Cada 21 de noviembre, el Día Mundial de los Pueblos Pesqueros nos recuerda que detrás de cada plato de pescado, detrás de cada viaje por los ríos, caños y mares de Colombia, hay comunidades cuya vida entera depende del agua. Son pueblos que han tejido su identidad en torno a los ciclos del mar, los vientos y las mareas. Esta conmemoración no es un simple ritual; es un reconocimiento a su rol vital en la soberanía alimentaria, la cultura y la conservación de nuestros ecosistemas.
La historia de esta fecha se remonta a los movimientos globales de pescadores artesanales que, desde finales del siglo XX, han defendido su derecho a trabajar con dignidad y a proteger los territorios de pesca que sostienen su economía y su identidad. Se trata de un legado de lucha por la justicia ambiental y social, que hoy sigue vigente ante los retos del cambio climático, la contaminación y la presión sobre los recursos costeros. Celebrar este día es honrar esa memoria colectiva.
Este 21 de noviembre de 2025, la conmemoración organizada por el Fondo para la Vida y la Biodiversidad en Repelón (Atlántico, Colombia) reunió a líderes comunitarios, instituciones, científicos y ciudadanos en un escenario de reflexión y esperanza. A orillas del embalse del Guájaro, el encuentro puso en diálogo los saberes tradicionales con los avances científicos, resaltando la necesidad de fortalecer la gobernanza local y la educación ambiental. Fue un espacio para visibilizar la voz de quienes todavía sostienen sus economías con redes y atarrayas.
El homenaje central fue para los pescadores sensatos, aquellos que validan su propio conocimiento ancestral y lo combinan con prácticas responsables de conservación. Son hombres y mujeres que entienden que el mar y los ríos no son recursos infinitos, sino sistemas vivos que requieren cuidado, respeto y equilibrio. Su ejemplo demuestra que la sostenibilidad no es un discurso, sino una práctica cotidiana.
Estos pescadores —aprendientes incansables de la vida— muestran que la ciencia y la tradición no son mundos opuestos, sino aliados necesarios para enfrentar los desafíos ambientales actuales. Su capacidad de adaptación, su lectura del entorno y su compromiso con sus comunidades nunca deben dejar de inspirar nuestras políticas públicas. En ellos encontramos una lección fundamental: proteger el agua es proteger la vida misma.
Foto: Agenda del Mar (s.f.).