Las preguntas están servidas y requieren de un sosegado análisis por quienes están en este barco sin timonel, sin la premura ni las emociones que caracterizan los diagnósticos relacionados con tan importante tópico. No se pueden echar a un lado las percepciones de quienes están sufriendo en carne propia los avatares de esta digna función social, pues son ellos los protagonistas y receptores de las consecuencias nefastas y lesivas de una sociedad enferma y postrada en sus propias heces y donde el irrespeto, el “manoteo”, el “matoneo”, el grito salvaje, la extorsión, el desinterés, la omisión, la corrupción y la violencia en todas sus facetas son el pan de cada día.
Entonces, para hacer unas disquisiciones que permitan acercarnos a esa contundente realidad, partamos de que la escuela utópicamente estuvo concebida para ser un espacio de convivencia social, que le permitiera a sus protagonistas: estudiantes, educadores, padres de familia, entre otros, ser verdaderos actores de civilidad y paz; además, de que tuvieran la oportunidad de convertirse en seres autónomos y libres a través de la preparación intelectual que les contribuyera a servir a sus semejantes sin ningún interés personal; sin embargo, la escuela se desvió hacia un espacio lleno de funciones, menos para el conocimiento. Su hegemonía como centro del saber, de la ética y la estética quedó relegada y pasó a ser la cenicienta de las instituciones, convirtiéndose en un espacio violento y lleno de inquina y menosprecios por el ser humano.
De otra parte, se sabe que en la escuela siempre existirán los conflictos, roces y desavenencias entre quienes conviven en sus espacios, como también se sabe que nunca fue lo que es actualmente, un espacio lleno de desinterés, desatención y “meimportaunculismo” donde los saberes y el aprendizaje desaparecieron de sus discursos. Es decir, la escuela dejó de ser un “campo de batalla intelectual” para convertirse en “un campo de batalla campal” donde quien maneje el poder de la violencia será el dominador de los demás. Afirmación que confirma una vez más lo difícil que es preparar para la transformación del ser humano en estos días del “matoneo”, el “manoteo” y el “perreo”. Así nunca se saldrá de la enajenación cultural en que nos encontramos, puesto que son los resultados de violencia escolar los que más predominan en las estadísticas, mas no los resultados académicos e intelectuales de los educandos.
Ahora bien, la escuela como institución o “aparato ideológico” de control debe, según las nuevas políticas de administración educativa, resolver los problemas que otras instituciones sociales no pueden solucionar; esto es, la escuela debe cumplir actualmente funciones de correccional, de consultorio de sicólogos, de panóptica, de parqueadero, de campo de veraneo, entre muchas otras funciones que la sociedad le ha encomendado, pero no en espacio del saber y del conocimiento. Está perdiendo sus funciones académicas y pedagógicas con el conocimiento y la ciencia para asumir otros roles sociales de más peso específico en la formación de la conducta y el comportamiento del ser humano, lo cual desdice de su verdadero valor sociocultural, porque no está dando los resultados que la sociedad espera de ella.
Lo anterior no riñe con lo que tradicionalmente ha realizado la escuela, sin embargo, la escuela ideal; esa donde la perfección se acentúe en sus aulas y otros espacios académicos y pedagógicos no se encuentra en ningún lugar de la tierra, puesto que existen diferentes factores que no se lo permiten. Ese ideal, viendo cómo se comporta la sociedad en términos generales, es difícil de conseguir. Por tal razón, analicemos las siguientes ilustraciones que pueden servir como catalizadores del debate: los niños y jóvenes ven en la televisión claros ejemplos de violencia, venganzas, intrigas, engaños, fraudes y tráfico de influencias que generan arquetipos o modelos por imitar, aunque se diga que los menores deben ver la tele con “adultos responsables” lo cual es una mentira por las mismas condiciones de padres y tutores que no tienen los espacios de tiempo para dedicarle a los menores, porque tienen que laborar para conseguir los medios de subsistencia. Entonces, los valores y principios básicos que se trasmiten en la familia, que deberían ser los pilares angulares de niños y jóvenes, quedan a un lado, permitiendo que la televisión cumpla esa función y contrarreste lo que se hace en las escuelas. Para la televisión el exitismo, la vida fácil, el mundo de las luces y de la pasarela y del hedonismo sin esfuerzo es lo que produce y lo que importa porque "lo bueno" no vende, no es noticia. Se crea la cultura del conseguir todo sin el menor esfuerzo.
Asimismo, pedirles a niños y jóvenes que no empleen la violencia con insultos, maltrato y peleas, cuando los propios padres y/o maestro son que sueltan alguna vulgaridad o frase violenta cuando se les saca “la piedra”, es como pedirle a un político de los nuestros que no robe porque eso es malo o es eso lo castiga Dios. Además, los niños y jóvenes no son caídos de zarzo y constantemente observan como famosos y políticos desfilan ante los juzgados por estafa, robo, concierto para delinquir o defalco sin que haya autoridad ni normatividad que lo detenga. Tampoco podría hablárseles de las bondades de la formación espiritual y ética cuando son los mismos líderes de estas comunidades los que le dan más importancia al tener que al ser.
Esa realidad enunciada anteriormente nos está demostrando que el cambio ha sido para mal, ya que muchas fuentes enriquecedoras de la violencia, llámese “matoneo y manoteo”, es generada en los medios como la televisión así como en la misma familia. Pero ¿qué hacer ante tan contundente realidad desde la misma escuela si se ve que la misma legislación colombiana permite que niños y jóvenes tengan un cinturón protector del cual valerse cuando no tienen como corresponder a sus compromisos sociales, académicos y disciplinares?
Docente de Lengua castellana y literatura del Distrito de Cartagena en la Institución Educativa Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y de Comunicación Oral y escrita de la Fundación Universitaria Tecnológico Comfenalco.