Mañana serán las elecciones más importantes de nuestro país de los últimos años, aquí un resumen de como viví estas elecciones:
Primero lo bueno: percibo desde mi lado del computador que esta campaña movió mucho a la gente; en los perfiles de mis redes sociales veo conocidos compartiendo las ideas, las mentiras y los memes que apoyaban al candidato de su preferencia. Salvo las mentiras eso me parece positivo, que en una democracia todos puedan expresarse.
Lo malo: La polarización; ¿quién no sintió un pequeño malestar al toparse un elector fanatizado de un lado o del otro? Eso dicho de mí, que soy absoluta e irremediablemente de derecha, pero que consulto en varias ocasiones a personas de izquierda, dice bastante.
Lo feo: Este ambiente tóxico en el que cayeron las campañas: Con nombre propio los Guanumen, esos que “corrieron un poco la línea ética” que para mí son la versión criolla de Joseph Goebbels, el encargado de hacerle la propaganda a los nazis en la segunda guerra mundial para justificar el exterminio de los judíos a los ojos de la opinión pública.
También las maquinarias políticas tradicionales, los votos que aparecieron de la nada en las legislativas, la campaña “antiFico” de Ariel Ávila; las “quemadas” a Fajardo planeadas por Isabel Zuleta, los pactos en la picota ofreciendo “Perdón Social”, un Roy Barreras buscando la “destrucción del centro y del Uribismo”.
Esto último para mí fue lo peor; me hizo pensar que, si en manos de Roy Barreras, o de alguno de los presentes en esa sala, estuviera la posibilidad, acá se organiza un genocidio en contra de quien no piense como él para “destruirlo”; y usted se preguntará porqué digo eso; pues fácil: como se llega se gobierna. Si no me cree pregúntele a Daniel Ortega en Nicaragua, y cuantos están presos por no pensar como él. Además, es preocupante que eso salga de la “política del amor”, pero amor Orwelliano.
Así llego a mi punto del día de hoy.
Mañana escogeremos el destino de todo un país, de aquellos con quienes simpatizamos y con quien no. Es hora de pensar en el bien común por encima de la simpatía y bien individual, y por lo menos tratar de hacer a un lado la polarización que nos divide de una forma casi que irreconciliable. Si el país se hunde, nos hundimos todos.
Quiero ser enfática en lo siguiente: No estamos peor que Venezuela, no importa cuantas veces los socialistas lo repitan, no es verdad y estoy demasiado cansada para sacar lista en mano y explicar el porqué; sin embargo, tenga claro que si podemos estar peor que ellos; aquí a razón: Cuando el Socialismo llegó a Venezuela, ellos no tenían dos guerrillas, 168 BACRIM, 87 líderes sociales asesinados en lo que va del año y 200.000 hectáreas de coca sembradas. Eso sí que es una combinación explosiva.
¿Quién no quiere un cambio? Chile, que era el ejemplo económico latinoamericano, fue convencido de que estaban en la inmunda y votaron el cambio con Boric. Hoy a menos de 6 meses de su posesión piden a gritos que se vaya, y los ciudadanos no aprueban una nueva constitución que tiene entre sus ponentes a una señora que va a las plenarias vestida en un traje inflable de Pikachu, y no es chiste, búsquelo en internet.
¿Qué tengo en contra de Petro? Como persona, nada. Pero en contra del socialismo: Todo. Nos divide en pequeños grupos identitarios que se supone deben ser enemigos naturales: negros contra blancos, gay contra heteros, creyentes contra ateos, indígenas contra el resto, feministas contra la sociedad opresora, y la lista sigue. ¿La verdad pura y dura? Un país divido no prospera, y no lo digo yo.
Como ciudadana lo que jamás podré hacer es votar por la destrucción de mi país con el socialismo, una corriente que ha demostrado sembrar hambre, miseria y muerte en todos los países en los que ha llegado, para quedarse.
Mañana votaré, para que en cuatro años podamos volver a tener elecciones, para que el litro de leche no cueste diez mil pesos, para que no regresemos al Instituto de Seguro Social como administrador estatal de la salud, para que la pobreza no se multiplique. Sé que tenemos problemas sociales graves, pero la legitimización de la criminalidad y el socialismo que propone el pacto histórico no son la solución.
Entiendo que votar en blanco, sería lo más coherente que puedo hacer, porque no comparto todo lo que propone Rodolfo Hernández, aun así, tenemos más puntos en común que diferencias. Ante un panorama tan peligroso, el voto en blanco es el equivalente a no votar y eso me parece negligente. Mañana votaré por Rodolfo Hernández, votaré a conciencia. Les invito a hacer su propia reflexión.
Cierro campaña, invito a todos a votar a conciencia y Dios salve a Colombia.