No es la barra, es la destreza


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El estilo vallenato tocado con acordeón cuenta con pocas notas, a diferencia del estilo sabanero, por ejemplo, en donde se dan combinaciones y tonos que indican cierta complejidad, pero al mismo tiempo riqueza y versatilidad para el acordeonista.
Lo anterior no indica que el estilo vallenato, por sus pocas notas, sea inferior a otras músicas del Caribe colombiano. Todo lo contrario: en esa escasez de notas es en donde está precisamente su fortaleza y la dificultad que encuentran los acordeonistas cuando se presentan en los festivales de ese tipo de música.
“Al acordeonista no se le pide que repita lo que ya hicieron los juglares que fundaron el vallenato, sino que sea capaz de crear sus propias melodías, pero sin salirse de los parámetros que exigen las pocas notas con que se concibe la espontaneidad de ese estilo”, dice Julio Oñate Martínez, investigador y escritor de música folclórica de la Región Caribe.
Es esa la explicación de por qué ciertos acordeonistas, quienes, durante una carrera discográfica de 10 o 15 años o más, han demostrado suma habilidad para crear arreglos inteligentes y captadores de público, resultan ser los primeros eliminados en un festival.
Detrás de esos acordeonistas famosos se presenta toda una barra de admiradores armados con pancartas, cruzacalles, afiches y hasta jingles grabados en emisoras, pero esas mismas multitudes terminan decepcionadas y hasta agresivas cuando su ídolo no pasa de las primeras rondas.
Al respecto, el locutor valduparense Isaac León Durán, uno de los animadores oficiales del Festival de la Leyenda Vallenata, afirma que “llevo años observando ese fenómeno, pero por mucho que se le explique al público que el jurado no está para calificar trayectorias sino destrezas en la ejecución del estilo vallenato, la gente sigue guiándose por la fama de su ídolo y no acepta cuando aquel es eliminado con justa causa y delante de otros que tal vez no son tan conocidos como él”.
Similar consideración expresa el folclorista cartagenero Ariel Pérez García, otro de los asiduos asistentes del Festivallenato: “Cuando usted –advierte-- esté observando la participación de su ídolo acordeonista, en un festival de estilo vallenato, olvídese de su trayectoria, de su discografía, del cantante famoso que lo acompaña y hasta de su pinta, porque es posible que el jurado lo esté viendo con otros ojos (los ojos de la ortodoxia) y puede usted terminar frustrado y hasta furioso”.
Durante la primera ronda del pasado “Festival Rey de Reyes 2017”, en Valledupar, los periodistas de radio y televisión debieron solicitarles a los animadores que, a su vez, pidieran a las barras que no accionaran sus bubucelas cuando estuvieran los concursantes en tarima, dado que obstruían el sonido que las cámaras y transmisores radiales debían asimilar.
Es, más o menos, ese el talante del entusiasmo de las personas que acompañan a los acordeonistas o simplemente los apoyan desde el anonimato de sus admiraciones.
“También ha sucedido el caso contrario –señala la periodista Jenny González Castellón--: algunos acordeonistas han coronado un festival, gracias a la presión que las barras logran ejercer sobre el jurado, sobre todo si los organizadores tuvieron el desacierto de no nombrar las personas idóneas para que calificaran con justicia y por encima de cualquier coacción”.
De todas formas, no cabe duda que los asistentes a este tipo de eventos hacen parte del paisaje festivo que propone la misma música, su sonido y el discurso de sus canciones, pero al mismo tiempo suelen confirmar –muy a su pesar -- que no siempre la voz del pueblo es la voz de Dios.


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