Es justa la protesta porque no hay justicia en las determinaciones que el gobierno está tomando. Pero utilizar las protestas para destruir el país, la infraestructura, hacer terrorismo, saqueos, proselitismo, así como para abusar de la fuerza por parte de algunos miembros de las autoridades, es algo inaceptable.
Es morboso celebrar o justificar el vandalismo como justificar el abuso de la fuerza. Por otra parte, hay que cuidar qué voces se comparten respecto a lo que está pasando. En momentos como este hay que apuntar a la imparcialidad y evitar ser promotores de mensajes altamente sesgados por los que representan bandos. Hay que hacer una buena lectura crítica de estos.
Colombia necesita justicia, decisiones justas, centradas en el bienestar colectivo. Pero eso no se logra destruyendo el país, ni matando inocentes.
La protesta pacífica es un derecho ciudadano, los mecanismos constitucionales hay que usarlos, la concertación pacífica es necesaria. Pero también se necesitan líderes sanos que puedan representar los intereses de todos, y no de unos.
Finalmente, en lo que respecta a los cristianos, el llamado es a mantener el equilibrio y evitar polarizaciones, porque nuestra confianza debe estar en Cristo. No podemos caer en la trampa de señalar como también de replicar mensajes que no dicen la verdad sino una parte de ella. Hay que ser bíblicamente críticos de todo lo que vemos y asumir posiciones desde la Palabra que nos muestra la justicia Verdadera.
Por tanto, nuestras voces deben llamar a la concertación, a la paz, pero también al justo reclamo por las vías jurídicas. Pero sobre todo, a clamar a Dios por un cambio profundo en el país y el mundo, que se levanten líderes cristianos sanos que actúe centrados en el Evangelio; también estamos llamados llorar con los que lloran, consolar a quien vive el dolor de las muertes y abusos, y a mostrar que sólo Cristo puede cambiarlo todo.