De faro moral a lamparita sin gas.


 Ni en Netflix se ve lo que se ve en este gobierno. Es que pasamos de escuchar un Petro que daba discursos grandilocuentes en los que se señalaba con una facilidad impresionante todas las penurias que padecía nuestra gente y como de ser presidente las eliminaría como por arte de magia, a presenciar (cuando llega) una fábrica interminable de excusas y de contradicciones. 

Nuestro presidente pasó de afirmar que “En tres meses de ser presidente se acaba la guerra porque el ELN firma la paz” a una seguidilla de desplantes, masacres y anuncios de cese al fuego donde el único que cesa hostilidades es el estado. Mientras tanto llevamos hasta hoy 100 líderes sociales asesinados y 56 masacres en lo que va del 2023 según lo reportado por el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz pero ya nadie los cuenta ni hay cantantes en tarimas diciendo “nos están matando”, pero si los siguen extorsionando, secuestrando, reclutando y matando.  

Pasamos de incendiar el país por un aumento de 200 pesos y pedir gasolina más barata a pagarla a 13.564 pesos por galón, pero eso si, con dignidad. Por lo menos pasamos de una ministra filosofa a un ministro ingeniero, activista, admirador de Chávez y miembro del partido FARC. Y así, el sector minero energético aguanta un anuncio desastroso tras otro, todo sea por que nuestro presidente sea el próximo Al Gore y le den su premio Nobel de paz por su lucha contra el cambio climático. El único problema es que el sector minero energético representa aproximadamente el 7% de nuestro PIB y esa platica nos hace buena falta. 

Pasamos de escuchar como era casi un deber moral acabar los AFP, que según nuestro gran líder,  solo lucran al banquero y que no pensionan,  a ver como nuestro presidente, que además es economista, saca cuentas  en pesos corrientes y nos informa en alocución televisada que el cálculo para los subsidios de quinientos mil pesos que prometió en campaña le salió mal, que esa cuenta “se despiporró”. Así de casual. 

Pasamos de escucharlo sentenciar  “la corrupción no se combate con frases de TikTok” a un escándalo digno de House of Cards y Juego de tronos juntos, donde su propio hijo decide colaborar con la justicia y confesar el ingreso de dineros no reportados a la campaña presidencial de orígenes poco claros. ¿Cuántas ciudades arderían a esta hora si este escándalo hubiese ocurrido con otro presidente? ¿Cuántos miembros de la bancada  del pacto estarían pidiendo la cabeza del mandatario? Pero ojo, esto es ya como la segunda temporada, en la primera estaban los audios del ex- embajador Armando Benedetti, donde decía “que tal si yo digo de donde salieron los 15000 millones”, los maletines de la señora Laura Sanabria y los interrogatorios a la niñera en los sótanos de palacio. Y no va ni el primer año.  

Personalmente esperé mucho más del hombre que posó de faro moral, que con aire de superioridad prometía  resolver todos nuestros problemas y desigualdades si era elegido presidente, pero que a la hora del té parece más una lamparita sin gas que apenas titila. Mucho discurso, mucho escándalo y pocos resultados. Me pongo en el lugar de sus votantes y la decepción debe ser inmensa, traicionar la confianza de gente que apostó por un cambio para  terminar haciendo lo mismo que todos los que estuvieron antes que él, debe dejar un muy mal sabor de boca. Eso sí, no nos podemos quejar, ya podemos cancelar Netflix, que con esta mano de escándalos tenemos entretenimiento para rato. 

Para finalizar y después de presenciar el escándalo actual, caen bien las palabras del Rey Salomon: “Tan ridículo resulta que un necio pretenda hablar con elegancia, como que un gobernante piense que en su país todos son tontos” 

 


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