Nuevamente, el invierno ha hecho que muchas familias del barrio Villa Hermosa desocupen sus casas, las cierren y se marchen hacia otros lugares en donde la lluvia no provoque tantos estragos.
Al suroccidente de Cartagena, Villa Hermosa es un barrio de invasión que se fundó hace seis años en un espacio que tiempo atrás era utilizado para sembrados de arroz, dada su condición de territorio bajo, en donde descansan las aguas pluviales que descienden desde el municipio de Turbaco y desde otras zonas de la ciudad.
Ahora, ya que no hay arroceras ni vacas que necesiten de la abundancia de la lluvia, las casas de madera, zinc y plástico que levantaron los invasores sufren el estancamiento y la putrefacción de las aguas sobre las calles destapadas que se vuelven intransitables.
Por eso las familias huyen.
Algo parecido está sucediendo en el hogar “Hijos de María”, el cual, durante el verano, alberga a 70 niños de 1 a 8 años de edad, hijos de las familias desplazadas que llegaron desde los departamentos de Antioquia, Sucre, Córdoba, Cesar y sur de Bolívar.
El hogar comenzó a funcionar en abril del presente año. Lo dirige Ludis Rudas Calvo, natural de Aguas Blancas (Cesar), quien lleva 25 años viviendo en Cartagena, lo mismo que Regina de la Hoz, nativa del municipio de Santa Catalina, al norte de Bolívar.
Las dos hicieron parte de las familias que fundaron hace seis años a Villa Hermosa, barrio que en un principio fue bautizado como Bill Clinton.
Ludis funda su experiencia, en cuanto al cuidado y educación elemental para niños, en los años que acumuló como secretaria y bibliotecaria de la Institución Educativa Diocesana Juan Bautista Scalabrini, que funciona en el mismo barrio, atendiendo a 550 alumnos de 4 a 18 años de edad.
Regina de la Hoz fue la directora de uno de los ocho comedores para niños desplazados que abrió el Plan Mundial de Alimentos (PMA) y que poco a poco se fueron reduciendo hasta quedar sólo cinco.
En varias de las visitas de los funcionarios del PMA, Ludis Rudas les habló de las 125 madres cabeza de hogar que residen en Villa Hermosa, de las cuales aproximadamente cien trabajan en casas de familia, ya sea como criadas permanentes, o por días, como también comercian con diferentes productos en el mercado de Bazurto, lo que se conoce en el barrio como el PNR (Plan Nacional del Rebusque).
Después de una de sus últimas conversaciones con el PMA, Ludis logró organizar una reunión con las 125 madres, y de ahí surgieron ocho comedores, a los cuales acudían los niños a almorzar, mientras ellas trabajaban.
Dice Ludis que los comedores se fueron reduciendo cuando el PMA recibió noticias de que miles de niños residentes en otras localidades de América Latina estaban más necesitados que los de Cartagena.
Los que aún existen, cada cuarenta días reciben cuatro kilos de arroz, un kilo de granos, un litro de aceite, una bolsa de sal, dos bultos de “bienestarina” y dos de panela. Con ese menú invariable, muchos niños de los siete sectores de Villa Hermosa se alimentan, mientras sus madres regresan de sus actividades laborales.
“Yo veía bien lo de los comedores infantiles —dice Ludis—, pero lo que no me cuadraba era que los niños simplemente iban a almorzar y regresaban a sus viviendas. Tenían mucho tiempo libre, mientras sus madres regresaban a casa. Entonces me dije que había que hacer algo, que alimentarlos no era suficiente, que todo ese tiempo libre se podía aprovechar en formación escolar y espiritual”.
De inmediato buscó la ayuda de Regina de la Hoz, quien venía de atender uno de esos comedores; de Félix Salgado, un docente del palenque San Basilio; de Ernestina Hernández, una vecina que imparte la educación religiosa; y de Andrea Valdez, la que actualmente atiende la cocina del hogar infantil. Entre los cinco organizaron una reunión con las 125 madres, les comunicaron la idea de abrir el hogar infantil en donde sus hijos serían cuidados, educados y alimentados desde las 7 de la mañana hasta las 3 de tarde, por sólo cinco mil pesos mensuales.
