La palabra Gazapo es definida por la RAE en una de sus acepciones como el yerro que por inadvertencia deja escapar quien escribe o habla.
Este tipo de errores suceden a diario en cualquier conversación privada sin que esto traiga consecuencias duraderas o se filtre al gran público. Sin embargo, ocurre todo lo contrario cuando se trata de declaraciones públicas que puedan ser reproducidas y difundidas gracias al Mass Media convirtiéndolas de inmediato en tendencia, pasando de la anécdota curiosa a tema obligado de conversación en cualquier rincón de la ciudad o del país cuando el gazapo tiene elementos de interés global o su protagonista es un personaje ampliamente conocido en los diferentes estamentos. Y aunque nadie está exento de incurrir en un Lapsus Linguae, indudablemente son los políticos quienes toman la delantera en el vergonzoso apartado de mayor cantidad de metidas de pata por minuto debido a la alta exposición mediática a la que están sometidos justamente por el ejercicio de sus funciones. Es así como recordamos a Pachito Santos, uno de los más grandes exponentes de la pobreza intelectual como manera de hacer política en Colombia, quien hace pocos años dijo respecto a las manifestaciones públicas: "hace falta innovar, hay que utilizar armas de represión no letales como las que producen descargas eléctricas".
También son recordadas las palabras de otro delfín de la política nacional, el imberbe Simon Gaviria, quien oficiando como presidente de la cámara de representantes pasó por alto la inclusión de modificaciones –Micos- que beneficiaban en secreto a algunos sectores de la elite colombiana. Cuando la Twittosfera trinó en coro exigiendo una explicación, el hijito de Cesar dijo: “Yo leí el proyecto y no vi los micos. No son textos fáciles de entender”.
En el plano local hace pocos años, durante la campaña para elegir alcalde en las elecciones regionales de 2011, el candidato mas opcionado, Campo Elías Teran, respondió nerviosamente acerca de la “decepción escolar” cuando el entrevistador le preguntaba reiterativamente por su criterio respecto a la “Deserción escolar”. Es lo que tiene la poca preparación y formación para afrontar estos retos.
Dice el libro de proverbios al respecto: “En las muchas palabras, la transgresión es inevitable, mas el que refrena sus labios es prudente”. No obstante el sabio consejo vertido por las sagradas escrituras cristianas, en política siempre es necesario expresar en todos los escenarios posibles el criterio rector que sustenta una candidatura para tratar de llegar a la mayor cantidad de personas posibles con un mensaje estructurado, sencillo y directo que permita la difusión clara de las ideas políticas. Un candidato que rehúsa asistir a debates por saberse en desventaja intelectual frente a los opositores solo deja en la población una imagen de incapacidad y derrota. Es aquí donde deberían aparecer tras bambalinas los asesores de una campaña, figura subvalorada en las tradicional política de la región Caribe que pone en cabeza de un equipo técnico de abogados, estadígrafo, Community Manager, comunicadores sociales y un buen solucionador de problemas, las labores de preparación, estructuración, reacción y plan de choque para mitigar posibles gazapos, posicionar al candidato y difuminar las dudas, entre otras actividades de promoción. Un buen equipo de asesores que pueda expresar sin temores al candidato sus conclusiones ante cada evento concreto, debe permitir que una campaña esté en condiciones de disputar en las mejores condiciones posibles una candidatura hasta el día mismo de las elecciones y no desinflarse antes de tiempo por una declaración destemplada, descontextualizada o una salida en falso en un discurso ante una comunidad incrédula con la clase política. La labor de un buen equipo de asesores debe evaluarse continuamente para reconducir las estrategias que se venían adelantando y que debido a errores, negligencia u otros variables, no están permitiendo sacar adelante el objetivo propuesto.
Un error continuado que no se identifique prontamente traerá como resultado un debilitamiento de la imagen del candidato frente a su electorado. Para ello la primera elección que debe ganar el equipo en cuestión está en la correcta escogencia del candidato y no al revés, un equipo que no se identifique con su contratante solo está destinado al fracaso más estrepitoso, dejando al borde de la ruina, económica y política, a aspirantes que no comprendieron la importancia de un buen director de orquesta que alineara y puliera a todos los músicos que por la emoción o la ignorancia, tocaban a destiempo las notas de la victoria.