En Cartagena, aún persiste la creencia de que ir a terapia es un castigo. Frases como:
"Yo lo llevé y no le gustó."
"Cualquiera puede hacer terapia, ¿cierto?"
"Es una pérdida de tiempo y dinero."
Estas ideas, aunque comunes, reflejan una falta de conciencia sobre la importancia de la salud mental, especialmente en los niños.
La realidad es que Cartagena enfrenta un momento crítico en cuanto a salud mental. No existe la apertura necesaria ni la voluntad para buscar ayuda profesional. La presión social, el qué dirán, y los juicios hacia quienes toman la iniciativa de remitir a un niño a terapia—sea un colegio, un pediatra o incluso un familiar—crean un ambiente de rechazo y estigmatización.
Mientras tanto, los niños quedan atrapados en el medio. He escuchado comentarios como:
"El hijo de fulano es tremendo y no lo llevan a terapia. ¿Por qué debería llevar al mío?"
Muchos padres buscan psicólogos en un lugar donde no haya conocidos, o que quede lo más cerca posible, pero todo esto se convierte en un proceso lleno de evasivas, dejando a los niños esperando ayuda. Lo más preocupante es que esta falta de acción repercute en los pequeños. Escuchar a un niño decir:
"Si mi papá dice que ir a terapia no sirve para nada, ¿por qué tengo que venir?"
es una señal alarmante del impacto que tienen las creencias y actitudes de los adultos.
Esta situación se convierte en un espectáculo mediático alrededor de algo que debería ser simple: cubrir una necesidad urgente.
El mundo adulto enfrenta sus propias crisis de salud mental, y si no hemos aprendido de ello, al menos deberíamos reconocer que cuando un niño tiene una necesidad, hay que actuar, no juzgar. La prioridad debe ser el bienestar del niño y su futuro.
Este blog nace de situaciones reales que he presenciado, y siento la responsabilidad de compartirlo. Tal vez a algunos no les guste lo que lean, pero es necesario decirlo.
Recuerden, este espacio tiene un nombre que lo dice todo:
"Por tus niños, Cartagena".