La lengua palenquera estuvo a punto de perderse, pero gente como Solmery Cáceres luchan por mantenerla.

De Palenque al sur, un río de palabras


Desde que la docente Solmery Cásseres Estrada tuvo la feliz idea de editar un diccionario que recogiera las palabras que utilizan sus coterráneos en el palenque San Basilio, quedó en claro que muchos de esos términos también pertenecen al acervo lingüístico que se ha manejado, durante muchos años, en las zonas rurales del departamento de Bolívar.

Conocedores de todo lo concerniente a la diáspora africana, han explicado que la palenquera es una de esas “lenguas criollas” que aún persisten en el mundo y que se conformaron mediante la hibridación de varios idiomas, teniendo siempre como eje principal una lengua dominante.

Para el caso de los africanos que fueron traídos como esclavos a América en el siglo XVI, las lenguas dominantes eran el español, el francés, el inglés y el portugués, asimiladas por el hombre afro, pero, al mismo tiempo, irrigadas por los idiomas que este traía desde regiones como las islas Bijao, Angola, África subsahariana, Mali, Costa de Marfil, etc.

Esas lenguas criollas (hibridación lingüística) también son conocidas como patois, creole o papiamento, y tienen su gran reserva en las islas caribeñas y en ciertos puntos de América Latina.

En algunos apartes del “Diccionario Lengua Palenquera-Español”, de la docente Cásseres Estrada, se reafirma lo anterior: “la lengua afropalenquera (es)...un híbrido evolutivo entre las lenguas peninsulares europeas y las lenguas kikongo y kimbundo (Congo), suto y bantú (Angola), irrigadas entre Ciba, Santo Domingo, Venezuela, Brasil y la Costa Norte Colombiana”.

En el departamento de Bolívar existieron muchos palenques con sus propias lenguas híbridas, los cuales fueron desapareciendo, por diversas razones, lo que explicaría el porqué muchos ancianos de pueblos como Mahates, Evitar, San Joaquín, San Cayetano, Igueretal, Arenal y Soplaviento, entre otros, todavía utilizan vocablos que evidentemente fueron aportados por quienes habitaban los palenques en cuestión.

De manera que cuando un abuelo bolivarense menciona el verbo “arbolear”, se está refiriendo al acto de tirarse desde un árbol hacia el río, tal como aparece en el conjunto de la lengua castellana. No obstante, el término generalizó su significado para señalar todo aquello que se arroja en cualquier parte: “Ese borracho se arboleó en el suelo”. En lengua palenquera aparece como “abboliá”.

Para los campesinos de Bolívar la persona que se caracteriza por meterse en todos los acontecimientos, con el afán de hacerse notar, pero con la fatalidad de que siempre sale mal librada, es una “andundera”. “Eso te pasa por andundero”, le enrostran casi siempre que la encuentran lamentándonse. Los palenqueros suelen llamarle también “kambimbero”.

Mientras en Palenque un “enreo” es una persona demasiado flaca, en otras partes de Bolívar el término funciona como un sustantivo que designa cualquier cosa: “Ese ‘enreo’ no es mío”. Pero también suele incluirse en frases despectivas e insultantes en contra de un adversario: “Dile al ‘enreo’ ese que no venga más por aquí.”

Tanto los palenqueros como los demás campesinos bolivarenses coinciden en calificar como “jarana” a una bulla, pero disienten en el vocablo “binde”, que para los primeros señala la piedra que se utiliza para armar el fogón, mientras que para los segundos se aplica al promontorio de tierra en donde vive el comején.

En el corregimiento de Evitar, jurisdicción de Mahates, están generalizadas las palabras “gorbetear” y “pejiguera”; la primera se utiliza como un verbo que significa luchar: “mi mamá sí ha gorbeteado con su enfermedad”; mientras que la segunda se usa para nombrar una molestia persistente, una cantaleta: “Ay, Dios mío, qué ‘pejiguera’

Vale anotar que este último término es de origen afroamericano y empezó como “vejiguera”, vocablo que a su vez proviene de “vejiga”, el órgano del toro que algunos grupos de africanos esclavizados tomaban con el objeto de fabricar látigos, para, durante sus fiestas paganas, sacarlos a relucir pegándoles por la espalda a los compañeros de juerga. Por lo rígido del látigo, éste se sentía como una terrible molestia, que con el tiempo (y no se sabe por qué) cambió la “V” inicial por “P”.

La palabra “nimá” no está incluida en el diccionario palenquero, pero sí es de uso corriente en los pueblos que rodean a San Basilio. Por deducción podría creerse que se trata de la última parte de la palabra “animal”, a la cual le mutilaron la letra “L”. Pero, para los campesinos es algo así como un sustantivo para designar cosas: “Deja ese nimá quieto”. Aunque en algunas ocasiones se dice: “Deja ese nimalejo quieto”. Otras veces se usa como verbo: “nimalea bien ese carro”.

La palabra anterior se acostumbra a combinar con el adjetivo “facto” o “farto”. Este último podría ser la degeneración del adjetivo fatuo, que significa vanidoso, vacuo, presumido: “!ese es mucho nimá facto”.

