Belleza de la ignoracia

La Belleza de la Ignorancia


La Belleza de la Ignorancia
Por Cj Torres

Siempre he pensado que saber es una carga, un peso que se acumula en los hombros como una roca que nunca pediste llevar. Sin embargo, desde niño, me enseñaron que saber era la única puerta a la libertad. Leí libros, escuché historias y, con cada página, sentía cómo se expandía mi mente y, paradójicamente, cómo se encogía mi alma. Porque mientras más sabía, menos ignoraba, y menos podía evitar ver la sombra que la realidad proyecta sobre nuestras vidas.

He llegado a pensar que la ignorancia tiene una belleza tan pura que raya en lo sublime. Pienso en aquellos que, sin saber nada de la corrupción del mundo, despiertan con una sonrisa y se enfrentan al día con el entusiasmo de quien no conoce las tormentas que se gestan a la distancia. Los niños, por ejemplo, tienen esa inocencia que envidio profundamente. Ellos no saben del dolor que los espera, de las pérdidas que marcarán su vida, de la injusticia que acecha a cada paso. Y en esa ignorancia, ellos ríen, juegan y sueñan con un futuro brillante. ¿Quién puede culparlos?

Schopenhauer decía que la felicidad del ignorante reside en no entender la verdadera naturaleza del mundo. Y tenía razón. ¿Qué motivo tiene para sonreír alguien que conoce la futilidad de la existencia, que sabe que la vida es un ciclo de sufrimiento, trabajo y pérdidas? Saber nos arranca la venda de los ojos, pero nos deja ciegos de esperanza. Nos entrega una claridad que hiere, una verdad que pesa. El que sabe, sabe demasiado. Y a veces desearía no saber tanto.

Pero, como todo, la ignorancia también tiene sus trampas. Pienso en aquellos que, por ignorar, no ven las cadenas que los atan, las injusticias que los golpean. Pienso en cómo esa misma ignorancia que los hace felices los vuelve vulnerables, los convierte en presa fácil de quienes sí saben, de quienes usan el conocimiento como un arma. Tal vez es eso lo que me hace dudar, lo que me impide entregarme a la belleza de no saber. ¿Es felicidad vivir en un espejismo, aunque sea placentero, si no es real?

Y entonces me debato entre dos mundos. En el primero, la felicidad está hecha de la ligereza de no saber; en el segundo, el conocimiento pesa, pero ilumina. Saber que el sol no gira alrededor de la Tierra no cambia el calor que sentimos en nuestra piel, pero nos da la capacidad de soñar con viajar más allá de las estrellas. Ignorar que el fuego quema nos puede costar la vida, pero conocer su calor nos permite domarlo y crear.

Tal vez no hay una respuesta definitiva. Tal vez la vida es, como siempre, ese eterno juego de equilibrios. Yo sé que sé demasiado, y eso me ha robado muchas cosas, pero también me ha dado herramientas para contar historias, para transformar la realidad. A veces envidio la inocencia perdida, pero otras veces agradezco ver más allá. Quizás, en el fondo, la belleza de la ignorancia no está en no saber, sino en elegir cuándo mirar hacia otro lado.


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