Ramy Torres, uno de los mejores cantantes que ha dado Cartagena.

Ramy Torres, la voz de Los Inéditos


El gran salón de actos del colegio Inem de Cartagena era el escenario donde el músico y docente Eugenio Giraldo Barco  organizaba espectáculos para promocionar a sus alumnos más sobresalientes en el arte de la música.
Uno de esos estudiantes era Ramiro Torres Zapata, a quien más tarde se conocería en toda la ciudad y en las primeras capitales del país como “Ramy Torres”, no solo por ser el cantante líder de la orquesta Inéditos de Colombia, sino también por sus indiscutibles competencias en eso de interpretar, con el debido feeling, los más difíciles ritmos del Caribe colombiano, la salsa y la música afrocaribeñas que estaban haciendo furor en aquellos tiempos.
Con todo, el mismo Ramy Torres confiesa que cuando niño, al inventar conjuntos musicales con latas vacías y tronquitos de madera, en los patios del sector Central, del barrio Olaya Herrera, en donde nació, no se imaginó que sus inquietudes musicales terminarían situándolo al frente de una de las orquestas más laureadas que ha dado Cartagena en muchos años.
Con esa desprevención llegó al Inem a mediados de los años 70. Álvaro Torres, un hermano con preocupaciones musicales similares a las de Ramy, recomendó el colegio para que su consanguíneo afinara el gusto por el canto. Ambos estaban continuando la aventura de parientes como el abuelo José Joaquín Torres Almeida, ejecutante de instrumentos de viento en una banda del municipio de Arenal, norte de Bolívar; y el tío Pablo Zapata, guitarrista y ejecutante de la armónica.
Dentro del Inem las cosas no sucedieron de un día para otro, pero, al parecer, tampoco revistieron mayores dificultades, ya que Ramy Torres reconoce que por una maraña de casualidades (¿o causalidades?) no supo en qué momento empezó a integrar El combo del Inem —génesis de Inéditos de Colombia—, y terminó siendo el vocalista líder de esta última.
Vale recordar que en sus inicios, Los Inéditos (como se les decía para apocopar el nombre), se destacaron entre las nacientes orquestas cartageneras por interpretar con suma fidelidad las piezas exitosas de las agrupaciones más cotizadas del momento, aunque, según lo cuentan sus propios integrantes, el verdadero leitmotiv del fundador Eugenio Giraldo  era conseguirle un sonido propio, una personalidad armónica que permitiera identificarla tanto en las pastas sonoras como en los espectáculos.
Pero mientras se exploraba esa pretensión, el público del momento gozaba con las buenas ejecuciones que Los Inéditos hacían de El gran combo de Puerto Rico, Los titanes, el Grupo Niche, La revelación, de Juan Piña; y La verdad, de Joe Arroyo, entre otros.
A propósito,  no eran pocos los que cuando presenciaban las actuaciones de Ramy Torres terminaban señalándolo como alumno de Joe Arroyo, no únicamente porque se supiera de memoria casi todo el repertorio del monstruo cartagenero, sino además porque, de vez en cuando, imitaba los chillidos gatunos que aquel hizo populares en sus grabaciones y conciertos, como creando un sello identificador.
En todo caso, Los Inéditos se impusieron sin demora en Cartagena por la juventud, la energía, la vistosidad, la creatividad y la coreografía de músicos y cantantes, características que los hacían distintos y sin antecedentes en los anales del espectáculo cartagenero.
Al lado de la desmesurada popularidad que la orquesta iba conquistando a fuerza de talento y disciplina, corrían paralelas las gestiones de Eugenio Giraldo, quien no solo fungía como director, sino también como manager, asesor de imagen, organizador de espectáculos, compositor y todo lo que estuviera al alcance de su mano para realzar el perfil del músico en una ciudad que no dejaba de relacionarlo (al músico) con la vida licenciosa y pendenciera que en realidad, llegados los años 80, muchos estaban lejos de arrogarse.
Uno de esos era Ramy Torres. No fueron escasos los comentarios fogosos que calificaban a Los Inéditos con todos los adjetivos generosos habidos y por haber, pero al mismo tiempo no faltaron quienes los tildaban de prepotentes, pedantes y payasos. Y es posible que esta última haya sido la imagen que Ramy Torres proyectaba en esos años de post adolescencia y aplausos tempraneros. 