Igual que para los palenqueros, para todos los bolivarenses un “bololó” es un gran escándalo, como también ambos les llaman “chákaras” a los testículos y “chocho” a los genitales femeninos. El individuo que acostumbra a buscar pleitos, pero siempre haciéndose acompañar de un grupo de personas para atacar a una sola, es un “chagüero”, mientras que una cosa falsa o mal hecha es “chimba”.

El “bitute” es para los palenqueros una comida especial traducida en mazamorra bien hecha, gallina o cerdo bien guisado; aunque en el resto de Bolívar es cualquier clase de comida: “Es hora de que nos empujemos el ‘bitute’”. El “manduko” en todo Bolívar se usa para pegarle a la ropa cuando se le está lavando, mientras que el “kulero” es el paño de tela que se le ponía a los recién nacidos para que depositaran en él sus excrecencias.

La palabra “monikongo” no actúa únicamente en las zonas rurales sino que también se extendió a las urbanas, teniendo como significado al muñeco o dibujo infantil. Pero, vale destacar que el término empezó siendo “manikongo”, nombre dado a una etnia africana traída desde el Congo, a quienes les gustaba pintarse el rostro y el cuerpo, y ejecutar bailes que movían a risa. Con el uso, el gentilicio pasó a su pronunciación actual.

En el ambiente palenquero, “maranguango” es la bebida hechizante que utilizan las mujeres para retener al hombre a su lado. Pero en todo el departamento la palabra se usa figuradamente para nombrar cualquier sustancia malsana que se suministre furtivamente a una persona para hacerle daño.

Cuando una persona (sea de San Basilio o de cualquier otro lado del departamento) se enfrenta a trompadas con otra de menor talla o edad, quien evidentemente no resistirá el ataque, se dice que está cogiendo “anchoba”, por lo tanto es un “anchobero”, que se merece un “tanganazo”; es decir, un golpe fuerte.

En fin, se trata de un río de palabras que durante 20 años (desde los años 60 hasta los 80) corrieron el peligro de perderse bajo el influjo de ciertas “filosofías modernizantes” que mostraban a África y a Latinoamérica como territorios salvajes en los que habitaban gentes sin cultura, ni religión, ni lengua.

La corrientes etnoeducadoras que ahora laboran en Bolívar y en otras regiones colombianas en donde sobrevive la presencia afro, se están encargando de enseñar otro tipo de modernidad que no sea obligar a los hombres a que se desdibujen en pro de creencias ajenas.

 

Agradecimientos a:

Solmery Cásseres

Franklyn Howard

Dorina Hernández

Edwin Salcedo

 

 

 

OTRAS PALABRAS DEL

DICCIONARIO PALENQUERO

 

Añuñío: se usa para designar lo que está arrugado o demasiado envuelto para que quepa en el equipaje. Ej: “ese pantalón sí quedó añuñío.

Pero también señala grotescamente el ano. Ej: “a ese como que le pica el añuñío”.

Bangaña: Calabazo, totuma.

Charamuka: Pedacito de leña que se recogía en los patios vacíos y a la orilla del arroyo. Concha que se extraía de los palos. En otros pueblos, aunque significa lo mismo, se pronuncia “charamusca”, que también sirve para calificar a la persona irascible y bravucona.

Chambelona: Machete de cacha de palo alargada con la punta ancha.

Jender: Hacer con el hacha varios pedazos de un trozo de madera. En otros pueblos tiene el mismo significado, pero también se le aplica a otras situaciones. Ej: “Fulano se jendió el labio en dos cuando se cayó del burro”.

Josikiá: Hacer gestos de mal gusto con la boca a personas. Tierra removida superficialmente por un cerdo. Desaprobar o despreciar a alguien estirando los labios y moviendo la cabeza hacia arriba. También se dice “bembear”.

Kañaña: Fuerza en el brazo.

Kobao: Persona que tiene miedo de pelear con otra.

Mutete: Utensilio de cocina. Cantidad de valijas utilizadas al momento de viajar. Fuera de Palenque se pronuncia “motete”. Ej: “agarra tus motetes y vete”.

Manduko: Pedazo de madera utilizada para golpear la ropa cuando se está lavando.

Makaneo: Trabajar la tierra para la siembra de la yuca y el maíz.

Matapuekaso: Tirar puños en desorden cuando se está peleando. En otras partes se pronuncia “matapuercazo” o “matapuerco”, que indica matar a un puerco, un cerdo.

Musengue: Escobajo de mano parecido a la cola del caballo, para espantar moscos, mosquitos y jején.

Ñango: Coxis. Hueso terminal de la columna vertebral.

Pondo: Llaga o afección en la uña del pie.

Sarapa: Pescado o carne envuelto en hojas de bijao. Comida.

Selelé: Problema grande. Lío. En otras partes se pronuncia. “selele”.

Trucutear: Registrar. En el ámbito urbano se pronuncia “tracutear”, aunque el significado no varía. Al hombre que manosea disimuladamente a las mujeres en los buses y en los cines se le dice “tracuteador”.

Tabrete: Asiento o silla. En el resto de la costa se designa con ese nombre a la silla de cuero de res y madera, pero se pronuncia “taburete”.

 


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