ENTRE LOS ACTOS PEDAGOGICOS Y POLITICOS: AL MAESTRO EN SU DÍA


Los maestros colombianos celebramos nuestro día el 15 de mayo. Fecha para resaltar una de las labores más trascendentales para el desarrollo social y humano, aunque muchos miren al magisterio como clase desvalorizada de profesionales por sus actitudes irreverentes ante el establecimiento. Claro, resaltar al magisterio por convicción y vocación, mas no al magisterio oportunista que se ha valido de las situaciones de contingencia que han socavado la estructura del sistema educativo nacional. Pues, qué sucedería si no se contara con los educadores y formadores de la personalidad, el carácter y el pensamiento de los seres humanos a través de actos pedagógicos intencionados hacia la concreción de la autonomía y la libertad de los seres humanos como máximos fines de la educación, más allá de propiciar aproximaciones al conocimiento en todas sus formas.
Sé que habrá algún descriteriado que piense que ser educador no es más que ser instructor, porque su mente aún no alcanza a comprender la diferencia entre la formación, la educación, la pedagogía y el currículo, además de creer que conocer no es más que representar mentalmente la realidad que circunda a los individuos sin analizarla, recrearla y luego transformarla a sus necesidades. El que educa y forma, aparentemente términos sinónimos, lo hace con el propósito de buscar la ascensión humana hacia la cúspide de la civilización. Acciones que hoy se asumen como procesos rentables desde lo económico, soslayando la construcción de las subjetividades, porque la consideran secundaria o de poca valía. Se le ha dado más valor al tener que al ser.
Intento en estas reflexiones, hacer algunas apreciaciones sobre el porqué el ser maestro merece el reconocimiento y el respeto social, si se analiza su labor como actividad forjadora del pensamiento y el conocimiento, además de permitir el progreso y la dignificación de los seres humanos. Pues, el maestro Bedoya Madrid lo plantea de una forma clara “el amor por el saber no se agota en su adquisición o en su transmisión, sino que consiste en última instancia en saber despertar la verdadera dinámica para que se desarrolle completamente en forma autónoma” el aprendiz.
Cabe destacar que la acción formadora a través de la educación intencional conlleva muchas aristas políticas que no pueden excluirse con desdén o por mantenerse apartado de los elementos ideológicos que subyacen en su estructura. Negar a la educación y todos sus procesos el estatus político-ideológico, sería deslegitimar su valencia a través de la historia humana. Entonces, hay que comprender que el día del maestro es una fecha para resarcir una posición ideológica contestataria contra todo aquello que violente la acción formadora y educadora del maestro. No se educa para la sumisión, sino para la libertad.
Actualmente, el economicismo, que ha imperado durante mucho tiempo en los sistemas educativos de América latina y, especialmente el colombiano, ha sido la piedra angular de unos intereses protervos y oscuros que menoscaban la labor docente sin medir las consecuencias de sus actos. En mi concepto sería bueno pensar en los alcances de las actuales políticas de educación y sus verdaderos objetivos, ya que no se puede seguir esperando a un “mesías” político para que resuelva lo que nuestra inteligencia no ha sabido resolver en su momento. Hay que poner a funcionar nuestra conciencia de clase para salir del atolladero en que nos encontramos con esta educación empecinada en la cobertura y adormilada en la calidad.
El rompimiento del inmediatismo pragmático de los procesos de enseñanza debería mirarse como alternativa para comenzar a configurar una acción pedagógica que integre el reconocimiento de los contextos, los intereses de sus actores educativos, el respeto por el medio ambiente, la tolerancia de las diferencias, la asunción de los principios éticos, cívico, humanos y estéticos que conlleven a una mejor sociedad, sin excluir a la ciencia y la tecnología como herramientas esenciales para el desarrollo humano. El desarrollo del individuo trae como efecto una mejor sociedad, pero cuando participan todos los protagonistas de un Estado democrático y respetuoso de sus asociados.
De otra parte, en esta fecha, se tendría que analizar la postura crítica asumidas por los maestros, que intentando aproximarse a una realidad inmerecida y saliéndose de los cánones establecidos por el sistema es visto como enemigo de todo lo que provenga de los gobiernos tradicionales. Posición que los hace ser presa fácil de los violentos. El maestro se ha preguntado: ¿Qué se persigue con la concesiones a entidades privadas de la educación de niños y jóvenes? ¿Es menester tener dos estatutos para desempeñar la labor docente? ¿Por qué tanto interés en la cobertura y no en la calidad? ¿Cuál es el verdadero papel que debe cumplir el maestro en la educación: transmitir información cronológica de hechos científicos, datos, nombres de preclaros científicos, literatos e inventores, fórmulas matemática, químicas y físicas o generador de incertidumbre científica cuando enseña a pensar a sus discentes?
Las preguntas y sus consabidas respuestas pueden encontrarse si se analiza el sistema educativo colombiano que está lleno de “arribistas” o, en el mejor de los casos, de “advenedizos” que aventados desde otras profesiones aterrizan en el magisterio para resolver un problema de estómago sin medir los nefastos resultados de sus actos. La creencia de que la formación y la educación son acciones acríticas y desposeídas de una epistemología pedagógica, aunque no es política ideada por ellos, ha permeado el sistema y vemos profesionales de campos diferentes a las pedagogica-humanisticas asumiendo posturas desfasadas sin vocación ni amor por lo que hacen. Asimismo, sé que han llegado algunos profesionales con criterios bien definidos de lo que es ser maestro y contribuyen con sus saberes disciplinares en la cristalización de una nueva visión de la enseñanza, de la formación y de la educación. Postura y labor loables que merecen el reconocimiento de quienes son maestros, porque les nació serlo desde que pisaron la escuela normal o la facultad de educación donde se formaron para servir a niños y jóvenes.
La afirmación anterior surge porque existe un grueso número de personas que sin saber, en el sentido profundo del término, lo que es enseñar se arriesgan a pararse ante un grupo de niños o jóvenes, pensando que educar es instruir o transmitir información para que el otro la memorice y la repita sin procesarla ni discernirla. Un daño enorme, por sus connotaciones sociales, políticas y culturales, que debe corregirse antes de que la historia le cobre con intereses a la sociedad y a sus gobernantes por no haber planeado ni vislumbrado en la educación el verdadero desarrollo y progreso humano.
De lo anterior, entonces, se desprende que en el país, aunque celebremos con fiestas y marchas el día del maestro, es necesario comenzar a realizar un cambio de actitud con la educación, la formación y sus actores para que haya un equilibrio entre lo que se desea para una sociedad como la nuestra y el progreso de la persona humana. Más allá de la celebración y de los reconocimientos, todos los actores sociales pueden repensar lo que se hace con nuestros niños y jóvenes e iniciar una revolución del pensamiento y el conocimiento si hay una intención de progreso y bienestar social. Felicidades a todos los maestros y maestras que luchando con las adversidades y la descalificación contribuyen en la edificación de hombres y mujeres para un presente y un futuro quizás mejor del que hemos vivido hasta ahora.
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Docente de Lengua castellana y literatura del Distrito de Cartagena en la Institución Educativa Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y de Comunicación Oral y escrita de la Fundación Universitaria Tecnológico Comfenalco.


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