Pero el Ramy que se conoció después de las grandes ventas discográficas, los Congos de oro en los carnavales de Barranquilla, los conciertos a reventar, los mano a mano con las orquestas más populares del momento, las apariciones en televisión y el preludio de inmensos laureles por venir, era otro. 
Era y sigue siendo un Ramy Torres reposado, reflexivo y hasta modesto, pero sin falsedades autocompasivas cuando se trata de hablar de sí mismo. Ahora, cuando Los Inéditos existen como orquesta de conciertos en sitios cerrados, el cantante es uno de los antiguos integrantes que tratan de mantener viva la filosofía disciplinaria de Eugenio Giraldo, muerto en accidente de tránsito a las afueras de Cartagena en 1996. La noche que antecedió a su deceso fue la más laureada de su corta vida, ya que en esa oportunidad se presentaron todas sus orquestas en los precarnavales de Barranquilla.
Si por algo se recuerda a Eugenio Giraldo en el ámbito musical cartagenero es por haberse arriesgado a abrirles las puertas a los talentos incipientes de muchachos nacidos, en su mayoría, en las barriadas más olvidados de Cartagena. Se le recuerda también por haber inundado de orquestas y propuestas a la farándula del Caribe colombiano y por haber enseñado otro tipo de manejo organizativo en el sentido de erigir las agrupaciones musicales como lo que en realidad eran: verdaderas empresas que procesaban talentos y vendían alegría con identidad propia.
De su febril imaginación nacieron orquestas y conjuntos como Hijos del sol, Grupo güiro, Clase a parte, Bahía bonita e Inmaduros, entre otras, que hacían presencia en casi todas las celebraciones del departamento de Bolívar, sin contar con los que ya se estaban formando en los estudios de Playa Producciones, un edificio de tres pisos en el barrio Amberes, que se convirtió en el cuartel general de Los Inéditos, incluso, después de la desaparición trágica de Giraldo.
Finalizando la década del 90, aún los bailadores de Cartagena y de otras partes de Colombia seguían pensando en abrasadoras canciones de Los Inéditos  como “Arroz”, “La palenquera”, “Camarón”, “La rumba”, “El calvo”, “Sonrisas”, “La cocá”, “El diablo”, “Los gozones”, “Luz Mery”, “Cosita linda” y “Los tres negritos”, aunque para una nueva producción debieron pasar varios años y organizarse un relanzamiento en el que participaron nuevos actores de los medios masivos de comunicación.
En el desaparecido estadero La barra latina, del barrio Bocagrande, Ramy Torres, acompañado de los cantantes Marlon Hawkins, Marcelo Angulo y Germán Pérez hicieron la presentación de  una nueva producción concebida en la era del disco compacto. “Y siguen agitando”, se tituló ese álbum en el que, pese a incursionar en la moda del merengue dominicano con la canción “La pegona”, no dejaron de rendirle tributo a la expresión vernácula con cumbias, vallenatos y sones caribeños que los sostuvieron en su diversidad.
En esa ocasión también presentaron un documental televisivo acerca de la historia de Los Inéditos, realizado por el periodista Carlos Cataño Iguarán. Al final, dejaron en claro que la orquesta seguía su curso, “aunque tal vez una falla fue no estar en contacto permanente con los medios de comunicación para que se supiera qué estábamos haciendo”, explicaron.
EiGiBi se llamó el sello que respaldó al disco compacto; y no era otra cosa que la imagen recién creada de la organización Playa Producciones, para continuar la obra de “El cachaco Eugenio”, como se le decía cariñosamente a Giraldo Barco, el tolimense que ayudó a nutrir la metralla del boom de las orquestas cartageneras en los años 80.

Disfruta las cosas y sal a pasear…

Desde finales de los años noventa, Ramy Torres es miembro activo de una congregación cristiana. Sus más grandes esfuerzos, según dice, se centran en convertirse en un creyente creíble, sin que eso le impida seguirse montando en una tarima y desenvolviendo el mismo aguaje y sapiencia caribeña que enseñaba en la Plazoleta Telecom, en los años 80, cuando debía integrar la delantera de los nacientes Inéditos de Colombia.
