En los pasados días Elon Musk, uno de los hombres más ricos del planeta hizo pública su intención de comprar el 100% de la red social Twitter por la suma de 43 millones de dólares. Afirma que su motivación está basada en que considera que esta plataforma no garantiza la libertad de expresión de sus usuarios. Por lo visto este importante hombre de negocios tiene muy claro el concepto de la libertad de expresión.
Indagando un poco más sobre el tema, vemos como La Corte Interamericana de Derechos Humanos se ha ocupado en establecer la relevancia de la libertad de expresión en la sociedad democrática: es sustento y efecto de ésta, instrumento para su ejercicio, garantía de su desempeño.
Hay una relación evidente entre el despliegue de la expresión y el goce de la libertad. Estos conceptos informan diversos instrumentos internacionales relativos a derechos humanos, en el doble plano universal y regional. El orden público democrático reclama, pues, la defensa de la libertad de expresión. A ella sirve, en su ámbito de atribuciones, la jurisdicción de la Corte.
La libertad de expresión es una piedra angular en la existencia misma de una sociedad democrática. Es indispensable para la formación de la opinión pública. Por ende, es posible afirmar que una sociedad que no está bien informada no es plenamente libre como es planteado por Sergio García Ramirez y Alejandra Gonza en la La libertad de expresión en la jurisprudencia de la corte interamericana de derechos humanos.
Cuando se lee la constitución se encuentra muchas acciones interesantes, llamativas. Ojalá la mitad de ellas se aplicaran. El articulo 20 dice. “ Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación” Quienes han leído mis columnas anteriores saben que la pandemia por COVID, fue por 2 años mi principal preocupación, pero hoy al ver muy cercana la posibilidad de perder, precisamente, libertades constitucionales, vuelvo a dejar por unos pequeños momentos a mis pacientes y vuelvo al oficio de escribir.
Mi consciencia de este peligro inició cuando un candidato presidencial tildó a un judío descendiente de victimas del Holocausto de ser un neonazi por que se atrevió a hacer público lo que cualquier lector sensato puede deducir después de evaluar su propuesta pensional: que es un atraco masivo.
Usted puede estar en desacuerdo conmigo al respecto y la discusión es válida, pero pocas horas después ese mismo autoritarismo etiquetó públicamente a un niño de 14 años con el mismo rótulo: neonazi. Eso no deja mucho a la discusión. No mucho después trató de desacreditar a la FLIP (Fundación para la libertad de prensa), porque le recriminaron públicamente lo obvio: que no tiene derecho de coaptar la libertad de expresión de los ciudadanos, sin decir que por esto las personas implicadas tengan la razón o no. Ni mencionar cómo se trató de desacreditar el trabajo de Ricardo Calderón, un periodista reconocido por su investigación, antes en la revista Semana y ahora en Caracol Televisión. Y así vamos. Creer así sea mínimamente que esto es justificable, ya es injustificable en si mismo.
Yo, al igual que usted, me identifico con una corriente política, pero en este caso, creo que esto es lo suficientemente grave como para separarlo de cualquier ideología política, y unirnos en una sola voz por una sencilla razón: si nos hacemos los sordos ante abusos como éstos, será solo cuestión de tiempo antes de que digamos algo que incomode a quien esté un poco por encima suyo y entonces las etiquetas, el matoneo y la violencia tocarán a nuestra puerta.
No nos digamos mentiras: la libertad de expresión en Colombia peligra, y una vez ésta haya caído, ¿qué otra libertad tendremos que sacrificar por saciar la sed de poder de unos pocos? Luego que perdamos el derecho de expresar nuestra opinión ¿qué nos espera? ¿Quién garantizará que tengamos libertad económica, de asociación, de credo y otras más?
Es preocupante la normalización de las agresiones sistemáticas que se hacen desde el discurso de odio: a las personas, a los medios de comunicación que no se alinean a su forma de pensar. Calificativos como prepagos, gobiernistas entre otros pueden dar inicio a la censura. La libertad de prensa y de expresión es garante de la democracia, nos guste lo que se expone o no.
Desde ya se lanzan desde espacios públicos expresiones tales como “No se va a tolerar a la extrema derecha en mi gobierno”, sin sonrojarse, sin un ápice de vergüenza. ¿Entonces qué? ¿Nos ganamos una segunda temporada al mejor estilo de lo ocurrido con los integrantes de la Unión Patriótica? Si es así, entonces el cambio que tanto se pregona no es sino más de lo mismo pero desde la izquierda. Por lo menos yo aspiro a un país donde la gente pueda diferir en pensamiento y que eso no le cueste la vida. Sea de la ideología que sea.
Aprovecho para hacer un reconocimiento público a quienes se dedican al periodismo de investigación, impresionante todo lo que arriesgan. Ustedes son garantes de la opinión pública. Para ustedes todo mi respeto y admiración. Hace poco el fotógrafo colombiano herido en la absurda guerra de Rusia y Ucrania le decía el presentador de CNN, que los corresponsales de guerra son los aristócratas del periodismo. Yo le sumo a esto, el periodista que investiga y que incomoda.
Cierro con las palabras de Voltaire: "Podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo"
- Sergio García Ramirez / Alejandra Gonza. La libertad de expresión en la jurisprudencia de la corte interamericana de derechos humanos.