Para decirlo sin vueltas: no estoy de acuerdo con el paro estudiantil en la Universidad de Cartagena. Para mí la comunidad académica es sagrada y merece todo mi respeto. Comunidad académica formada por docentes, estudiantes, egresados y administrativos; que, en lo personal, extiendo a padres de familia, colegas de otras universidades nacionales y extranjeras y también a gremios de los distintos sectores de la sociedad.
No estoy de acuerdo con el paro estudiantil por tres razones. Uno. Vulnera el derecho a la educación a buena parte de los estudiantes que no apoyan el paro. Dos. Vulnera múltiples derechos a los trabajadores y profesores de la Universidad que tienen que ver con lo laboral, con el acceso y el desarrollo del conocimiento y sus proyectos, con las oportunidades de superar los problemas. Tres. Sólo dejando que funcione la administración, se favorece la aparición de las soluciones a las demandas de la comunidad académica.
Me parece poco razonable obstaculizar el funcionamiento institucional, al punto exagerado de parar todo un semestre, con todas sus implicaciones en la vida de cada uno de nosotros. No es para tanto, porque la Universidad está cumpliendo su misión fundamental con el quehacer educativo. Al grito de “Fuera Parra”, queda claro que se la montaron al Rector. ¿Quién o quiénes se la montaron y con qué propósito? Edgar Parra Chacón es un venerable y muy respetado pediatra y docente que goza de la más alta consideración entre quienes lo quieren y entre los que no, también. Ni su más enconado detractor niega su vigor intelectual, su experticia docente y su gran capacidad profesional. Estamos hablando de un hombre bueno y de un profesor que formó a varias y destacadas generaciones de médicos, enseñando con el buen ejemplo.
¿Por qué sacar a Parra? Parece que subyace en el paro estudiantil tal intención. Visto así el asunto, quedan en evidencia los intereses politiqueros que permean parte de la comunidad académica. Estos intereses se manifiestan de una manera estructural y de una manera coyuntural. De manera estructural porque en Colombia la educación se convirtió en el más descarado de los negocios. A tal punto, que parte de las encuestas de calidad que pululan, se hacen con propósito de publicidad, venta y mercadeo de carreras y posgrados. Desde hace unos treinta años, la universidad pública colombiana viene sometida a una presión privatizadora que cada vez es más insostenible. ¿O es que ya se les olvidó la movilización masiva estudiantil del 2011 contra la reforma de la Ley 30? Para entonces, los estudiantes de todo el país nos salvaron del inminente zarpazo privatizador a la universidad pública.
Por su parte, los intereses politiqueros aprovechan la coyuntura de la transición de una administración universitaria a otra. Siempre han desconocido la legitimidad y la validez de la elección del Rector Parra Chacón. Ganó la consulta con un 76% de los votos. De manera aplastante la comunidad académica se pronunció sin ambages. ¿Qué recursos y trámites perversos no han desatado estos intereses malqueridos para, no solo desconocer la voluntad universitaria, sino detentar su autonomía, sus recursos y su destino? Allí se encuentra involucrada la deshonestidad intelectual de unos pocos profesores y estudiantes; la perversión de ciertos políticos y funcionarios; la hipocresía infinita y la "hambrientud" de ciertos periodistas. Y lo peor: la renuncia generalizada de una porción -cada vez más numerosa- de estudiantes y hasta profesores a leer, escribir, investigar y pensar. En otras palabras: sucumbieron a la ignorancia más "peye" y hedionda.
Resulta abrumadora la cantidad de estudiantes que entran a la universidad con el más pavoroso nivel de competencias básicas. Tal situación le mete una presión adicional al quehacer docente. Jóvenes de dieciséis años o diecisiete que nunca se han leído un libro completo en su vida. Que no saben construir un párrafo correctamente. Que no tienen idea de cómo se hace una regla de tres simple y directa. ¡Por Dios Muchachos! ¿Qué les pasa? No todo es ideología del consumo. No todo es "perreo", ni facebook, ni serrucho.
Es más, les voy a decir de una vez cuál es el problema más serio que tiene la universidad de Cartagena: Los profesores no les estamos enseñando a los estudiantes cuánto pueden cobrar por sus ideas, por su trabajo, por sus proyectos o por sus productos. Si tú eres un egresado y no sabes cuánto vale lo que haces, perdiste tu tiempo y en gran parte los docentes somos responsables de eso. ¿Por qué? Porque la universidad va por un lado y la realidad va por otro. Hay que ser realistas, este es un mundo creado por el capitalismo y tenemos que hacer un esfuerzo serio para entenderlo. Por eso es crucial el pensamiento crítico. Pero, no es criticar por criticar, no se confundan; cada quien es sujeto de su propia formación. Se trata de tener claro cuáles son los conflictos de fondo, los intereses en juego y las contradicciones estructurales.
