Esas expresiones con esa carga de emotividad y sinceridad me hicieron acordar que tenía un compromiso con un texto sobre el tan trillado y sobre-diagnosticado tema de la lectura y la escritura. Pero, que cada vez adquiere más vigencia y se hace un tema ineludible en los contextos académicos.
En mi concepto, también creo que ese Plan Nacional debería trascender el aquí y el ahora, para que los grupos editoriales entre otras entidades que usufrutuan del país, contribuyan de forma más concreta y sin ventajas impositivas para que los libros sean como el pan de cada día, un alimento intelectual para los estudiantes colombianos.
Que los precios sean asequibles y accesibles y puedan ser parte integral de la canasta familiar, si es que con el salario mínimo de los trabajadores se puede hacer ese sacrificio, poniendo en riesgo la subsistencia alimentaria de la familia, en un país donde la anemia y el hambre se pasean libremente, no obstante las campañas contra el hambre y los programas de los restaurantes escolares del ICBF.
Esa podría ser otra herramienta más que consolide la cultura lectoescritural e ir erradicando el analfabetismo funcional arraigado profundamente entre viejos y nuevos profesionales del país, quienes muchas veces prefieren comprar cosas suntuosas e innecesarias antes que comprar un buen libro para su autoformación.
Escuchándoles expresarse de esa forma renacieron algunas ideas. Iban fluyendo, de un inconmensurable caudal de inquietudes, los pensamientos relacionados con tan espinoso tema. A veces positivos; otras veces escépticos. Pero no caí en la zozobra, sino que miré las cosas desde una perspectiva diferente. Entonces, se cuajaron lentamente, permitiéndome construir mínimamente una apreciación muy personal de tan “loable” iniciativa.
Surgieron incólumes aquellas conceptualizaciones relacionadas con estas dos habilidades o competencias y me hicieron recordar lo que planteaba sobre lectura, Kenneth Goodman, quien basado en los avances de la sicolingüística y sicología cognitiva, planteaba que “leer es obtener sentido a partir de un texto escrito”.
Esto es, un lector activo debe procesar la información que le brinda el texto para luego procesarla a través de un intercambio dialógico de significados y cosmovisiones de la triada texto-lector-escritor, donde los conocimientos previos, motivaciones, competencia lingüística, propósitos y capacidad cognitiva, al momento de abordar el texto, ayudan a su comprensión e interpretación y se traduzca en aprendizaje y conocimiento.
Planteamiento complementado con el concepto de lectura del maestro Estanislao Zuleta cuando escribe que “no hay ningún código común previo, pues el texto produce su propio código”; igualmente que “el problema de la lectura es que nunca hay un código común cuando se trata de una buena escritura”. Pues, leer es trabajar; rumiar una y otra vez el texto. No hay un solo significado, sino múltiples y el lector debe realizar un esfuerzo para alcanzar la interpretación del texto.
Si las anteriores concepciones o cualquier otra que domine el maestro, son empleadas en las actividades pedagógicas de motivación y de trabajo académico de lectura en el aula de clases, de seguro que todos esos libros ofrecidos por el gobierno nacional tendrán el sentido y la función que debería tener cualquier libro que llegue a las instituciones educativas.
Pero, si éstos llegan para integrar el número total de libros que se encuentran en las bibliotecas escolares, es mejor que la inversión se haga en otros frentes de la educación. Esto último basado en una realidad tan tangible como la que se observa en muchas instituciones escolares del país: Libros comidos por el comején, el polvo y el abandono que se anquilosan esperando las manos ávidas de niños y jóvenes colombianos que no tienen la oportunidad de disfrutar de ellos porque no se quiere que se dañen los que se tienen en la biblioteca.
Los libros se convierten en artículos de lujo, ornando los estantes y yacen adormecidos en los anaqueles, esperando a ese lector que nunca llegará, sino se hace una revolución en el empleo de ellos, sacándolos de esos espacios muertos para que sean manoseados y leídos como debe ser. ¿Por qué se ha matado la motivación por la lectura y la promoción de ella no se hace de manera significativa en las bibliotecas escolares?
En mi concepto esta “ambiciosa estrategia para mejorar el comportamiento lector, la comprensión lectora y la producción textual, herramientas que favorecen el acceso al conocimiento y el ejercicio de la ciudadanía” como aparece en el periódico El Universal de Cartagena, podría ser un sucedáneo ante el gigantesco problema que se presenta en escuelas y universidades, y que imposibilitan el despegue hacia una cultura lectoescritural autónoma sin que haya la presión de la exigencia escolar.
La lectura es una herramienta para liberar el pensamiento, mas no para esclavizarlo. No obstante, por lo menos, sería bueno verle lo positivo si los maestros y directivos comenzaran a dimensionar que debe haber una política institucional que agilice el cambio de actitud de los maestros de áreas diferentes a la de lengua castellana para que se asuman estas competencias como las fundamentales para el desarrollo de una comunidad académica bien preparada para los retos de la época. Que la lectura y escritura sean los pilares de la formación de niños, jóvenes y adultos en todos los contextos educativos.
En el periódico se señala que se benefician 6.900 instituciones educativas del país y 5 millones 300 mil niños y jóvenes de preescolar, básica y media que, en su mayoría, nunca habían tenido un libro en sus manos.
Esa verdad tan contundente y palmaria, más allá del paliativo que se le da con este Plan, merece ser analizada con profundidad para no caer en los tan utilizados pañitos de agua tibia que se emplean demagógicamente por personalidades que nunca se han interesado por los problemas del pueblo colombiano.
Creo que la lectura y la escritura son los pilares de la formación cognitiva y cognoscitiva de niños, jóvenes y adultos, puesto que el 99.9% de la información adquirida por un ser humano se da a través de esta actividad. Luego entonces, si desde los gobiernos hubiera una política del libro como elemento sinérgico del pensamiento y el conocimiento, los objetivos para la construcción de una ciudadanía civilizada, respetuosa y amante de la libertad se darían sin necesidad de realizar campañas mediáticas.
En mi concepto, la lectura lleva implícita a su hermana siamesa, la escritura. No se escribe sin lectura; y sin escritura no hay lectura. La una dinamiza la otra. Asimismo, no se puede olvidar que la sociedad del conocimiento se basa en el aprendizaje libre, autónomo y sin coerción.
Creo que llegó la hora, más allá del Plan, de realizar un cambio de actitud y de estrategias que posibiliten el desarrollo de nuestros niños y jóvenes colombianos. Especialmente, aquellos que viven la incertidumbre de un país lleno de violencia, pero con la esperanza de sobresalir. Entonces me pregunto sin el ánimo de zaherir: ¿Este Plan no será un estrategia más para que la comunidad internacional crea que Colombia y su gobierno si cumplen con la educación de niños y jóvenes y así poder acceder a los empréstitos de la banca internacional?
*Docente del Distrito de Cartagena de Indias en la Institución Educativa Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y de La Fundación Universitaria Tecnológico Comfenalco.