Morir dignamente


El pasado 9 de septiembre del año en curso, moría en Buenos Aires después de padecer 4 largos años en coma producto de un accidente cerebrovascular isquémico, uno de los músicos más famosos del rock latinoamericano y uno de los impulsores más destacados de este género en nuestro continente.

Cerati, el antes aludido, al igual que quienes se niegan a usar preservativos, creyó que nunca le tocaría y jamás dejó indicaciones claras en caso de muerte súbita o de caer en un estado que le imposibilitara expresar su voluntad. Su madre, la de él, cegada por el instinto y amor natural decidió mantener al intérprete conectado a cuantas maquinas fuesen posibles mientras esperaba el esquivo milagro.

En el año 1995, Jean-Dominique Bauby fungía como editor jefe de la prestigiosa revista de moda y belleza ELLE, cuando sufrió una repentina embolia masiva que lo mantuvo en estado de coma durante tres semanas. Después de eso volvería en si para descubrir que se encuentra completamente paralizado y que necesita asistencia mecánica para satisfacer las necesidades básicas de comer, respirar y excretar. Sin embargo, su cerebro está perfectamente sano y lucido por lo cual entiende claramente su lamentable condición. Un cerebro sano en un cuerpo inútil, casi como tener un Ferrari GTE Spider en la vía perimetral. Los médicos llaman a ésta inusual condición “Síndrome de Cautiverio” y para paliar la situación y permitir la comunicación del paciente con el mundo exterior, le enseñan un código alfanumérico empleando las letras más comunes del alfabeto aprovechando para ello el movimiento de su parpado izquierdo como única parte de su cuerpo sobre la que aún tenía control.

Mediante ese método y con el invaluable apoyo del cuerpo médico y de sus familiares,  Bauby escribiría una sentida y profunda novela -La Escafandra y la Mariposa- acerca de la naturaleza humana y como a través de la escritura había logrado abrir esa prisión que resulta su cuerpo (la escafandra) permitiéndole planear sin límites sobre el reino de la libertad (la mariposa). Quince meses después moriría en el Hospital de Berck-sur-mer sin tener jamás una mejoría en su estado físico.

Desde hace siglos la prensa, los ricos, los famosos, los vendedores de humo que escriben libros de superación personal, los líderes religiosos y todos aquellos que tienen la vida resuelta desde el punto de vista económico, insisten en recitar unánimemente acerca del valor inconmensurable de la vida y las bondades de tener siempre una sonrisa a pesar de las dificultades y contratiempos que tarde o temprano tendremos que afrontar. Sin embargo, más allá de las meras e interminables disquisiciones reliogioso-filosoficas, es innegable que existen de manera general en cada cultura y en la psique de cada individuo una serie de parámetros tanto objetivos como subjetivos que establecen unas condiciones mínimas de lo que se considera una buena calidad de vida, así como una vida digna.

Estar postrado en una cama sin posibilidades reales de mejoría y apegados solo al amor por ese ser querido es francamente desconsiderado y egoísta para cualquiera que deba soportar tal condición.

Expresar de antemano de forma clara e inequívoca la disposición y criterio que se tiene frente a estos temas podría mitigar considerablemente el dolor y frustración tanto del paciente como de todo el personal que se encarga de su cuidado y atención. En Suiza desde hace varios años fue promulgada una ley que permite a las personas en general, enfermas o no, la posibilidad de recurrir a clínicas especializadas para solicitar un suicidio asistido. Los usuarios son mayoritariamente personas con enfermedades degenerativas en sus primeras fases que rehúyen a verse  consumidos por el deterioro físico o cognitivo que les impida valerse por sí mismos. Recientemente la revista Law, Ethics and Medicine reveló un estudio mediante el cual se establecía que entre 2008 y 2012, más de 600 extranjeros se desplazaron hasta Suiza para solicitar el suicidio asistido. Según los registros, las enfermedades más comunes entre ellos eran cáncer, enfermedades neurológicas, reumatoides, VIH y enfermedades vasculares.

Solo unos pocos países en el mundo permiten este tipo de tratamientos para determinados casos, sin embargo en los últimos años el debate ético que lo sustentaba ha debido replantearse ante la puesta en marcha de más asociaciones de apoyo, pero sobre todo por el inmenso respaldo de miles  de enfermos que son capaces de recorrer medio mundo para poner fin a un sufrimiento y a una condición medica indignante.


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