“Mambrú se fue a la guerra. Que dolor, que dolor, que pena, Mambrú se fue a la guerra no sé si volverá”.
Este estribillo tan familiar para la mayoría de nosotros hace parte de esas rondas infantiles que acompañaron la inocencia de nuestra infancia y cuenta la historia de Mambrú, un joven que es reclutado y como todo combatiente que va al frente, no sabe si volverá con vida. En Colombia, gracias al reclutamiento de menores, nos hemos llenado de miles de “Mambrú”.
En entrevista en BLU radio Jhoe Sauca, cosejero regional del CRIC, mencionó que según reportan organizaciones de derechos humanos, en 2024 han sido reclutados mas de 800 menores indígenas solo en el departamento del Cauca. Como olvidar los casos de los menores del Chocó que preferían suicidarse a ser reclutados. La corporación Rosa Blanca ha denunciado en múltiples ocasiones, como las niñas reclutadas eran convertidas en objetos sexuales, se les violaba y se les obligaba a abortar.
Aún más lamentable resulta que esto no sea un problema nuevo en nuestro país. En el informe presentado por la Comisión de la Verdad ”No es un mal menor. Niñas, niños y adolescentes en el conflicto armado” se señala que, Solo por mencionar el caso del reclutamiento, las estimaciones indican que en el periodo de 1990 a 2017 entre 27.101 y 40.828 niñas, niños y adolescentes fueron víctimas de esta violencia; valiéndose de tácticas de reclutamiento por parte de grupos ilegales que van desde el engaño, la manipulación sentimental, la persuasión económica y el uso de la fuerza. En los últimos días ya vamos por videos de TikTok.
En 2005 el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas mediante la resolución 1612 creó el Mecanismo de Monitoreo y reporte de graves violaciones contra la niñez en situaciones de conflicto armado, que reporta información verificada sobre seis tipos de violaciones a los derechos de los niños: reclutamiento y utilización, asesinato y mutilación, violencia sexual, ataques contra escuelas y hospitales, secuestros y denegación de acceso humanitario. En su más reciente informe del 2023 en Colombia, documentan que respecto a 2022 se registra un aumento del 49% de las violaciones arriba mencionadas, siendo el 34% de las afectadas niñas y adolescentes, con un incremento de 59% de niñas, niños y adolescentes indigenas y afrodescendiente víctimas de dichos hechos; con un aumento de 130 a 263 reclutamientos forzados de menores por grupos ilegales.
Según el mismo reporte, se informa un incremento del 46% en el número de municipios afectados respecto al 2022 destacando que estas graves violaciones se verificaron en los departamentos de Bolívar, Córdoba, Antioquia, Chocó, Valle del Cauca, Tolima, Meta, Guaviare, Huila, Caquetá, Amazonas, Putumayo, Nariño y se destaca que un 74% de estos hechos tuvieron lugar en departamentos de la costa pacífica, siendo el Cauca el más afectado con un 27% del total de los casos verificados.
Varias cosas en Colombia cambirán el día que dejemos de normalizar prácticas tan atroces como estas, décadas de conflicto armado han logrado que estos delitos de lesa humanidad absolutamente injustificables, se nos conviertan en paisaje haciendo de nosotros una sociedad anestesiada frente a la barbarie. Este crimen merece el absoluto rechazo de la sociedad en su conjunto y debe enfrentarse con todas las capacidades institucionales disponibles, aunque lastimosamente es otra oportunidad para mostrar como, donde el estado es ausente los delincuentes dirán “presente”; sitios donde el derecho internacional humanitario y la convención de Ginebra son letra muerta.
Cada niño que es reclutado en Colombia, es un secuestrado más; las preguntas que surgen son ¿Cómo es posible que solo este año llevemos 800 niños secuestrados y nadie haga nada? ¿Quién los va a rescatar? ¿Cómo es que siguen las negociaciones cuando estos delitos se riegan por todo el país como si fueran verdolaga? ¿Alguien sabe si el Cauca aún aparece en el mapa de Colombia o ya es una República Independiente? ¿Hasta cuando se seguirá premiando con impunidad y con estatus político a criminales de lesa humanidad? ¿Nos toca mudar el pacifico a Gaza para que sea digno de la atención del gobierno?
Mientras esas preguntas siguen sin repuesta, en los pueblos lejos de los centros del poder, la guerra sigue y nuestros niños siguen cantando “Mambrú, Juan, María, Michel, José, Pedro se fueron a la guerra, y no sé si volverán”