Venezuela ha sido un país que durante años fue gobernada por una clase política parásita y que ahora, cuando intenta levantarse y convertirse en un ícono de rebeldía contra el establecimiento hegemónico de los grandes capitales, comienza a desfallecer y a desmoronarse como un castillo de arena embestido por el mar por sus errores y por una campaña de desprestigio mediático, cuyo defensores del poder subyugador del pueblo no se han acostumbrado a analizar en realidad, sino apegados a sus intereses, manejan un libreto trasnochado y desenfocado.
Los dueños de esos medios no quieren perder la ubérrima ubre de la que vivieron y mamaron desde los gobiernos apátridas de COPEI y AD, comparados como dice Cecilia López, a un Frente Nacional, pero al estilo venezolano. Medios que no claudican en deslegitimar todo lo que signifique pérdida para sus interese, ya que su intención es ayudar a apoderarse nuevamente, a través de todas las formas de lucha, de esta nación.
El texto me llamó la atención, porque recordé lo planteado por Noam Chomsky sobre las estrategias de manipulación que se manejan en los medios de información para aletargar al pueblo y mantenerlo desenfocado de la verdadera realidad. Allí había un incongruente discurso abordado desde una sola perspectiva; su lógica argumentativa reposaba en información u opiniones llenas de emotividad que desdecían de una sesuda reflexión. Se iba por las ramas.
En esa columna, evidencié, no sé si el autor defiende intereses políticos del poder hegemónico o es un intelectual alineado a la política tradicional y retrograda de nuestras naciones expoliadas por las multinacionales, o quizás es un ciudadano lleno de basura mediática que no trasciende del parroquialismo. No lo sé ni quiero saberlo, pero deseo refutarle sus opiniones desde una postura crítica diferente, en pro de una discusión sana y equilibrada entre las muchas visiones que puedan existir, sin zaherir ni pisotearle, a partir del equilibrio de la información.
El poder democrático reside en la decisión de un pueblo que lega en sus gobernantes sus destinos, porque confía en ellos y sabe que la única forma de conseguir unos niveles de vida altos y acordes a sus posibilidades económicas pueden cristalizarse sin recurrir al despotismo ni a la violación de sus derechos inalienables. Un pueblo que exige cuando sus necesidades no son satisfechas y sale a protestar sin que haya represión ni desmanes, es un pueblo que vive la democracia. En eso radica un verdadero gobierno democrático. ¿En Venezuela estarán viviéndola? Para algunos sí, para otros no. Y la polémica está servida. Habría que escuchar y analizar de primera mano los pros y los contras de los contrincantes, para no caer en el error de expresar apresuradas opiniones que desinformen a la gente.
El autor evidencia que vive de espalda a una realidad y con un discurso infantilizado piensa hacer creer a los lectores que está en contra de la represión, la dictadura y la violencia contra el pueblo venezolano. Si fuera así se hubiera rebelado contra las diferentes formas de persecución de los que piensan diferente en Colombia y no tendría que discurrir a partir de una información parcializada y sin polifonías de percepciones que hablan de Venezuela. Pero de seguro no le interesa, sino impactar en la consciencia del lector, creyéndolo ingenuo y obtuso. Desde la distancia, para el autor del texto en cuestión, es mejor criticar un asunto tan complejo como el desbarajuste que viven los venezolanos. En sí, cuando leía, creía que hacía referencia a Colombia.
Estoy de acurdo que el Estado y sus gobiernos deben velar por el bienestar de sus asociados. Pero leyendo la columna, como lo manifesté en un comentario a la misma, no con la mente llena de cucarachas por el amarillismo de la prensa nacional, distorsionadora, falaz y acomoda a intereses muy claros con el poder político gobiernista, me doy cuenta que los planteamientos son muy superficiales y acomodados a una intencionalidad comunicativa desenfocada del verdadero sentido del enfrentamiento que se da en ese contexto. No trascienden más allá y la unidireccionalidad no le permite ser ecuánime ni claro con lo que presume defender.
El autor de Eco busca crear “un corto circuito emocional” como Chomsky llama en la sexta estrategia de manipulación, la de utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión para ganar adeptos que puedan ponerse de acuerdo con sus planteamiento sin hacerle el respectivo cedazo o discernimiento a su propuesta. Esto es, generar solidaridad a ideas incongruentes sin poner a sopesar o reflexionar a sus lectores con otras percepciones u opiniones. El mismo Chomsky expresa que “la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones o inducir comportamientos.” Tal vez esto es lo que el autor intenta, pero se queda nadando en la nada sin darse cuenta que sus ideas son huecas y suenan a chocheras de corrillos.
Creo que vale la pena rescatar que ese "miedo" del que alude en su columna, es el mismo miedo que sentimos los colombianos que no compartimos las políticas de los gobiernos hegemónicos que han gobernado a Colombia.
Es bueno disentir y mirar las diversas aristas de la problemática política y cultural de América latina, como también es bueno no tragar entero. El objetivo no es mirar al vecino, sino mirar nuestra casa para que sirva de referente y no tengamos que escondernos cuando suceda algo parecido. "El miedo" lo siente el estudiante colombiano cuando sale a protestar porque su sistema educativo es antidemocrático y los gobiernos no quieren invertir ni en ciencia ni investigación, por mucho que se diga lo contrario, o cuando, el obrero tiene que sobrevivir con un salario miserable y no tiene un servicio de salud de calidad que le permita vivir sin la zozobra de la muerte y sale a protestar y recibe represión de las fuerza pública; o el transeúnte cuando no tiene oportunidad de defenderse del ladrón que la acecha y la asecha en las calles o en las oficinas gubernamentales donde las ratas de la corrupción hacen su agosto. Miedo sienten nuestros comerciantes que pagan sus impuestos y ven como los corruptos gobernantes despilfarran y se los roban sin que haya justicia humana que los castigue, pues no hay órgano de control con imparcialidad que acabe con ese flagelo. O el miedo que siente el profesional que sabe que no va a tener la oportunidad de obtener un trabajo, sino tiene un padrino político y debe dedicarse a realizar otra cosa sino se muere de hambre con sus su familia.
En fin ese Eco de las voces nuestras, no la de los otros, es el que debería estar escuchándose desde la tribuna periodística de nuestra nación. Esto no quiere decir que seamos indolentes ante la situación del pueblo venezolano, puesto que también habría que mirar que aquí, en nuestras narices, existen grupos de exterminio institucionalizados parecidos a los que se mencionan en ese texto. Sí, hay que mirar la viga que tenemos en nuestro ojo, antes de mirar la paja en el ojo ajeno.
Como diría alguien alguna vez “Históricamente los medios masivos han probado ser altamente eficientes para moldear la opinión general. Gracias a la parafernalia mediática y a la propaganda se han creado o destrozado movimientos sociales, justificado guerras, matizado crisis financieras, incentivado unas corrientes ideológicas sobre otras e incluso se da el fenómeno de los medios como productores de realidad dentro de la psique colectiva”. Creo que el Golpe blando de Gene Sharp surte efecto cuando nos dejamos atolondrar por pensamientos recalcitrantes y descontextualizados como los que aparecen en Eco.
Recomiendo ver el video de http://youtu.be/8Hm_fsH3oWs.
*Docente de Lengua Castellana y Literatura del Distrito de Cartagena en la Institución Educativa Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y de Comunicación oral y escrita de la Fundación Universitaria Tecnológico Comfenalco-Cartagena.