El voto mas caro del mundo


Suele decirse con reiterada convicción que entre gustos no hay disgustos, o que para gustos los colores, en referencia a la amplia variedad de intereses en el mundo y de sus distintos seguidores. Por lo cual imagino que las personas después de un minucioso análisis intelectual y de sopesar pros y contras, suele decantarse por uno u otro objeto de sus afectos y obsesiones. Para algunos es el futbol, para otros la poesía, o las telenovelas, o la cocaína, o comerse los mocos y vivir con la incertidumbre de ser descubiertos y tener que compartirlos. Pero la mayoría simplemente se suma a la masa que sigue una tendencia o una posición frente a determinado asunto o gusto sin detenerse a razonar acerca del por qué de las cosas.

Sin embargo, esta actitud ante la vida, siguiendo a otros como un borrego, imitando los cortes de cabello que otros han impuesto, vistiendo sin chistar como dicte la moda, pareciendo un ejército de subnormales a la espera de un nuevo canon estético para asumirlo religiosamente; aunque discutible, no deja ser un ejercicio valido del tan malinterpretado como abusado derecho al libre desarrollo de la personalidad.

Pero por encima de cualquier análisis un poco más profundo, esas decisiones solo afectan al individuo que la asume y defiende, más allá de si sus argumentos son  validos o no. Por tanto, pocas veces sus elecciones saltaran de la esfera privada para perturbar a otros en su entorno.

En la otra esquina aparece una categoría especial que año tras año aumenta peligrosamente, los autodenominados Apolíticos. Son personas de distintos orígenes y realidades socioeconómicas que por una amplia variedad de razones reales o ficticias, se han marginado voluntariamente del escenario político-electoral de sus regiones alegando desde el desencanto hasta la supuesta inutilidad o relevancia de su participación.

Esta denodada apatía es principalmente el resultado de malas decisiones en materia electoral. Una elección equivocada trae mayoritariamente consecuencias desafortunadas. Desgastarse económica y físicamente respaldando candidatos sin metas claras ni planes de gobierno coherentes con nuestras necesidades como ciudadanos, solo puede derivar en fracasos estruendosos y en la consecuente abulia política que nos impide avanzar como pueblo. Los restantes, aquellos cuyas decisiones son producto de análisis intelectoestomacales, es decir, que piensan con el estomago, solo van a las sedes políticas y a llenar las urnas a cambio de los tradicionales $20.000 que habrán de dividir milagrosamente por los siguientes cuatro años en una maniobra de la que solo se tiene registro en la biblia con la multiplicación de los panes y los peces y por cuya técnica se interesaría hasta el mismo Jesucristo.

Dar la espalda al acontecer político local y nacional es además de ridículo, inútil. La marginación política solo permite que los delincuentes que aspiran a cargos de elección popular para arrasar con el erario, puedan hacer uso de las maquinarias existentes para materializar sus oscuros deseos. En elecciones cada voto cuenta para intentar dar un viraje que nos permita enderezar el rumbo. Una rápida visita a Barranquilla o Montería nos abriría el entendimiento acerca de lo retrasados que estamos en el concierto regional y lo rezagados que seguiremos si solo nos interesa ayudar a que quienes compran votos recuperen con creces su inversión.

Pero el voto no solo sirve para premiar a quienes cumplen con el trabajo para el cual fueron elegidos, también es útil para castigar a quienes una vez lograda la curul que les arregla el futuro, olvidan que la única razón por la cual están arriba ahora, es solo porque están parados sobre miles de personas que los sostienen en esa posición. Por ello hay que seguir el ejemplo de los valientes y orgullosos habitantes de tierrabomba, quienes cansados de las mentiras recurrentes de parte de casi todos los candidatos en épocas pre electorales, decidieron dejar de votar hasta que les solucionen sus problemas básicos. Parece radical, pero es el resultado lógico de ver como todos se benefician, salvo quienes de verdad lo necesitan. Como dice mi amigo Francisco Sarabia: “Hay que exigirle a los políticos que cumplan sus compromisos y dejar de reclamarle goles a Falcao y a James”.  


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