Eres un tipo malo, muy malo…


Nunca aprendemos en cabeza ajena. El dicho popular de que no se comete el mismo error dos veces no aplica para muchos colombianos que, casi que a propósito, repiten el error hasta para llamar la atención.

Desde pequeños nos hemos estado creyendo el cuento de que somos malos, nos dijeron hasta el cansancio de que venimos de una raza indígena especial que tiene una malicia que nos haría superiores que otros. Nos creímos todos esos cuentos, por eso no desperdiciamos la oportunidad para demostrar que somos malos.

No pagar el pasaje completo, volarse el semáforo, abrir el yogur en el supermercado y manejar borracho ya ni nos ruboriza, más bien nos convierte en una especie de héroes naturales aplaudidos por idiotas inocentes que guardan las ganas de probar también su infundada malicia indígena. Nada es nuevo. La frase “el fútbol es para vivos, no para bobos”, popularizada por el futbolista Carmelo Valencia no fue una gran idea fabricada por noches de insomnio y análisis de este desafortunado tipo; la repetía también, una y otra vez, el profesor de la escuela en la que alguna vez jugué fútbol cuando alguien aceptaba que había cometido una falta, cuando se aceptaba que había un fuera de lugar, cuando ─con el marcador en contra─ admitíamos que el gol había sido hecho con la mano.

Así nos enseñaron a creernos más vivos que los demás, así eso significara quebrar cualquier tipo de ley, y la quebramos más rápido si creemos que la ley es ilógica. Somos malos porque sentimos que debe haber aprobación y disfrutamos los aplausos de los que oyen los cuentos de nuestras maldades. Es una pena quien maneja borracho, se lleva a alguien por delante y lo mata, ¡es un desastre! ¡es un monstruo!, pero no lo es el que, igual de borracho, pasó con éxito un retén y llegó a la casa. Ese sí “está convencido de que a él el alcohol no le afecta los sentidos. Por el contrario, que sus reflejos son mucho más claros y tiene más control”. Ese es nuestro héroe. Mejor dicho, manejar borracho solo es malo cuando atropellamos a alguien.

Así que, con todo el pesimismo, y refiriéndome al tema del momento ─el de los conductores ebrios─ ni con aumento de penas, ni que les quiten el carro, ¡ni que los condenen a la pena de muerte!, podremos acabar con los asesinos al volante. Al contrario, les vamos a subir de nivel el reto para el que se creen malos, algo así como pasar al “segundo mundo”. Quizá las penas más duras sirvan para aliviar el dolor y la ira colectiva amplificada por los medios y dar una sensación de justicia, pero no para quitar una costumbre cochina.

…Y sí, todo puede ser culpa de la mala educación, de la malicia indígena en la que nos imaginamos tan buenos y en los demás mitos que solo nos creemos nosotros mismos. Para evitar tanto borracho en carro toca hacer algo más difícil: dejar de creernos más malos o ‘vivos’ que los demás ─porque no lo somos─ y empezar a creerse, en serio, que de ‘vivos’ están llenos los cementerios y las cárceles.

En Twitter: @TresEnMil


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