Reside en el barrio Buenos Aires, en un apartamento pequeño, fresco y con los elementos suficientes como para encender el calor del hogar y una que otra reminiscencia. Uno de esos componentes es su colección de LP de Los Inéditos, que guarda con celo en un estante de aluminio dorado. También una guitarra y un montón de remembranzas que le encienden los ojos cuando tiene que regresarlas con  palabras, sonrisas y gestos manuales.
Sentado en la terraza del conjunto de apartamentos en donde vive, una brisa generosa se precipita por diferentes flancos, mientras el sol se va escondiendo por los lados de la Loma del Marión, y la madera barnizada de la guitarra alcanza a brillar con los últimos estertores del crepúsculo. 
Y empezamos a conversar…

—Sin lugar a dudas, muchos de los músicos de su generación fueron marcados por las enseñanzas del Inem…
—Eso es cierto. Yo tenía 11 años cuando entré a ese colegio y creo que desde el inicio me contagié con el ambiente musical que se percibía en todos los pasillos. Era el año 1.976 y estaba formándose el Combo Inem, al cual no me dejaron entrar porque era un chico muy pequeño. 
Pero cuando estaba haciendo segundo semestre (así era como se dividía el tiempo escolar), un sobrino de José “El Negrito” Madrid, a quien apodaban “El Tiburón”, me fue a buscar para decirme que en el combo estaban necesitando un baterista. En mi vida había visto una batería en vivo y en directo, solo en televisión. 
Cuando llegué a las prácticas, estaba muy de moda la canción “La ninfa morena”, que había grabado Adolfo Echeverría. Eugenio Giraldo me oyó cantándola y dijo, “es el pelao que necesitamos”. Y así fue como entré al combo, pero a las ligas menores, en donde ya estaba cantando  Nando Pérez; Jorge Mercado, en el piano; Angelberto “Chambacú” Barboza, Manuel Señas y Olmedo Jiménez y otros que ahora no recuerdo.
Pero la verdad es que a muchos empresarios no les gustaba mi voz. Decían que era fea, que yo no iba a llegar a ninguna parte. Sin embargo, tenía la confianza de que sí iba a lograr algo en la música. Pasó el tiempo y de pronto me salió la oportunidad de entrar al Combo Inem, de las ligas mayores, porque a Nando Pérez le salió una oferta para cantar en otra parte, y me llamaron.

—¿Y cómo encontró el ambiente en las ligas mayores?
—Bien, pero fíjate cómo son las cosas: un 31 de diciembre me mandaron a llevar unos uniformes al Club Naval. Ahí estaba tocando el Combo Inem de mayores. Nando Pérez y Angelberto Barboza, los cantantes, se quedaron sin voz. Pero, como me sabía todo el repertorio, me dieron un micrófono y me colocaron detrás de unas cortinas. Allí empecé a cantar, mientras ellos hacían la mímica. 
Esa fue una experiencia tremenda, porque el gerente del club se dio cuenta y dijo, “háganme un  favor: búsquenle un uniforme a este muchacho y pónganlo a cantar en la delantera”. Y fue así como me hice cantante del Combo Inem de mayores, que al poco rato pasó a llamarse Inéditos de Colombia.
—Hablemos de Eugenio Giraldo…
—Fue un “cachaco” (así le decíamos por cariño) que tenía una nariz grandota para olfatear el talento. Llegó a Cartagena con la idea de formar una banda de guerra, de esas que ahora en los colegios les dicen bandas de paz. Nació en Erbeo (Tolima) y, antes de llegar al departamento de Bolívar, había estudiado en el conservatorio de Ibagué. Cuando trató de formar la banda de guerra se dio cuenta de que en Cartagena había mucho talento, porque les entregaba los instrumentos a los muchachos, daba las notas marciales y los chicos, en vez de seguirlas, empezaban a berrochar tocando porros o cualquiera de las melodías de moda que se oían en las emisoras. En ese momento estaban muchachos promesas como Iván González, Richard Villarreal y Gustavo Manjarrés. Ahí fue cuando  Eugenio dijo que había que aprovechar ese talento y así se empezó a formar El combo Inem, que era la orquesta de las actividades culturales del colegio, pero a la larga se hizo muy popular en la ciudad. Al mismo tiempo había un combo pequeño integrado por alumnos de los grados menores. Cuando los mayores iban egresando del colegio, para tomar sus propias carreras, el combo de mayores se fue fusionando con el de menores, de donde salieron Álvaro Palomino, Raúl Piñeres, Manolo Mora, Ramy Torres y Naki González, por mencionarte sólo a algunos.
