Hace doce años la soledad se apoderó de Arroyo de Piedra.
“Y el culpable es el peaje de Marahuaco”, dice Tomás Núñez, uno de los trabajadores cívicos de la localidad.
“Antes de que construyeran ese peaje —insiste—, todos los domingos venían visitantes de los corregimientos vecinos a integrarse con nosotros. Organizábamos partidos de fútbol, de béisbol, juegos de mesa o simplemente escuchábamos música, tomábamos cerveza y consumíamos la comida que se vendía en los restaurantes”.
Recuerda Tomás que cada fin de semana los arroyopiedreros de todas las edades, desde antes de que llegara el domingo, preparaban ventas de toda clase de comestibles y chucherías que se agotaban con la sola presencia de buses y camiones cargados con visitantes provenientes de Punta Canoa, Pontezuela, Bayunca, Manzanillo del Mar, La Boquilla y Cartagena.
“A veces, desde el viernes en la noche empezábamos a recibir visitantes. Por eso la gente armaba restaurantes con tablitas y techos de zinc o de palma, que también servían como cantinas para que el forastero se tomara sus tragos. Pero el domingo era el gran día, porque venía gente hasta de los pueblos del Atlántico a bañarse en las playas, a jugar o a parrandear. Pero lo importante era que le dejaban sus moneditas al pueblo. La gente, cuando no había mucho que hacer en los cultivos y en la pesca, se defendía con las ventas los fines de semana”.
Aseguran los moradores que la construcción del peaje no sólo espantó las ganancias que dejaban los turistas, sino también las de las volquetas, que iban a buscar piedras en las canteras que se excavaban a las afueras del pueblo.
“Cuando la pesca y la agricultura se reducían —cuentan—, los hombres nos dedicábamos a sacar piedras de los cerros para vendérselas a los constructores de Cartagena y de los otros pueblos. Pero apenas pusieron el peaje, los volqueteros se desanimaron y no volvieron más. Lo mismo hicieron los visitantes de los otros pueblos”.
“Es que ese peaje es el más caro de Colombia —dice Marelbis Luna, una comerciante—. Ya le hemos interpuesto dos acciones de tutela, para que lo quiten o le rebajen las tarifas, pero todo ha seguido igual. Mientras tanto, el pueblo se ha ido quedando solo y sin los ingresos que tenía anteriormente”.
“Ahora toca esperar el mes de julio, que es cuando organizamos el Festival del Cangrejo, para que la gente nos visite”, apunta Tomás.
A veinte minutos de Cartagena, por la carretera del mar, el corregimiento de Arroyo de Piedra es un asentamiento afrodescendiente poblado por casas de material o de madera edificadas sobre una tierra amarilla y dura que siempre está recibiendo la brisa del Mar Caribe, al que sólo puede llegarse a pie desde el pueblo.
Dicen los antiguos habitantes que, en las épocas de La Colonia, las canteras de Arroyo de Piedra sirvieron para extraer parte de las grandes rocas que se utilizaron en la construcción del cordón amurallado de Cartagena. Sin embargo, y pese a su edad y a su pasado histórico, Arroyo de Piedra carece de una economía sólida que involucre a todos sus habitantes, proporcione empleos a quienes estén en capacidad de laborar y se produzca el desarrollo material que cualquier asentamiento humano esperaría.
“Tenemos 21 años de estar recibiendo agua potable por medio de unas piletas que construyó la empresa Aguas de Cartagena —afirma Tomás Núñez—, mientras que el agua salobre, que usamos para labores domésticas, pero no para el consumo humano, nos la bombean desde la represa de Altamira. Ahora estamos a la expectativa de que este año nos prometieron la instalación de las redes que llevarían el agua potable hasta nuestras casas. Mientras tanto, compramos el agua en galones de 50 pesos y en tanques de 12 latas, que vale 600”.
“Ya sabemos —agrega Marelbis Luna— que allá en Manzanillo del Mar, Punta Canoa y Tierra Baja, Aguas de Cartagena mejoró el servicio sanitario de casi todas las casas, pero no se ha acordado de nosotros para nada. Es como si para ellos fuéramos menos gente”.
Los principales renglones económicos del pueblo son la pesca y la agricultura, pero en estos momentos ambas actividades se encuentran paralizadas, según dicen los afectados, por la escasez de lluvias.
“Cuando el invierno cae con todas sus ganas —explican—, provoca una cantidad de escorrentías que bajan de los cerros, caen al mar y enturbian el agua. Allí es donde aprovechamos para instalar nuestros boliches y sacar una buena ganancia de pescados. Pero el verano nos ha castigado duro este año”.
La construcción del emisario submarino también los tiene preocupados, puesto que han recibido informaciones según las cuales dicho sistema desembocará en las playas de Arroyo de Piedra afectando negativamente la fauna y la flora marina, “y también por eso deberían tener más consideraciones con nosotros”, aseguran.
Para subsanar un poco la crisis de la agricultura y de la pesca y velar por el bienestar de la población, en Arroyo de Piedra fue fundada, hace cinco años, la "Asociación de Comunidades Afrodescendientes de Arroyo de Piedra" (Asopiedra), que, a su vez, y al igual que el palenque San Basilio, recibe ayuda de la ONG ambiental japonesa Peace Boat.
En días pasados los funcionarios de esa firma visitaron el pueblo con el ánimo de conocer los ocho patios productivos que ya están en marcha, al igual que la parcela agroecológica, que fue creada y es administrada por Asopiedra en beneficio de todos los afiliados.
En su primer año de existencia, Asopiedra intentó implementar la piscicultura en estanques en donde se cultivaba el sábalo, pero la falta de experiencia y el intenso verano de los años subsiguientes obligó a la paralización del proyecto.
En estos momentos, son los ocho patios productivos que se están manejando en igual número de viviendas, en conjunto con la parcela agroecológica con productos de pancoger y frutales que, en años venideros, se destinarán a la comercialización en las grandes ciudades de la Costa.
“Pese a eso —dice Tomás Núñez, quien también es miembro de Asopiedra—, necesitamos que el Distrito nos ayude en la creación de microempresas en donde la gente, sobre todo los jóvenes, ocupe su tiempo. Hay mucho desempleo en este pueblo. Los pocas personas empleadas, trabajan en fincas o son madres comunitarios, pero no hay más opciones de progreso”.
Para diciembre del presente año se prevé que Arroyo de Piedra tenga su primera promoción de bachilleres egresados de la "Institución Educativa Arroyo de Piedra". Se trata de 22 jóvenes, quienes, en lugar de constituirse en motivo de alegría para sus profesores y familiares, representan otra de las problemáticas del pueblo, pues no están suficientemente preparados en materias como Informática, Química y Física, ya que el plantel carece de salones especializados en tales áreas.
Fredy Quintana de la Rosa, rector de la Institución, dice que la misma tiene una población de 900 estudiantes para pocas aulas, por lo cual se han tomado espacios como el comedor, y lo que se había destinado como biblioteca, para impartir las clases.
En agosto pasado el Distrito envió cinco profesores, que se estaban necesitando desde febrero, como también implementó cinco nuevos salones, que descongestionaron un poco el hacinamiento, pero se requiere de otras seis aulas, además de la sala de Informática, el salón múltiple y una biblioteca bien dotada y actualizada.
Mientras algunos jóvenes hacen esfuerzos para medio educarse, en las esquinas de Arroyo de Piedra se ven cantidades de adolescentes desocupados y atrapados por los estupefacientes. Otro motivo de preocupación para la dirigencia comunal y los núcleos familiares.