Esta vez vengo con un tema sobre la estructura de la Salsa y su evolución a través del tiempo.
Hace muchos meses me encontré un interesante artículo del escritor e historiador puertorriqueño Héctor A. García, quien describe, en buena forma, la historia de la salsa. El artículo es muy polémico, porque le da muy duro a los cubanos.
“La salsa ha venido a ser posiblemente uno de los estilos más amados y envidiados, así como copiados e imitados de la música reciente. La salsa tiene muchos parientes lejanos (España y Africa), tiene abuelos en Cuba y E.U. y tatarabuelos originarios de Haití, pero su certificado de nacimiento dice que su padre y madre son de origen puertorriqueño”, afirma Héctor A. García.
En el escrito citan el concepto de Tony Évora, un músico cubano que dice en su libro “Música cubana” que los puertorriqueños se apoderaron de la salsa; y, en cuanto a Cuba, piensa que a los músicos de la isla se les fue el tren entre 1970 y 1982, pues llegaron muy tarde a un banquete al cual no habían sido invitados y tampoco irrumpieron posteriormente con el esperado torrente de renovaciones vitales.
Estoy de acuerdo con Évora. Si bien es cierto el aporte de Cuba a la salsa es significativo, en cuanto a sus ritmos, los puertorriqueños le pusieron su sello propio y tuvieron en la comercialización a su mejor aliada.
Muchos músicos de prestigio como Tito Puente, Machito, Pérez Prado, entre otros, desconocieron el nombre de “salsa”, pues para ellos no es más que música cubana.
Pero el tiempo se ha encargado de demostrar que la música de Cuba es una y la salsa es otra. Ninguna de las orquestas de las que llamamos del sonido de Nueva York, caso Ricardo Ray, Willie Colón, Joey Pastrana, Pete Rodríguez, Joe Batán, Joe Cuba, Joe Quijano y la Fania, por citar algunos, suenan igual a los grandes conjuntos y orquestas cubanas como el Trío Matamoros, Arsenio Rodríguez, Orquesta Casino, La Riverside, Benny Moré, Arcaño y sus Maravilla, etc.
A Gloria Estefan, la popular cantante cubana exiliada en Miami, le preguntaron sobre el particular y respondió: “cuando pienso en la música cubana, no pienso en la salsa. Pienso en la rumba, el son montuno y cosas así. Pienso que la verdadera salsa, cuando se habla de sus sonidos y lo que la gente llama salsa, es de Puerto Rico”.
La cultura del estadero
Lo que sucedió fue que en varios países, y en eso Colombia es uno de los líderes, se creó la cultura del estadero, donde se empezaron a escuchar todos esos ritmos.
Los estaderos son una especie de terraza en donde se reúnen los fines de semana los amantes de la música popular. En ciudades como Barranquilla y Cali, tienen prestigio por ser propagadores de la salsa.
En esos sitios se le empezó a llamar salsa a todo aquello que fuera afrocubano (son, guaracha, guaguancó, son montuno, chachachá, mambo, bolero, rumba) y otros ritmos del caribe y de Estados Unidos (plena, bomba, boogaloo, jala jala, mapeyé, seis chorreao) .
A la persona que gustaba de este tipo de música lo llamaron “salsero”, y eso se volvió parte de nuestra cultura. Las emisoras de la época se encargaron de socializar este producto que tuvo muchos seguidores en Latinoamérica.
Se hacía necesario encontrar un término para aglomerar todos ritmos.
Todos sabemos que existe una gran polémica sobre el origen de la palabra salsa pues se le atribuye al locutor venezolano Fidias Escalona cuando entrevistó a Ricardo Ray y Bobby Cruz, y también a Johnny Pacheco cuando la comercializó con el sello Fania.
Siempre he dicho que, gracias a Dios, el término “salsa” salió a la palestra porque de lo contrario no sé qué hubiera pasado. No conozco un estadero de pachanga, ni de mambo, ni guaguancó, ni de boogaloo. Conozco estaderos de salsa.
Pero hay que diferenciar un sitio de salsa a ritmos de salsa. En un sitio de salsa se escuchan diversos ritmos entre ellos los de la música cubana, pero el ritmo de salsa es aquel que crearon en Nueva York, en su mayoría, puertorriqueños.
El historiador cubano Alejo Carpentier dijo que el son vino a ser cubano, no por su origen, sino por su forma de interpretación. Según él, igual ocurrió con la salsa, que vino a ser puertorriqueña, no por su lugar de origen sino por su forma de interpretación.
Héctor García describe la salsa como “un edificio de 50 pisos, donde el África y Haití pusieron la piedra y arena para tirar la zapata. Cuba puso los planos, las varillas y los bloques que le iban a dar la solidez y fortaleza a la estructura. Estados Unidos, República Dominicana, Panamá, Colombia y Venezuela pusieron parte de las herramientas y materiales que se iban a utilizar para hacer el trabajo. Pero los miles de obreros, capataces, albañiles, electricistas y carpinteros que sudaron su construcción más que nadie, que pusieron el cemento, lo ligaron y salieron a levantar el edificio, llegaron de la isla de Borinquen. Eran 10 obreros de ellos, por cada (1) uno de los otros. Pero en la isla de Puerto Rico era donde se construía la salsa más pura y autóctona, y allí sí que no había competencia. Y de Puerto Rico fue casualmente, de donde salieron las orquestas y los obreros que más prestigio le han dado al género de la salsa”. Nadie lo pudo describir mejor. Hasta luego.