— ¿Y cómo nacieron Los Inéditos?
—En el año 1980 formamos la orquesta Inéditos de Colombia, que al principio no se llamaba así sino Incógnitos. Pero fue trabajando en el yate Alcatraz, del difunto empresario Amín Díaz, cuando nos enteramos de que nos iban a demandar porque ya había un grupo que se llamaba así.
Entonces fue cuando Eugenio dijo que había que buscar un nombre que identificara al grupo, pero que no perdiera ese carácter de incógnito, de mantener la incertidumbre. Así surgió el nombre Inéditos. Al principio, algunos de los integrantes no le hallaron sentido, pero Eugenio insistía en que servía para crear controversia. Y se quedó Inéditos de Colombia. Cuando la gente preguntaba que por qué nos llamábamos de esa forma, respondíamos que por ser egresados del Inem. Pero, mentiras, esa fue una historia que nos inventamos para mantener la expectativa. 
—¿Cómo fue la presentación en sociedad de Los Inéditos?
—Fue en un cumpleaños de Cartagena, al que nos invitó la empresa Consumares, que en esa época era la distribuidora del ron Tres Esquinas. Fueron ellos los primeros en darle la mano a Los Inéditos. En una ocasión montaron un espectáculo en el Circo Teatro con The Fania All Stars y nosotros fuimos los teloneros.
Después, en el primer Festival de Música del Caribe, sentimos que ahí sí nos constituimos como orquesta. Recuerdo que nos presentaron a las 5 de la mañana. Para ese entonces estaba el Grupo Niche pegando con canciones como “Concejo de madre” y “Buenaventura y Caney”.
Nosotros aún carecíamos de canciones propias, pero ya estábamos en pos de grabar “Arroz”, “La palenquera” y “Sin compromiso”, que fue el primer LP que hicimos bajo la dirección de Rey Arturo González. Desde la presentación en el Festicaribe se regó la noticia por toda Cartagena, sobre todo porque éramos un grupo de muchachos, cuyas edades oscilaban entre los 10 y los 14 años. El mayor era Rey Arturo, quien tenía 14.
—¿Y qué sentían unos novatos al enfrentarse a monstruos como el Grupo Niche y la Fania?
—Impresionante la vaina. Imagínate lo que es ver subir a la tarima a nadie menos que a Nicky Marrero y a Víctor Paz, quienes querían, a su vez, observar a un grupo de chamacos, como decían ellos. Y ver a Eddie Palmieri abrazándonos y diciéndonos, “lo único que les recomiendo es que no busquen drogas”, a pesar de que en ese momento ellos eran personas que sufrían de ese mal. A mí se me acercó Ismael Quintana y me dijo, “vaya, chamo, tú tienes mucho, aprovecha. Ojalá yo hubiera tenido la oportunidad de haber compartido tarima con gente grande, como tú lo estás haciendo hoy”. Esa fue una experiencia sobrenatural para nosotros.
—¿Qué expectativas surgieron en ese momento?
—Muchas, porque los empresarios volvieron la vista hacia nosotros. Nos convertimos en la orquesta de planta de Consumares, y por ello aparecíamos en todos los eventos.
Aquí vale la pena resaltar la ayuda que nos dieron periodistas como Olga Burgos, Edil de la Ossa, Armando López Buendía, Eugenio Baena, Cheo Romero, Álvaro Anaya, Ricardo Peñuela, Rafael Puello, Walberto Ahumedo, Campo Elías Terán y otros que espero que no se ofendan porque se me escapan sus nombres. Pero, en términos generales, el apoyo de los medios de comunicación fue definitivo en el avance de Los Inéditos. 