Hace unos cinco años me metí de cabeza a revisar los archivos universitarios y las actas de las rectorías de los años cuarenta y cincuenta del siglo XX y descubrí un carrusel de puestos, que se turnaban cuatro funcionarios. El gobernador del Departamento, el secretario departamental de educación, el síndico de la universidad y el rector. Todos eran elegidos a dedo. El presidente de la República elegía al gobernador, este al secretario, este al rector y este al síndico y así hasta nombrar a los porteros y aseadoras. Todo está consignado en las actas. De tal manera que eran los mismos de la misma clase social quienes se rotaban los puestos; hay que tener en cuenta las componendas y tensiones entre los partidos liberal y conservador de la época. Una manera de ver el juego de poderes, tiene que ver con la asignación de becas académicas destinadas a Europa y a Estados Unidos. ¿Quiénes creen ustedes que eran los beneficiados? Para ese entonces, más del 70% de la población del Departamento de Bolívar era analfabeta, así que los beneficiarios eran miembros de la élite.
La pregunta clave es: ¿En manos de quién estaba la educación en Bolívar (y la Universidad de Cartagena) en los años cuarenta y cincuenta, cuáles eran sus intereses y cuáles fueron sus efectos en la exclusión social y económica?
Piensen mis estudiantes, piensen. La misma pregunta nos podemos hacer hoy y una diferencia de fondo es que el rector lo pusimos la gran mayoría, no los mismos de siempre. El Rector Edgar Parra Chacón es un profesor que viene tan de abajo como cualquiera de nosotros. Desde hace años viene dando la lucha contra los intereses que quieren desmontar la universidad hasta dejarla hecha un cascarón. Una defensa extenuante y, en la práctica, sin recompensa ni reconocimiento.
Mi sugerencia respetuosa es que ejerzan su autonomía intelectual, sin pereza, porque ello requiere tiempo y esfuerzo. Abran los ojos. El Rector Parra siempre fue nuestra mejor opción y la seguirá siendo. Y ahora más que nunca, toda vez que el Consejo de Estado se pronunció a favor de su posesión como rector. Ojo, el CONSEJO DE ESTADO: la última palabra institucional. Los impresentables de siempre les van a decir que el rector sobornó a toda la rama judicial colombiana y hasta lo escribirán, porque el mal es más poderoso que el bien. Permítanme aclarar un aspecto: estoy en completo acuerdo con todas las demandas que le hacen a la administración Parra. Todas, porque me parecen razonables. Es más, hay que ir más allá: puyen a los malos estudiantes; puyen a los malos profesores; puyen a los malos funcionarios. Si se cayó un techo, no le pueden echar toda la culpa al rector. En todos los casos hay un responsable directo, que tiene que dar la cara.
Se trata de contribuir al fortalecimiento de la autonomía universitaria y su causa reivindicatoria de las clases populares, de los descamisados, de los negros e indígenas, de los rechazados.
Hablando de contribuciones, les pido toda su atención, porque lo que sigue no es un asunto menor. Es absolutamente inaceptable el bajísimo nivel de redacción visto a lo largo de todo el debate estudiantil en comunicados, en pronunciamientos, en redes sociales. Caen tanto estudiantes como profesores, más los primeros. A mi juicio: si no sabes escribir, tampoco sabes pensar. Ni en sentido conceptual, ni en sentido estratégico. Les ruego el favor, les suplico que superen ese vergonzoso problema generalizado. Dos cosas. Uno. Hagan un esfuerzo por leer todos los días, fuera de lo que les toca estudiar en la universidad. Por lo menos intenten llegar a diez libros completos en un año. Dos. Vale 24 mil pesos un libro que salió hace quince días. Se trata del Manual de Escritura de Andrés Hoyos Restrepo, fundador de la revista El Malpensante. Hoyos Restrepo es preciso y asertivo. La va tirando bien plena y acelera la formación del pensamiento escritural, tan necesario en el ámbito universitario.
Dicho esto, querido Udeceísta, te espero en mi clase. Ya tuvieron una semana completa para adelantar todas las actividades de lectura, pesquisa, consulta en base de datos, revisión de películas, elaboración de tablas, análisis de casos y de documentos, confrontación de teorías, producción escritural y resolución pertinente de problemas. Lleguen con la tarea hecha: es la forma práctica de cumplir la misión universitaria. Recibe un fraternal abrazo universitario.