Desde principios del presente año comenzaron las gestiones con el comandante del Cuerpo de Bomberos del Distrito, Jorge Óliver, quien aportó 250 estibas y 40 láminas de zinc. Con la participación de la comunidad, se construyeron mesas y bancos, lo que se complementó con pequeñas sillas plásticas traídas de los desaparecidos comedores.
En la actualidad, el hogar sigue recibiendo ayuda de brigadas de jóvenes de los diferentes barrios de la ciudad, quienes planean construir también una biblioteca comunitaria que sirva a todos los sectores de Villa Hermosa.
Desde las 7 de la mañana, una vez reunidos los 70 niños, las funcionarias del hogar comparten una oración, luego una charla interactiva en la que los educandos cuentan lo que hicieron durante el resto del día anterior; posteriormente desarrollan trabajos manuales con acuarelas, plastilina, témperas y lápices de colores.
Otros, los de mayor edad, aprenden sus primeras escrituras y lecturas, mientras conviven jugando.
“Gracias a las charlas —dice Ludis—, nos hemos enterado de casos de violencia intrafamiliar. El más reciente lo conocimos la semana pasada, cuando uno de ellos vino con el pómulo morado. Nos dijo que la mamá lo empujó y se golpeó la cara con un banco de madera. Unos soldados que iban pasando por la vivienda le llamaron la atención a la muchacha y después vinieron acá a informarnos”.
“Al principio —cuenta Regina—, los niños no sabían estar juntos. Eran agresivos entre sí. Se la pasaban peleando por cualquier cosa, pero, mediante las sesiones de oración, las charlas y los trabajos manuales, les estamos reduciendo la agresividad, a la vez que procuramos que se sientan como en su casa”.
“Cada niño es una historia diferente —continúan las maestras—. Algunos vienen sin desayunarse, porque sus padres dicen no tener ni para comprarles un pan. Y, dos horas antes de que esté el almuerzo, empiezan a llorar, porque el hambre los acosa.
“Otros vienen con enfermedades respiratorias y brotes en la piel, por el mal ambiente que dejan las lluvias en las calles y patios encharcados.
“Tenemos dos niños que viven con el abuelo, porque el padre falleció joven y la madre se entregó a la vida ‘alegre’; dos niñas que viven con el padre, porque la madre se fue con otro; otro niño vive con el papá, porque la mamá se fue para Bogotá, hace cinco años y lo único que envía a la casa son fotos para que vean cómo está de bonita. Y así, uno cada día se horroriza y se estremece, pero sólo puede hacer lo que tiene al alcance de su mano”.
Mientras piensa en conseguir más ayudas para hacerle mejoras a la modesta edificación en donde funciona el hogar, Ludis y Regina creen que una buena salida sería encontrar gente que quiera apadrinar a los niños.
“Nos gustaría —dicen— que unos cuantos cartageneros apadrinen a un niño, o a los niños que quieran, y con eso nos ayuden a sostener el hogar, mientras conseguimos por otro lado la manera de mejorar su estructura física. Pero eso tiene que salirle a cada cual del corazón. Por eso esperamos que nos visiten y vean lo que estamos haciendo”.
Una paradoja
El barrio Villa Hermosa, surgió de una invasión el 24 de junio de 2000. Está rodeado por Nelson Mandela, Policarpa, Membrillal y Arroz Barato.
Tiene 9.900 habitantes que viven en siete sectores denominados Virgen del Carmen, Nuevo Jerusalén, La Unión (en donde funciona el hogar Los hijos de María), Central Uno, Central Dos, Villa Valentina y 24 de Junio.
Sus dirigentes comunales propenden por la legalización de los predios, la canalización de las aguas pluviales y el arreglo de las calles, las cuales empeoran siempre que los camiones que surten las tiendas de gaseosas, cervezas y otros productos hacen su ingreso.
Por esa razón, a los vehículos del Plan Mundial de Alimentos se les dificulta la entrada para cumplir con su labor humanitaria.