—La coreografía y la vistosidad también fueron algo clave en ese avance…
—Y fue también uno de los puntos con que sostuvimos la filosofía de crear controversia. Cuando se nos ocurrió lo de la coreografía, los cantantes éramos Nando Pérez, Manolo Mora y mi persona, pero en la realidad Nando permanecía más en la delantera que Manolo y yo, quienes nos alternábamos las congas. Nando, a la vez que cantaba, trataba de hacer coreografía, pero se cansaba muy rápido. Las cosas cambiaron cuando conseguimos un conguero de planta y empezamos a imitar las coreografías de El gran combo de Puerto Rico y de las orquestas merengueras que comenzaban a conquistar el mercado del espectáculo colombiano. Enseguida pensamos que eso se podía hacer en Cartagena, pero con la llamada música tropical, que era lo que nosotros tocábamos.
Cierto día nos llamaron para amenizar un gozón novembrino en el barrio Canapote, en el que estaríamos alternando con un grupo de break dance llamado Grupo Kaos, que hacía doblajes de canciones famosas del pop/rock. Pero quien nos llamó la atención fue el joven que hacía el doblaje con las canciones de Michael Jackson.
Gustavo Manjarrés dijo que conocía al muchacho, y al día siguiente lo fuimos a buscar para que se incorporara a nuestra orquesta. Y fue la sensación, porque, aparte de bailar muy bien, tenía todas las características de Michael Jackson y eso enloquecía al público, sobre todo a las chicas. Ese muchacho que ingresó a la orquesta era Germán Pérez, quien ya tenía experiencia como bailarín de danzas folclóricas, pero también sabía de bailes internacionales.
Germán le imprimió su sapiencia a la delantera de la orquesta y fue así como se logró lo que Eugenio Giraldo quería: erigir una orquesta de música tropical, pero con el formato vistoso de las orquestas dominicanas.
—¿Cómo eran las sesiones ensayísticas de Los Inéditos?
—Muy fructíferas, empezando porque éramos chicos dedicados de tiempo completo a Los Inéditos, ya que la orquesta nació con nosotros y nosotros nacimos como artistas en ella. Nuestro training era de martes a jueves, sobre todo con los cantantes, que ensayaban de 8 de la mañana a 12 del mediodía en las playas del barrio Marbella. Allí hacíamos gimnasia, ejercicios de respiración y practicábamos las coreografías. De 2 a 4 de la tarde nos citábamos en Playa Producciones, en el barrio Amberes, que era la sede que nos había acondicionado Eugenio para nuestros ensayos. Creo que para entonces éramos la única orquesta que tenía su sede propia. En ella había  un salón especial con aire acondicionado, espejos y demás elementos que nos proporcionaban comodidad y concentración.
En esa sede había un día de ensayo para la sección de pitos; otro, para la percusión; otro, para las cuerdas; otro, para la armonía y el jueves se hacía el ensamble  desde por la mañana hasta la tarde. Teníamos, además, un equipo de trabajo que se llamaba “Taller creativo”, que se dedicaba a fusionar ritmos, que fue lo que en definitiva le dio identidad a la orquesta.
—¿Cuál fue la primera ciudad que visitaron y cómo los recibió?
—La primera ciudad fue Barranquilla. Nos llevó la Cervecería Águila, gracias a las buenas gestiones de un profesor del Inem en esa ciudad, quien también dirigía una agrupación llamada Alma Latina, formada también por alumnos  del Inem. Ese profesor era muy amigo de Eugenio Giraldo y tenía sus buenas relaciones con la cervecería. Fue así como logró que nos presentaran en un festival de la cerveza en el estadio Romelio Martínez.
La presentación fue tremenda. Ahí estuvimos de tú a tú con El gran combo de Puerto Rico. Cuando empezamos a tocar, los músicos puertorriqueños se subieron a la tarima y el maestro Rafael Ithier les preguntó: “¿otra vez están ustedes en la tarima? ¿Por qué, si ya terminaron su espectáculo?” Y le respondió el maestro Eddie Pérez: “es que esto hay que verlo, porque son jóvenes que apenas empiezan y mira cómo tienen esto encendido”.
—Para entonces, ¿ya habían tomado la música en serio o todavía les parecía una recocha?
—Yo pienso que todavía era como una recocha, porque nosotros nos esmerábamos por hacer nuestras presentaciones lo más divertidas posibles. Pensábamos en grabar, pero lo veíamos como una empresa a largo plazo. Incluso, los empresarios admiraban nuestras presentaciones, pero no nos veían como un producto susceptible de llevar a los estudios de grabación.
