con aparente ingenuidad, como dice la autora, no serán los mismos personajes entrevistados por los medios colombianos que expresan opiniones y que ilustran titulares como los anteriores? Ahora no se sabría explicar, pero me gustaría que todos ustedes comiencen a pensar si verdaderamente seguimos siendo cómicos de este gran circo llamado Colombia o apenas somos asistente a una función especial con más de doscientos años de inequidad y abandono. ¿O será que todos somos payasos de segunda?
• Docente de Castellano y Literatura del Distrito de Cartagena de Indias en la Institución Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y de Comunicación oral y escrita de la Fundación Universitaria Tecnológico Comfenalco-


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