Estoy seguro de que cuando leíste el título de esta columna te imaginaste inmediatamente que trataría de asuntos ilícitos, crimen, contrabando, drogas; o, incluso, dólares de los que comúnmente circulan en el bajo mundo.
Si te imaginaste eso, es evidente que haces parte de la mayoría de la población cuyo pensamiento está sesgado y marcado por el estereotipo que considera lo negro como malo o negativo.
Este escrito es acerca de las personas negras como sujetos económicos y aspirantes a ser reconocidas como participantes activas de las dinámicas de los mercados. Se trata de los descendientes de esclavizados que han vivido en el continente americano por más de dieciocho generaciones, aportando al desarrollo y establecimiento de los fundamentos de las estructuras económicas del supuesto “nuevo mundo”, a pesar de la intencional y recurrente exclusión al querer participar de los sistemas económicos.
Se trata de lograr que los negros, en vez de seguir siendo considerados como objetos de un sistema productivo, se conviertan en sujetos activos de las estructuras económicas y financieras y puedan acceder a una mayor autodeterminación en el libre mercado de capitales.
En 1996 fui a trabajar como escritor de textos publicitarios en una agencia de publicidad en los Estados Unidos, R.J. Dale Advertising and Public Relations. Esta agencia estaba enfocada en el mercado afroamericano en la ciudad de Chicago y los estados del medio oeste.
En aquella época aprendí que la comunidad afroamericana, representada en el 14% de la población de ese país, poseía un poder de consumo de $400 billones de dólares. Esto fue revelador. Por primera vez supe de la existencia de información económica desagregada con respecto a esta comunidad.
Pero los detalles no terminaban ahí. Los estudios enunciaban cuáles eran los ingresos per cápita, por hogar, los segmentos y porciones de gastos dentro de los diferentes renglones de la economía. Aquella información era en extremo valiosa para mí. De inmediato pensé que algo así debía hacerse en Colombia y en el resto de Latinoamérica.
Han pasado 25 años de aquella experiencia y continúo tratando de convencer a entidades públicas y privadas de que se debe hacer un estudio formal y empírico que establezca los alcances del mercado de la población negra en Colombia, que determine sus ingresos (formales e informales), capacidades de gastos y endeudamientos, preferencias y poder de consumo individual y colectivo, etc. Pero parece que a nadie le interesa.
La única explicación que se me ocurre es que no ven a los negros como sujetos económicos y productivos, sino como objetos de consumo pasivo e invisible.
La realidad es que esta población, que se estima entre un 20 y 25 por ciento del total de habitantes del país, es un mercado vivo y dinámico, que tiene características diferenciadas de acuerdo con su cultura y formas de ser.
Una de las líneas de interés que he venido trabajando desde hace unos años es la de la representación afro en los contenidos de la TV nacional.
En una conversación informal con un famoso libretista y alto ejecutivo de uno de los canales privados del país, acerca de la posibilidad de crear contenidos de alta factura para la TV enfocados en la comunidad negra, respondió de forma muy espontánea y sin filtros: “es que los negros no venden”.
Ante tal sentencia, pregunté si había algún estudio o evidencia empírica que así lo dijera. No, esa es una suposición que no necesita ser confirmada. Así es porque quienes detentan el poder así lo creen.
Entonces entendí que la población NARP es percibida como objeto del mercado y no como sujetos del mismo. Les interesa la gente negra como consumidora pasiva de productos y servicios, mas no les interesa crear productos y servicios de acuerdo con las necesidades puntuales de este nicho poblacional.
Un estudio de esta naturaleza no solo revelaría las grandes oportunidades de mercado para las empresas de productos y servicios, sino que también develaría el poder económico de esta población y esto puede ser problemático, pues quien tiene poder y consciencia del mismo, lo más probable es que recurra a su ejercicio.
Traigamos algunas cifras para dimensionar el asunto:
De acuerdo con la CEPAL (2018), el ingreso per cápita promedio en Latinoamérica es de $8.400 dólares al año; y, de acuerdo con PNUD (2015), los ingresos de las comunidades negras es un 33% menor al promedio general de la población. Es decir, el ingreso per cápita de la población negra es de $2.700 dólares anuales, aproximadamente.
Los países con mayor población negra en el hemisferio son:
Brasil (97 millones), Estados Unidos (42 millones), Venezuela (14.5 millones), República Dominicana (8 millones), Haití (7.8 millones) y Colombia (4.2 millones), entre otros.
Del total de la población de las Américas, el 19% se auto reconoce como afro. Es decir, 191 millones de personas.
Esto implica que el poder de consumo promedio de esta población en Latinoamérica y el Caribe es, aproximadamente, de $5.3 trillones de dólares anuales.
Si a esta cifra se le suman los $1.3 trillones de dólares del poder de consumo de la población afro de los Estados Unidos para este año; y los $375 billones de dólares que corresponden al poder de consumo de los Afrolatinx (que son el 25% de los hispanos que viven en los Estados Unidos), se podría estar hablando de un poder de consumo general de $7 trillones de dólares anuales en todo el hemisferio.
Si 7 trillones de dólares no es un potencial de mercado, no sé qué lo sería. El PIB de Colombia se calcula que será de $290 billones de dólares para el 2021. Comparativamente, si la población negra fuera un país sería la cuarta economía más fuerte del mundo, después de China ($25.4 trillones), Estados Unidos ($20.5 trillones) e India ($10.5 trillones) y antes de Japón ($5.5 trillones).
Como lo dije antes, este es un análisis que da pistas a las empresas de bienes y servicios del mundo para llegar a este mercado. Pero sobre todas las cosas, es una alerta para la población negra del continente, en el sentido de que con $7 billones de dólares anuales se tiene suficiente poder económico para alcanzar la autodeterminación y una potencia que decide en qué y cómo desea gastar ese dinero.
Yo le apuesto a este otro mercado negro.