Tiempo después tomamos la decisión de aportar nuestros propios recursos monetarios para hacer la primera grabación: Eugenio hipotecó su casa, vendió su carro y el empresario Amín Díaz también aportó. Y fue así como nos mudamos para Barranquilla e hicimos nuestra primera producción en los estudios Felito Récord. Se tituló “Sin compromiso”. Allí incluimos canciones como “Arroz”, “El Cachetero”, “La palanquera” y otros.
—La gente que los admiraba en tarima, ¿cómo recibió el disco?
—Eso fue tremendo, porque ahí empezó la otra faceta del compromiso artístico, como lo es la promoción. Ahora ya no solo nos preparábamos para hacer una buena presentación sino para hablar bien ante los medios de comunicación. Lo primero fue repartirnos en grupos para visitar las diferentes emisoras. Dio la buena suerte que por esos días estaba el béisbol en su furor y las canciones de Los Inéditos fueron las escogidas para la promoción del campeonato. El tema “Arroz” sirvió como cortina de apoyo para el equipo Indios de Cartagena, mientras yo ponía la voz invitando a los partidos. 
Esa coyuntura fue importante para nosotros, porque nos impulsó bastante y la gente no dejaba de asombrarse por el hecho de que unos jovencitos estaban metiéndose a la brava y por encima de agrupaciones veteranas que llevaban más tiempo que nosotros en el ruedo.
—¿Cómo llegaron a los estudios de Codiscos? 
—Por intermedio del productor Wady Bedrán, quien era en ese momento como un Rey Midas de la música en Colombia. Bedrán logró que Eugenio se conociera con Rafael Mejía, el director artístico de Codiscos, quien vio el producto y resolvió hacernos un contrato por dos años. Nos fuimos para Medellín, grabamos y así fue como produjimos “Bravos pa´gozá”, de donde se pegaron  los temas “Camarón”, de Eugenio Giraldo, quien aparecía en los créditos de sus canciones como José Barco; y “Lunita”, del compositor guajiro Reinaldo Mora.
El impacto de este nuevo LP fue tan positivo que la agenda de viajes se nos apretó de una manera impresionante: la empresa Consumares nos llevó a clubes privados de ciudades como Cali, Bucaramanga, Cúcuta, Medellín, Bogotá y toda la Costa Caribe. Y creo que terminamos siendo la orquesta cartagenera que más visitaba a Barranquilla.
También vinieron presentaciones para la televisión. El periodista Ernesto Mc Causland nos dedicó un programa para el canal regional Telecaribe, cuando teníamos pegada la canción “Ídolo”, de Gustavo Manjarrés, que en realidad había sido inspirada en Rodrigo Valdez, pero como por esos días Fidel Bassa había quedado como campeón mundial de boxeo, Mc Causland aprovechó y dijo que era para Bassa.
Vale decir que cuando se dio esta producción, salió Nando Pérez de Los Inéditos y grabó con su propia orquesta. Fue entonces cuando me convertí en la voz líder de la agrupación. 
El tercer LP con esta misma empresa fonográfica se llamó “Ahora más bravos”, de donde surgieron temas como “Los gozones”, “La semilla” e “Ídolo”.
—¿En ese entonces ya empezaron a salir las “orquestas hermanas” que se inventaba Eugenio Giraldo?
—Sí. Esa fue una de sus ocurrencias previsoras, porque él decía que nunca se sabía en qué momento un músico o cantante podría recibir una oferta en cualquier otra agrupación; o presentársele cualquier otro factor que le impidiera seguir en Los Inéditos. 
Entonces, la idea fundamental de las orquestas hermanas era crear algo así como unas ligas menores, en donde los jóvenes músicos fueran fogueándose para algún día reemplazar a los que iban saliendo de Los Inéditos. Por eso casi todas las orquestas que surgían de Playa Producciones tenían un mismo formato: coreografía, músicos y a veces una mujer haciendo parte de la delantera de los cantantes.
La primera orquesta hermana fue el Grupo Güiro; después vinieron Hijos del sol,  Arena caliente, Chicas toronja, el vallenato Clase aparte y otras que no alcanzaron a abrirse paso.
