Pasacaballos es un rico pobre

Pasacaballos, la incertidumbre acecha


Los fines de semana, en el corregimiento de Pasacaballos, jóvenes portando pancartas se apuestan a lado y lado de la carretera principal, que conduce hacia la zona del puerto.
El objetivo es promocionar la subida al ferry, el planchón gigante que cruza el Canal del Dique cargando filas de automóviles en los que, a la vez, viajan turistas que necesitan llegar al sector Bajaire, en donde se inicia la carretera que lleva al corregimiento de Barú y demás sectores de la bahía de Cartagena.
Pero, antes de montar el ferry, obligatoriamente se topan con dos o tres estaderos en donde se vende pescado con yuca o patacones, bocados que se negocian a gritos debido al estruendo de los picós que complacen el gusto de los tomadores de cerveza.
“Y ese viene a ser otro los grandes males de este pueblo —dice Segismundo Acosta, el presidente de la Junta de Acción Comunal—; aquí, desde hace tiempo, venimos padeciendo una contaminación auditiva impresionante, porque tal parece que la gente no pudiera tomarse unas cervezas si no es con la bulla que hacen esos aparatos”.
Al igual que Acosta, muchos son los viejos pobladores de Pasacaballos, quienes añoran los tiempos en que sus paisanos eran más solidarios y emprendedores, “con todo y que había menos adelantos y la comunicación con la ciudad era más difícil, nuestros estudiantes eran excelentes: de aquí surgieron grandes profesionales en diferentes ramas, deportistas y artistas que ponían en alto el nombre de la población”, expresan con cierta pesadumbre.
Entre los dirigentes comunales se barajan las mismas nostalgias, pero también la certeza de que son muchos en el pueblo los que se debaten entre las glorias de los tiempos idos y las penurias del presente, aunque asimismo son pocos los que se muestran dispuestos a tomar cartas en el asunto para que las cosas mejoren.
“En cuanto a infraestructura de servicios públicos —explica Segismundo Acosta— podría decirse que el pueblo está en mejores condiciones que muchos de la zona corregimental de Cartagena, pero ahora venimos luchando para que los pasacaballeros se den cuenta de que nuestro gran problema son los jóvenes”.
De acuerdo con las observaciones directas que la JAC ha practicado sobre la misma población, el índice de consumo de estupefacientes, el bajo rendimiento escolar, la desocupación, la ingesta de licor, los embarazos en adolescentes, el latrocinio y las acciones violentas en fiestas picoteras de los fines de semana, anualmente vienen arrojando cifras escandalosas. 
Para los dirigentes comunales existen varias razones que explican el extravío de los jóvenes pasacaballeros,  pero entre esas hay tres que podrían señalarse como las más importantes: la descomposición familiar, la afluencia de culturas foráneas y la falta de alternativas de vida.
José Carreazo Julio, un nativo y a la vez empleado del complejo industrial de Mamonal, opina que con el relativo progreso de Pasacaballos, paradójicamente “las nuevas generaciones empezaron a sentir menos compromiso por lo suyo y por los suyos, de manera que actualmente cada cual tira para su lado. Los niños se emancipan desde muy temprano; y casi no han comenzado el bachillerato, cuando ya están consumiendo licor. Al mismo tiempo, los padres, preocupados por resolver el día a día económico, no se dan cuenta en qué hora crecen los hijos, qué cosas hacen en la calle y con quién las hacen”.
De acuerdo con la dirigencia comunal, “de los 15 mil  habitantes que, aproximadamente, tiene Pasacaballos, al menos cinco mil son desplazados por la violencia armada, provenientes las costas y del interior del país. Esas personas han traído otras costumbres y maneras de pensar, que inevitablemente han incidido en el comportamiento de nuestros muchachos. Y si a eso le agregamos que el profesorado que el Gobierno asigna para nuestros tres únicos planteles educativos no se muestra entusiasta con su trabajo, es peor la situación”.
Al respecto, Yesabeth de la Rosa, docente de la cátedra de Ciencias Sociales en la Institución Técnica de Pasacaballos, explica que “para que el proceso educativo resulte exitoso se requiere de la articulación familia -alumno- profesor. Si cualquiera de estos tres elementos falla, lo más probable es que el proceso fracase. En el caso de Pasacaballos encontramos la descomposición familiar de tal forma que los estudiantes asisten al plantel, no interesados en el aprendizaje, sino porque les gustan las instalaciones más que su propia casa. Y, a su vez, los padres los envían para descansar de ellos. Esa es la razón por la cual algunos jóvenes llegan al colegio con las tareas del día anterior sin realizar, pues en casa nadie les pregunta ni se interesa por saber qué hicieron o cómo les fue durante la jornada escolar”.
Pero a la vez que Segismundo Acosta y sus compañeros de dirigencia cívica señalan como un caso dramático la incertidumbre sobre el futuro de la juventud pasacaballera, también reconocen que la falta de alternativas de vida es otro agente trascendental en la desorientación de la misma.
“A menudo —cuenta Jorge Luis Ahumedo, del comité deportivo de la JAC— estamos queriendo que los jóvenes no pierdan el tiempo en las esquinas en días laborales; y que no acudan a los bailes de picós los fines de semanas, pero tampoco tenemos ninguna opción para que abandonen esas prácticas. 
Los dos únicos escenarios deportivos que teníamos están completamente inutilizados; y ahora, los organizadores de bailes los toman como sitios para conciertos de picó. Si uno se decide a formar un equipo de cualquier disciplina, no encuentra el apoyo de los padres de familia, porque creen que la cuota mínima que uno pide es para gastársela en todo, menos en los propios muchachos. Es una especie de apatía y de individualismo lo que está deteriorando nuestra calidad de vida”.
El arribo de desplazados y no desplazados a los territorios de esta población, hasta el momento es un fenómeno que, según el gremio cívico, no se ha visto en los demás corregimientos de la bahía, debido a que el acceso a estos últimos no es tan fácil como sí lo es en Pasacaballos.
“Y por eso —anota José Carreazo Julio— en el corregimiento se está presentando el mismo fenómeno de La Boquilla: gente de otras partes compra lotes y casas a precio de huevo, para luego convertirlos en sitios de rumba o almacenes de artesanía. Entonces, es fácil intuir que tanto el propio como el forastero están visualizando que pronto Pasacaballos será el corredor turístico obligatorio, cuando se termine de construir la carretera hacia Barú. Es decir, todo mundo anda pensando en la ganancia rápida del dinero, que siempre termina pesando más que los valores humanos”.
Las palabras de Carreazo Julio no estarían muy lejos de la realidad si se considera el hecho de que ya entre los mismos pobladores se rumora la supuesta desaparición del ferry y la construcción de un puente que unirá a los sectores El Puerto y Bajaire, lo que significa que los jóvenes de las pancartas cambiarán el oficio por cualquier otra actividad destinada a sacarle dinero a los turistas. 
“Pero con eso —augura Segismundo Acosta— es muy probable que aumente el consumo de sustancias dañinas, mientras que la prostitución juvenil haga lo propio. Ojalá me equivoque”.


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