Estuvo brevemente en Cartagena el joven percusionista y cantante Rodrigo Rodríguez, quien (salvo la música) nada tiene que ver con otro Rodrigo Rodríguez, acordeonista y compositor sanjacintero versado en música sabanera y conjuntos corraleros.
Ambos son formidables en sus campos, pero creo que no comparten ni un átomo de consanguinidad.
El Rodrigo que les menciono nació en Cartagena, más exactamente en el barrio Las Gaviotas. Según dice, en su familia no recuerda antecedentes musicales, falencia que lo convierte en el inaugurador de una afición que le empezó desde pequeño, observando los ensayos de una orquesta que tenía un vecino llamado Jorge Gómez Guerra, a quien en el barrio conocían popularmente como “El Fósforo”.
Los antiguos vecinos y coterráneos se encontraron en el bar La Havana, de la Calle de la Media Luna, en el barrio Getsemaní, donde Rodrigo interpretó un par de canciones salseras, como en los tiempos en que perteneció a orquestas tradicionales como “Hijos y del sol”, “Inéditos de Colombia”, “Bahía bonita”, “Alfonso y su octava potencia” y una que otra gaita.
De Cartagena saltó a Bogotá, donde duró tres meses trabajando con la orquesta del cantautor barranquillero Joseíto Martínez, quien terminó proponiéndole un viaje a Suiza, donde protagonizaron varios conciertos en los que alternaron con un grupo musical de latinos de diferentes partes del orbe, con quienes, a la larga, Rodrigo terminó quedándose en Europa.
Con esa agrupación interpretaba, ya fuera como cantante o percusionista, los más afamados ritmos del cancionero caribeño, pero sin entrar a los estudios de grabación. Sólo en tarimas y salones.
Un tiempo después llegó a Suiza el violinista cubano Alfredo de la Fe en busca de músicos de kilates, para conformar una agrupación salsera. Uno de los escogidos fue Rodrigo, a quien le sirvió esa experiencia no sólo para abrirse más puertas en el ámbito del espectáculo sino también para ampliar su conocimiento en la percusión, algo en lo cual, según confiesa, tenía algunas nociones, pero la maestría efectiva que estaba ambicionando.
“Empecé como timbalero en la agrupación de Alfredo de la fe, y ahora toco toda la gama de la percusión”, dice Rodrigo, quien recuerda que el primer álbum grabado con el cubano fue “Latitudes”, donde no sólo grabó la percusión sino que también hizo coros y cantó los temas “Sandra Mora” y “Asómate a la ventana”.
“Estoy muy agradecido de Alfredo, porque me puso a trabajar duro para que alcanzáramos el nivel musical que él quería. Fueron muchas horas de ensayo, de estudio; y muchas exigencias que, a la larga, terminaron por enriquecerme”.
Un tiempo después a Europa llegó Celia Cruz a enfrentar una gira por varias países del continente, pero sólo llevaba las partituras y su voz. La orquesta de Alfredo de La Fe le sirvió de acompañamiento, y Rodrigo se dio el gusto de seguir integrando la sección percutiva.
Después de la gira, Alfredo de la Fe se marchó para los Estados Unidos y los integrantes de la otrora orquesta se quedaron en el aire, aunque terminaron resolviendo que podían conformar otra agrupación, aprovechando la experiencia y el aprendizaje con el cubano.
Rodrigo, junto con el pianista, César Correa; y el cantante líder Armando Miranda, decidió que se llamaría “Mercado Negro”, con una mezcla sin par de músicos latinoamericanos y europeos, donde el único colombiano es el cartagenero, quien ahora se llama “Rodrigo-Go”.
En 13 años de existencia, Mercado Negro ha logrado tres producciones discográficas equipadas con salsa y latin jazz, mientras que Rodri-Go ya casi cumple 20 años viviendo en Suiza.
A la vez que produce sus propios álbumes, Mercado Negro sirve de base a grandes figuras de la salsa, como el dominicano José Alberto “El canario”, Andy Montañez, Cheo Feliciano, Tito Nieves, Ismael Miranda, Charlie Aponte y Adalberto Santiago, entre otros.
Por boca de esos mismos intérpretes, los integrantes de Mercado Negro se han enterado de que su música se escucha con insistencia en Venezuela, Perú, Argentina y Brasil, pero, por encima de todo, dicen sentirse complacidos conque la música latina, especialmente la salsa, esté ocupando sitiales de importancia en los gustos de los europeos.