—¿Cómo hacía Eugenio Giraldo para manejar a Los Inéditos y, al mismo tiempo, las orquestas hermanas y  que todos estuvieran en primer plano?
—Eugenio era un tipo muy amigable, muy sociable y trataba de llevarse bien con todos los sectores: con los empresarios, los colegas músicos, las disqueras, los periodistas, los locutores, etc., y por eso era muy difícil que no lo tuvieran en cuenta. Aún así tenía sus detractores, tal vez porque siempre se preocupó por hacer que el músico se diera a respetar.
Antes de que él apareciera en escena, la imagen del músico estaba estigmatizada. Para el común de la gente, la palabra “músico” significaba alcohol, drogas, sexo desenfrenado e irresponsabilidad, pero Eugenio nos enseñó que se podía ser buen músico sin tener que incurrir en esas cuatro lacras. Además, le dio sentido profesional al músico y a la música. Esto llamó mucho la atención de los medios de comunicación, cuyos operadores sintieron una especie de compromiso moral en apoyar a los nuevos talentos que en nada se estaban pareciendo a los músicos de antaño. 
A parte de eso, siempre que Eugenio sacaba un nuevo producto, se llamara orquesta o disco, convocaba a los medios de comunicación, no solo para pedirles la respectiva promoción sino para hacerlos partícipes del desarrollo de ese mismo producto. Es decir, reunía a periodistas y locutores y les pedía sugerencias de cómo manejar ese producto, qué nuevas estrategias aplicarles, cómo encaminarlo hacia al éxito, etc. He ahí la razón del brillo de Playa Producciones.
—Un escenario importante para Los Inéditos fue el carnaval de Barranquilla y sus festivales de orquestas. Hablemos de esa parte…
—Nuestra primera presentación en el Festival de orquestas fue en el Coliseo Humberto Perea. La atracción fue tremenda, por el vestuario, porque nosotros acostumbrábamos a vestirnos con atuendos llamativos,  sombreros y zapatos que debían ser del mismo color de la ropa. Esa vez nos vestimos de rojo y nos declararon “La orquesta revelación”. Las canciones que presentamos fueron Festival de música del Caribe, evento  éste que nos  consiguió la presentación en Barranquilla; y El cuentero, ambas del maestro Francisco Zumaqué.
Al año siguiente, interpretamos “Camarón”, repetimos “El cuentero” y “El loco y la luna”, ésta última de  Wilfrido Vargas, pero esa vez el festival se hizo en el Estadio Romelio Martínez, en donde obtuvimos el segundo lugar, después de Joe Arroyo. Pero nuestra actuación fue apoteósica. Tanto cartageneros como barranquilleros estaban asombrados y mucho más se asombraron porque no imaginaban que una orquesta joven le iba a quitar el puesto a veteranas como Raíces, Adolfo Echeverría, Checo Acosta, Gustavo Jinete...
Al tercer año nos llegó el primer puesto, cuando estrenamos los temas “Los gozones”, “Se formó la rumba” y “Me salió el diablo”. Esa fue la primera vez que una orquesta de Cartagena se ganaba un Congo de oro. Los periodistas lo celebraron tanto que nos recibieron en la carretera de La Cordialidad, en la Bomba El Amparo, y nos organizaron una caravana hasta nuestra sede; y toda esa semana lo único que se oyó en las emisoras fue la música de Los Inéditos, además de que volvieron a dedicarnos un espacio en Telecaribe. 
—¿Qué siguió a nivel de producciones?
—Nuestro cuarto L.P., al que considero el mejor en la historia de Los Inéditos. Se llamó “Ahora más bravos”, de donde surgieron las canciones “Sonrisas” y “La rumba”. Esa producción marcó un hito en mi carrera, porque Los Inéditos estaban atravesando una crisis y el país también: era la época del narcoterrorismo, cuando estallaban bombas por aquí y por allá. La orquesta trabajaba mucho, pero con bastante zozobra. No se podía viajar en la madrugada. Pero también tuve una satisfacción grandísima, porque el mismo día del lanzamiento conocí a Sandra Corpas, la que más tarde se convirtió en mi esposa. De ahí adelante seguimos ganando congos hasta 1984. Creo que fueron como unos siete.
—De ahí en adelante también empezaron a incluir canciones vallenatas conocidas en sus LP...
