PROBLEMAS Y RETOS DE LA ESCUELA


Los maestros, esos que decidieron arar y abonar la tierra de la pedagogía, nos llenamos de desesperanzas e incertidumbres, porque la presteza con la que se dan los veredictos nos demuestra que la malevolencia prima sobre la cordura y la sinceridad. Muchas veces pasamos de agache sin tener en cuenta que de la misma forma como damos importancia a la escuela y a la educación, así mismo será el progreso y el desarrollo de nuestro pueblo. Nos convertimos, por la apatía, en propiciadores del fenecimiento de la única instancia posibilitadora de movilidad social, la escuela. Corremos a rendirnos ante las “innovaciones” y tareas impuestas por el poder hegemónico sin hacerle el debido cedazo para después darnos cuenta que sólo han sido estrategias dinamizadoras del asesinato de la escuela.
La escuela y sus estamentos ven cómo la pérdida y crisis de los valores, reflejada en la cotidianidad del país, crece y se fortalece desmesuradamente. Y aunque se proponen variadas alternativas de solución sus clamores y voces no son tenidos en cuenta.
El accionar y preponderancia de la escuela, antaño ganadas con el valor y sacrificio de la pedagogía, se diluyen a cuentagotas, convirtiéndose en un discurso hueco y descriteriado, porque no produce dividendos materiales al poder hegemónico. No obstante, considero que es necesario hacer un pare y ver que ella no es la única culpable de la debacles social imperante. La escuela ha sido un conejillo de indias o comodín para intentar solucionar lo que otras instancias sociales no han podido resolver. Analicemos.
¿Cuántas personas de nuestra clase dirigente no se roba el erario de forma tan olímpica y siguen tan campantes sin inmutarse ni ruborizarse cuando se les pregunta sobre ello? ¿Es la escuela la madre de ese comportamiento o es la misma sociedad la que lo ha prohijado? Me gustaría que alguien con la inteligencia y la sindéresis necesarias me ayude a resolver este gran dilema. Pues, hasta tienen la desfachatez de pegarse golpes de pecho, sintiéndose víctima de aquellos que los señalan, sacando a relucir el viejo palabrerío de que son calumniados y perseguidos. Políticos sucios, sin los más mínimos principios de responsabilidad y honradez robando miles de millones de pesos para luego pagar pocos años de cárcel, porque las penas les son recortadas por su colaboración con la justicia o por haber estudiado en la cárcel. ¡Qué gran contribución para nuestra nación!
Es bueno precisar, además, que últimamente se observa el crecimiento desmedido de comportamientos violentos de jóvenes y niños, quienes aupados por algunos adultos mayores no respetan a la autoridad. Ejemplos hay miles en la prensa diaria. ¿Es la escuela la culpable de que niños y jóvenes no sean formados en el respeto generacional y mínimas normas de convivencia? ¿No son las familias las que desde sus hogares generan la violencia con sus comportamientos y conductas agresivas entre ellos y también contra los vecinos?
¿Qué observa un niño y/o adolescente en su casa para que la escuela sea el caldo de cultivo de actos vandálicos de intolerancia, desidia, violencia y desapego por la formación intelectual? Igualmente, ¿El ascenso de la criminalidad, el terrorismo, el narcotráfico y la drogadicción son culpa de la escuela? Me imagino a los maestros enseñando a niños y adolescentes empuñar puñales, ametralladoras y puchos de marihuana para que mañanas sean el presente del país. ¿Es la escuela la incitadora de las protestas violentas?
¿Es la escuela la que atropella los derechos ciudadanos, porque los campesinos, desplazados de sus tierras por los actores del conflicto, no tienen cómo pagar los créditos de sus préstamos o no tienen cómo comprar los caros insumos para abonar sus tierras? ¿Es la escuela culpable de que haya una tendencia a la anarquía, a la impunidad y a la incapacidad de la justicia? En mi concepto, todos y cada uno de los ciudadanos de este país debemos esculcarnos para concitar una respuesta valedera si de verdad queremos salir de atolladero en que nos encontramos.
Ante esa realidad, uno de los factores que obliga a mirar y analizar con lupa la realidad social y cultural de nuestro país, es cómo se valora la educación, máxime en estos tiempos de políticas económicas austeras que obligan a los gobiernos de nuestras naciones latinoamericanas a paupérrimas inversiones. Inversiones que no puedan generar las transformaciones requeridas. Todos sabemos que las consecuencias del desarrollo del conocimiento científico, tecnológico y humano le permitirían a la sociedad despegar hacia beneficios colectivos que a unos cuantos no les conviene.
Entonces, esos adelantos, de los cuales hemos hecho alusión, provocan unos replanteamientos o re-significaciones de la forma cómo se aprende y se enseña en la escuela (todos los niveles) para generar las competencias necesarias para entender, comprender, interpretar, crear, re-crear y significar la realidad cultural y social. Además, trascenderla y propiciar mejores niveles de vida para los asociados. No podemos seguir equivocándonos y estar achacándole a la escuela el fracaso social.
*Docente de Lengua castellana y literatura del Distrito de Cartagena en la Institución Educativa Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y de Comunicación Oral y escrita de la Fundación Universitaria Tecnológico Comfenalco.


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