“Eso se lo atribuimos al fenómeno de los congresos de salsa que allá se realizan periódicamente, pero lo cierto es que esos eventos ya se están regando por el mundo. Ahora mismo te puedes encontrar un congreso de salsa en la India, en Marruecos, en Checoslovaquia o en Tel Aviv”.
Rodri-Go explica que “un congreso de salsa se dirige, más que todo, a los bailarines. El pionero de ellos fue el norteamericano Albert Torres, un bailarín de los años 80, natural de Los Angeles, quien tuvo la idea de reunir a bailarines de casi todo el planeta, y logró que se interesaran en la salsa. Entonces, lo llamativo del espectáculo es que se ve gente bailando salsa, pero de diferentes maneras. No es lo mismo ver a un colombiano bailando ese aire que ver a un japonés, aunque ambos se muevan al ritmo de la salsa”.
Los congresos, según Rodri-Go, duran entre tres y cuatro días, con una parte académica y otra artística, distribuida en talleres, conferencias, seminarios, ponencias y espectáculos en salones y espacios públicos. La parte del conocimiento está presidida por escritores, conferencistas e investigadores de la gran cuenca caribeña, de Nueva York, de Miami y del resto de América Latina.
“Todos esas actividades se desarrollan en el día, pero a partir de las 9 de la noche se organizan los espectáculos de bailes, las grandes orquestas y la presentación de los disc jockeys hasta las 4 o 5 de la mañana. Tengo entendido que en Cali están organizando un congreso, al mando de caleños, gente que seguramente le compró la idea a Albert Torres o se asoció con él”.
Otro de los colombianos que están pensando en armar un congreso de salsa en este lado del mundo es el mismo Rodri-Go, quien sueña con traerlo a Cartagena, pero no desconoce que, para tales efectos, se necesita un proceso que empezaría por educar al público cartagenero, respecto a lo que es un espectáculo de esa naturaleza.
“Ese objetivo podría lograrse vinculando a muchos bailarines cartageneros que están triunfando en Europa, y lo demás sería contactar orquestas y conferencistas del área caribeña y los residentes en el viejo continente”.
Volviendo a las actividades musicales de este cartagenero, declara que, al tiempo que labora con Mercado Negro, donde, además de cantante es socio, también hace sus trabajos en solitario, sin que hasta el momento se le haya presentado alguna complicación a nivel organizacional.
Cuando no está con Mercado Negro hace producciones audiovisuales salseras, pero inyectándoles aquello que llaman “música urbana”, con un poco de los ritmos caribeños y de los aires folclóricos del Caribe colombiano, mezcolanza que, según él, han funcionado magníficamente. Tanto así, que ya casi sale al mercado una nueva producción, con toda la alta factura que exigen las nuevas generaciones.
“Yo soy muy detallista y hasta perfeccionista, a pesar de que no tuve la oportunidad de estudiar música como hubiera querido. Pero cuento con la ayuda de César Correa, el arreglista de Mercado Negro. También me colabora Óscar Cordero, un trompetista que pertenecía a la orquesta 'Salserín', de Venezuela. Con ellos, considero que tengo un buen equipo de trabajo, además de que poseo mi propio estudio de grabación. En las madrugadas se me ocurren las ideas, que después les mando a ellos dos y entre todos hacemos los arreglos. Cuando ya todo está listo, escojo los músicos más profesionales. Uno de ellos es Óscar Iván Lozano, un pianista que estuvo con el Grupo Niche. Con ellos he aprendido muchísimo”.
De vez en cuando, Rodri-Go debe apartarse un poco de su agenda personal, para colaborar en las producciones de artistas puertorriqueños, colombianos y cubanos, quienes les envían sus muestras para que les incluya la percusión o los coros.
“Esas cosas me llenan de regocijo, mas no de vanidad, porque habiendo tantos músicos buenos en el Caribe, esos grandes cantantes o músicos se toman la molestia de buscarme para que les colabore en sus producciones”.
Desde que su trabajo empezó a tomar cuerpo en Europa, Rodri-Go soñaba con venir a cantar o tocar en Colombia; y hace pocos días se le cumplió el deseo: acompañó nuevamente a Alfredo de la Fe en su producción llamada “Melao”, cuyo lanzamiento se dio en el Teatro Julio Mario Santodomingo, de Bogotá.
“Y vienen, Dios mediante, mejores cosas con esa producción”, augura y concluye.