Con la mano estirada y con un gesto de repudio el castrante pedagogo de turno le informaba a mi viejo: “Mire señor Posso, a su hijo se le decomiso este arete en clases” debe hablar con él y enseñarle que los hombres exitosos no utilizan aretes, no se tatúan y mucho menos se dejan el cabello largo. Mi viejo giro su cabeza me miro y con su mirada me dio su aprobación a la libre expresión y pensamiento. Al salir del salón de clases me entregó los aretes y me dijo: “sé como quieras ser, nunca nadie debe decirte como construir tu identidad pero siempre debes procurar la felicidad en tu corazón, ese finalmente será el éxito en tu vida, solo así podrás sentirte bien contigo mismo”. Este pacto se selló con unas argollas de oro que me regaló el día que conseguí mi grado de bachiller.
Hoy me pregunto qué es el éxito, un concepto divergente a nivel individual, pero cuya connotación social le define como la capacidad de producción y consumo que posee un ser. Es decir, exitoso es quien posee un empleo institucional estable que le proporciona ingresos para que sus hijos accedan a la élite educativa que les proyectará hacía el mismo círculo; es quien posee una camioneta Prado y se la presta al hijo los fines de semana para parquearla en la playita con las amiguis –educadas para servir a su príncipe Prado y paridas por el blower, las uñas y los tacones de Giuseppe Zanotti. Ese es el tipo de Éxito que acostumbra Cartagena, tradicionalista y conservador. Ese es el tipo de éxito que mi verdugo académico pretendía inculcar en mi, ese es el tipo de éxito que no permite la irreverencia, la identidad y el libre pensamiento. Ese es el tipo de éxito según Joe Belial al que renuncias cuando tatúas tu cuerpo en zonas visibles.
Esta semana mi amigo Joe me comentó: “Al tatuar por completo mis brazos, no solo intervine mi cuerpo de manera permanente, sino que también decidí hacer parte del éxito en donde se permite soñar”, en la actualidad este personaje es el director de Us Two Media una agencia publicitaria contratada por las empresas tradicionalistas cartageneras que tienen por necesidad construir mensajes y campañas para lograr el posicionamiento de sus productos, Joe además se permite viajar por el mundo para ampliar su cultura y saturar su tipoteca de insights, con una identidad que no teme ser juzgada o discriminada por el registro que lleva en sus brazos de personajes relevantes, ciclos que ha cerrado y estados mentales que para el deben ser cicatrizados a partir de la gráfica corporal porque han marcado en su corazón historias que aportan para su construcción de vida.
Otro personaje de brazos rayados que se permitió volar hacía el incierto mundo del éxito soñador fue Gustavo Bossa, una figura reconocida en el ámbito publicitario cartagenero, que con disciplina, esmero y humildad ha logrado abrirse campo en el salvaje universo tradicionalista de la ciudad.
También está Erick del Castillo, reconocido tatuador de la ciudad, quien a temprana edad encontró su pasión rayando tatuajes en el local de tríptico, pero que vivió en carne propia la dualidad de seguir su profesión -comunicación social- o perseguir su pasión -ser tatuador- y así puedo mencionar a Sigfrid Mora, otro reconocido tatuador y artífice de la primera expotattoo en la ciudad; Ricky Bru un monstruo en animación 3D y VFX; Timothy, cantante urbano; Lola Cherryblossom, fotógrafa; Mima Rasta, cantante y un sinnúmero de personajes cartageneros –algunos por adopción- que decidieron hacer parte de ese selecto target exitoso que se permite volar más allá de la institucionalidad.
Debo expresar que tengo rabo de paja porque en algún momento de mi vida también fui un pedagogo castrante y un día le dije a Andrés Rodríguez, mi estudiante, que sus brazos tatuados no le permitirían ser un buen publicista, que siempre estaría limitado en su profesionalismo y que su labor publicitaria sería subyugada a la de un chofer de computador, hoy debo excusarme con él porque lo discriminé y es quizás uno de los creativos que más respeto en la ciudad.
Mis clases en publicidad iniciaban informando a los alumnos -sin luz- que el buen creativo no era el más tatuado, ni tampoco el más perforado o el de la pinta más loca, porque así me lo enseñó Aurora, mi profesora de tipografía en segundo semestre de diseño, y yo lo repliqué sin analizarlo. Hoy tengo una apreciación diferente alrededor de la educación que intento impartir, primero no dicto clases, quien dicta clases solo imparte conocimientos básicos por un sueldo que le suministra la institución y mi pasión por la publicidad va más allá de un intercambio económico, lo que realizo son seminarios de producción publicitaria, en donde todos los participantes tienen luz, son denominados como creativos y mi compromiso con ellos es demostrarles el potencial disruptivo que tienen en su ser. No existe una regla o una norma que limite sus aptitudes humanistas al decidir exteriorizar su identidad, por el contrario, gracias a sus experiencias y perspectivas de vida tienen la posibilidad de estar un paso adelante en la construcción de insights, una de las principales herramientas utilizadas por la publicidad.
