Salvo en el Reggaetón y en la llamada Champeta Urbana, en todos los campos de la humanidad existen clásicos inolvidables, en cine hay inigualables filmes como Annie Hall, Chinatown, Reservoir Dogs, Star Wars, Psicosis, Uno de los nuestros, Tootsie entre otros; en literatura Voltaire, Camus, Vallejo, Shakespeare, Saramago, Sabato, Salinger, y varias decenas más que aparecen cada año sin que nos demos cuenta, como los vendedores ambulantes que ocupan el espacio público en el mercado de bazurto.
En Cartagena también hay escenarios que con el tiempo han adquirido esta condición. Las busetas de servicio público estacionadas eternamente frente a los semáforos en verde ubicados en las inmediaciones del Centro Comercial paseo de la Castellana. No imagino mi vida sin transitar en medio de esos vehículos parqueados sobre la inútil cebra con música a reventar y los sparring-es manoseando a los transeúntes con la excusa de ayudarlos a subir a las discotecas andantes sin cover consumible en las que trabajan.
Cualquier turista que haya decidido regresar a Cartagena después de muchos años se sentiría en otra ciudad si al entrar al centro histórico no percibiese el familiar e inconfundible olor a fango, putrefacción, sudor y humo proveniente de vehículos con la revisión técnico mecánica al día. El olor a orín de las murallas está a punto de alcanzar un Record Guiness como el hedor perceptible desde más lejos de todo el mundo, casi desde el Castillo San Felipe de Barajas. Por eso jamás he cuestionado a propios y a extraños que en cada visita a las murallas deciden poner su granito de arena, o su gotica al tema, para garantizar que ya que perdimos en el inexistente concurso de los mejores himnos nacionales de todo el mundo, al menos podamos obtener el de la ciudad más hedionda del hemisferio.
Los asaltantes, que toda la vida se han ubicado en el sector de los cuatro vientos a esperar busetas o taxis y que luego de cometer el delito se apean de los mismos mientras corren hacia el Tancon o el Libano, han servido de inspiración a cientos de niños que escogieron el atletismo, el salto alto y los 400 mts Vallas como forma de homenajear a sus ídolos anónimos que cada vez tienen más fácil el trabajo. Por otro lado los pasajeros habituales de esa ruta empiezan a despojarse de sus pertenencias desde que pasan el estadio Jaime Morón y las apilan en la entrada de la buseta para ahorrarle a los cacos la incomodidad de subirse al vehículo, y al chofer la sanción de llevar pasajeros colgando en los estribos.
Es imposible una discusión en Cartagena sin que participe en ella un pensionado, creo que esta la ciudad con más pensionados de todo el Universo. Si usted está inmerso en una acalorada e inocua discusión y ningún pensionado opina en ella, habrá fracasado como discutidor aficionado.
Es un comportamiento clásico entre los Cartageneros criticar, despotricar, cuestionar y debatir por todas los abusos a los que son sometidos por parte de EPSs, policias, taxistas, ladrones de barrio o de cuello blanco, por el alza injustificada en las facturas de energía por parte de Electricaribe y luego guardarse para sí mismos, como los pensionados, las conclusiones a las que conjuntamente llegan y ahorrarse el esfuerzo de hacer algo por sus derechos vulnerados.
También es clásica la desidia y el abandono de la dirigencia local a la que solo conocemos cuando están queriendo lograr curules en corporaciones que parecen heredadas o cuando necesitan legitimarse de forma secreta a la vista de todos. Imagino que el día que ESPN o FOX Sports transmitan en su franja de mayor audiencia los encarnizados debates que se dan al seno de la población local, en la que pretenden salvar el mundo sin interlocutores legitimados para solucionar sus quejas, será el principio de una fructífera relación que nos saque de la cómoda modorra en la que nos hemos acostumbrado a vivir y en la que la mentira y la inacción se han estatuido como el mejor estilo de vida al que podemos aspirar.