—Eso sucedió en el LP que vino después de “Ahora más bravos”. Se tituló “Goce total”, en donde incluimos el paseo vallenato “Luz Mery”, del compositor guajiro Hernando Marín y que ya había sido grabada por El binomio de oro. Nuestra versión la vocalizó Boby Pérez, además de una canción del maestro Hugo Alandete llamada “De aquí es”. Pero el tema que más se destacó fue “Luz Mery”, sin discusión alguna.
Después de esa producción vinieron otros LP: “El movimiento”, “Y sigue la rumba” y “Con mucho gusto”. De ahí surgieron éxitos como “El calvo”, de Eugenio Giraldo; “Una noche sin ti”, de Luis Lambis; “Los tres negritos”, de Pedro Pablo Peña; “Dulce despertar”, de Wilfrido Álvarez; “Cosita linda”, de Pacho Galán; y “Me va a extrañar”, una balada del venezolano Ricardo Montaner, que Boby Pérez cantó en aire de salsa.
El siguiente trabajo lo hicimos con nuestro propio sello discográfico EiGiBi. Se llamó “Y siguen agitando”, de donde se alcanzó a escuchar “La pegona”.
—¿Cómo asumió la orquesta la desaparición repentina de Eugenio Giraldo?
—Cuando ocurrió eso, pensamos, sin temor a equivocarnos, que Cartagena había perdido a un gran valor de la música y el espectáculo en Colombia. El mismo año de su muerte, para los precarnavales de Barranquilla, Eugenio logró montar, en las tarimas de la Calle 84, todos los grupos cartageneros. Ese año, todos los grupos ganaron Congo de oro: Jorge “El Cone” Aleán, Hijos del sol, Pedro Pablo Peña, Gerardo Varela, Clase a parte. En fin, eran unos 14 grupos. Cuando Eugenio falleció se derrumbó la plataforma que le estaba sirviendo de proyección a los grupos musicales de Cartagena.
—Él preparó varias orquestas hermanas para que fueran reemplazando a Los Inéditos, pero ¿por qué no preparó un Eugenio Giraldo que ocupara su lugar?
—Tal vez porque no nos veía como empresarios, sino como músicos. En estos momentos (siglo XXI) es cuando están apareciendo los músicos-empresarios, pero mal formados, porque el músico viene con malas costumbres. Está con el dolorcito proporcionado por el “garrote” que le daban los otros empresarios. Y en ese sentido, Eugenio era un empresario que propendía por el bienestar social del músico. La muestra es que cuando Eugenio murió, dejó a sus músicos bien establecidos en sus hogares y propiedades.
—¿Qué hacen Los Inéditos en estos momentos?
—Continuamos en la brega. Yo estuve retirado cinco años por dedicarme a las cosas de Dios, pero siempre tenía en mente lo que le había dicho a Eugenio: “si algún día tienes que irte, yo me encargaré del grupo y lo sacaré adelante”. Ahora estoy logrando cosas, sobre todo luchando con algunos sectores que han dicho que Los Inéditos ya no existen. Y nosotros somos conscientes de que hemos dado la “papaya”, porque no  hacemos publicidad. Pero ya estamos reaccionando. Hacía cinco años no íbamos a los carnavales de Barranquilla, pero en el 2007 tomé la bandera,  nos presentamos y el resultado fue monstruoso.
—¿Qué ha pasado con las orquestas hermanas?
—Siguen trabajando, pero no a nivel discográfico, porque sabemos que la industria fonográfica se vino abajo con la piratería del disco compacto.
—¿Cree que los medios de comunicación han seguido favoreciendo a los músicos cartageneros?
—Si se repitiera la historia, sería formidable. Pero la verdad es que muy pocos de los representantes de los medios de comunicación se preocupan por saber qué está pasando con nosotros. Fíjate que Cartagena cumplió años y el departamento de Bolívar también, pero las celebraciones se hicieron con grupos de otras partes. A nosotros ni nos preguntaron si queríamos participar. Ni siquiera se preocupan por saber quiénes le dieron tanta gloria a Cartagena en otras épocas, si estamos comiendo bien, si estamos empleados, si tenemos seguridad social... Si eso no lo hacen los medios de comunicación, ¿quién más podría hacerlo?
 Junio de 2007


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