Somos la resistencia al éxito tradicional, una élite que ha sido discriminada por la sociedad, una cultura transversal, no estamos delimitados a nivel de subcultura o tribu urbana, pero hemos sido validados gracias a los intereses de la publicidad, encasillándonos bajo la regla básica del target: Todo lo que te hace diferente como individuo, te agrupa como consumidor; y bajo esta definición, nuestra élite se sumerge en el universo de la política capitalista y nos hace valiosos a los ojos de la corporación. Es decir, lo que para nuestra individualidad es una excentricidad para la corporación se convierte en capital, y el discurso publicitario como arma letal es el encargado de generar a sangre y fuego canales de comunicación, tonos y maneras que permitan crear en nuestro ser marcas y estilos que logran empatías con nuestra identidad.
Esta élite cartagenera es del tipo creativa y recursiva, los primeros gráficos se desarrollaron con agujas romanas y tinta China, sus intervenciones eran del tipo manual, es decir, pinchada tras pinchada se armaba la gráfica, luego mutó a las maquinas hechizas conformadas por pequeños motores, carcazas de lapicero y agujas de cocer, la tinta evolucionó a Rotring porque la china variaba su croma de negro a verde con el tiempo y aparentemente la Rotring no, llegando a la época contemporánea en donde las competencias instrumentales son de nivel profesional. Toda esta evolución se da por el intercambio cultural y la globalización de la información. En los noventa aparecieron en la ciudad algunos italianos que se encargaron de rayar a los locales e incrementar el nivel del oficio que hasta el momento era básico, y era básico porque la experiencia socio cultural de quienes tatuaban era barrial, es decir, los primeros tatuajes que se realizaron en esta época en Cartagena estaban asociados a personajes, signos y experiencias que provenían del medio que nos permeaba como industria cultural: la “Perubólica”, así que nos tatuábamos al Demonio de Tazmania, el Coyote y hasta a Bugs Bunny, cada barrio tenía un artista y puedo mencionar a Rodrigo Galindo en Daniel Lemaitre, Thimoty en Canapote, Sammy en Bocagrande y a Ricky Bru en la Troncal, entre otros.
Con el tiempo y bajo la necesidad de ofertar mejores gráficos y por la diversidad de gustos y estilos de vida de los clientes, los tatuadores empezaron a adquirir revistas de covers y aparecieron gráficos del tipo tribales, rosas, calaveras, skates, rollers, guitarras y figuras religiosas entre muchos mas.
Haciendo un análisis sociocultural, el contacto inicial con el mundo del tatuaje se establece por el interés individual de pertenecer a un grupo, es decir, el primer tatuaje que te haces es influenciado por el circulo social básico con el que te identificas y sientes pertenencia. En mi caso el “crew” con el que andaba se denominaba “Los Pilos” y el signo que se tatuaban con maquinas hechizas era el “Jin Jan” dice mi hermano Clarck León: “Siempre entendí que era un símbolo que le gustaba a Jesús David, quien venía de Bogotá y era algo así como el líder del combo, luego con el tiempo y realizando un análisis más profundo se logró ver que representaba la armonía entre las maldades “sanas” que se hacían y la vacanería con la que se pasaba” en mi caso no entre en la tatuada porque aún mi libertad en el hogar no llegaba a ese nivel, pero fui reconocido como “Pilo” por iniciarme a mis 14 años en el vicio que hasta ahora no he podido superar, el cigarrillo.
El segundo encuentro con los tatuajes es más elaborado a nivel conceptual y permite observar los primeros visos de identidad y experiencias vividas por del tatuado, no depende de agentes o influencias sociales externas, el segundo te lo rayas por que tu lo quieres, en mi caso estuve en Alemania y esta experiencia la registré con un trival de puntas agudas, inscrito dentro de las características gráficas de la bauhaus. En mi brazo izquierdo, al mismo tiempo decidí registrar mi primer gran amor, Diana Birling, con un código de barras en la parte trasera de mi cabeza, los encuentros posteriores con la aguja son cicatrices que necesitas tener presente para levantarte cada día y continuar con tus objetivos de vida, luego de 10 años la vida me mostró de manera dolorosa que debía girar porque había perdido mis objetivos de vida y mi éxito soñador se estaba limitando a la institucionalidad, nuevamente aprendí que debía ser humilde y para registrar este momento decidí rayar mi hombro izquierdo con un trival gigante que para mi más que un símbolo gráfico es un registro que contiene la significancia de lo que puede ser el infierno. Mis próximos tatuajes ya diseñados son tipográficos, por un lado mi nuevo concepto de vida que es Posso Imparare –puedo aprender- un estilo de vida humilde y de percepción abierta hacia el éxito soñador que debo grabar en mi para no perderlo de vista nuevamente y el nombre de la mujer que marcó mi corazón y mi razón de ser en la vida, mi hija Alejandra.
Cuando veas a alguien tatuado debes temerle, no por la posibilidad de hacerte daño físico, teme a él porque sus objetivos de vida están claros, porque su identidad está definida, porque su imagen no le preocupa, teme al tatuado porque su experiencia de vida ha sido más fuerte que la tuya y tiene una percepción del éxito que no depende de agentes externos, solo depende de él.