Son los relatos de un desplazado. Llueve a cántaros, son la tres de la madrugada y la humilde casa de Jacinto parece venirse al suelo. En zona rural de los Montes de María, se ven insignificantes, las casas, ante la tronamenta, donde la luz de cada relámpago traspasa todas sus estructuras, y es el único momento en que se ven los unos con los otros. No tienen luz, ni agua potable, como pueden recogen agua lluvia para los días venideros.
Jacinto, aprovecha bañarse a esa hora mientras recoge agua. Está contento, sus sembrados les faltaba agua. Cuando de pronto en esa tenebrosa oscuridad, se oyen unos disparos, todo el mundo se recoge, el miedo los embarga. Corre la bola, que los tiros vienen del cementerio. Después suena una ráfaga de ametralladora, que todo el pueblo escucha. No hay más que indagar, se ha tomado el pueblo algún grupo insurgente, no se sabe si es la guerrilla, paramilitares o delincuencia común. Esta población siempre ha estado a la expectativa que se la tomen los grupos al margen de la ley. -Y las autoridades están avisadas.- No importa quién sea, hay que correr hacia el monte, esa es la orden de los líderes del pueblo.
Había “que presenciar para creer”, dice Jacinto, mujeres embarazadas, con niños de brazo, niños, niñas y ancianos corren como pueden y se refugian en el monte, ayudadas por la oscuridad reinante. “A mí me tocó agarrar a mis hijos, a la mujer con menos de 45 días de haber parido y sumarme a la estampida”. Dejan todo atrás para salvar sus vidas. Tan solo traen su foco de mano, léase linterna, que no pueden encender porque los delata. Si caen en un campo minado ahí será su fin, pero hay que andar los más rápido posible, escapar del peligro.
Continúa Jacinto, alguien osado y escurriéndose entre los matorrales se da cuenta que hay dos muertos en el cementerio. Y también nota que son los paramilitares los que hacen presencia. Ve en un uniforme las iniciales AUC. La noticia es más escalofriante, acababa de pasar la matanza del Salado, y la población les tienen un pánico aterrador.
Como para provocar más pánico, los paramilitares comienzan a incendiar casas y levantar a plomo cualquier indicio de personas en ellas. Ni los animales se salvan de la balacera. Gritos se oyen por todas partes, respondidos con ráfagas y anuncios, “salgan o los matamos”. Eran los perros que se movían ante la llegada de los intrusos. Algunos murieron otros se fueron detrás de sus dueños, narra Jacinto.
Y es de admirar, prosigue su relato, que sólo Geño el poeta del pueblo no corrió a esconderse. Un humilde campesino, que no sabe leer ni escribir, sale al frente de la situación. Y al verlo los paracos, le hicieron disparos, “un momento”, exclamó en la oscuridad.” Antes de realizar la sentencia al poeta del pueblo, en la oscuridad reinante e indefenso, pueden decirme cuál es el motivo que tienen para desaparecerme de este mundo, un hombre solo, innato compositor que es la alegría todos los días”. Los visitantes se quedaron mudos, sorprendidos con la coherencia de sus palabras. “Mira viejo”, estamos buscando a unos personajes, y le leyeron una lista como de seis personas. Y el poeta respondió, “soy nacido y criado en este pueblo, y jamás supe de esos nombres, somos gente de paz perdonen los pronombres” Vete para tú casa, antes que te mate, infringió el que parecía jefe, luego te enteras de los muertos.
Mientras, los que salieron hacia el monte, con su orientación campesina, caminan en esas condiciones hacia la cabecera. Caminaban, pero no sabían a donde iban a salir. Los niños lloraban sin cesar, bajo la lluvia y total oscuridad, no era para menos. No había sitio seguro en la caminata, había que seguir, seguir y llegar algún punto, lejos de los disparos. Después de caminar casi cuatro horas, por fin llegan al amanecer a las goteras de la cabecera municipal. Qué alivio, estamos a salvo “suspiraron algunos”. En las condiciones más infrahumanas alcanzan la cabecera municipal. Se corre la noticia, ya se sabía, la policía está enterada de la toma, solicitaron refuerzo a la infantería, pero no ha llegado todavía. Esperan en unión con la alcaldía ayudar a la nueva población desplazada, se pronuncia Jacinto.
“Es increíble, pero es cierto, por tantas vicisitudes que nos tocó pasar en esos montes oscuros y expuestos a cualquier peligro, ahora comienza el calvario para que seamos atendidos, afirmó Manuel, uno de los líderes de la población”. Jacinto está en shock y bajo un estado de nervios que lo tiene paralizado. Su sufrimiento es muy doloroso, su mujer en el estado que está, sus cuatro hijos pequeños y un recién nacido. Se lamenta, ahora que llegó la lluvia que va poner a crecer la siembra, hay que abandonar todo. “Qué desgracia, y sin un peso en el bolsillo, con el compromiso del préstamo en el Banco Agrario que pagaría con su cosecha”, afirma.
Realizan un censo, y la mayoría no tiene documento de identidad. Quien carajo va buscar cédula en ese momento. Llegan las primeras ayudas humanitarias. Los ubican en albergue transitorio (escuela), reciben atención médica. Hacen sus declaraciones. Piden ayuda al departamento para que vengan y los inscriban en el registro único de desplazados, llega la UAO y comienza el proceso de reconocimiento oficial por parte de gobierno y de sus entidades vinculantes con este tipo de población vulnerable. Todo un largo camino deben recorrer para que aparezcan en el registro como víctimas del conflicto armado, la ley sobre indemnización a víctimas también tiene sus pasos para que Jacinto y los demás reciban los primeros beneficios. La espera es prolongada, en su nueva vida, en la cabecera o en centros urbanos, deben hacer cualquier cosa para sobrevivir.
No les dan trabajo por su condición, eso no se puede ocultar. No ha habido ley que meta en cintura a los empleadores. Ni siquiera se conduelen con el dolor de estas tristes familias, habrá excepciones. Su estado sicológico está muy alterado. Y estarán alterados durante mucho tiempo, que algunos no lograran superar. Su atención y reparación es una responsabilidad total del gobierno y de todas sus entidades, pero además, los empresarios, los gobiernos regionales, locales, Ong y la ciudadanía en general debemos acompañar a estos compatriotas que la vida les cambió para siempre, sin que ellos la hayan estado buscando.
Para que nos hagamos una idea del fenómeno del desplazamiento en Colombia, hoy hay aproximadamente 5. 7 millones de personas desplazadas, según el informe del Centro de Monitoreo de Desplazamiento Interno, IDMC (http://www.noticiascaracol.com/nacion/colombia-es-el-segundo-pais-del-mundo-con-mas-desplazados-segun-informe) Aunque en el registro oficial de víctimas por desplazamiento se superan ya los 6 millones (http://www.semana.com/nacion/articulo/victimas-del-conflicto-armado-en-colombia/376494-3). Y el gran total de desplazados, por confrontación armada, violencia y violación de los derechos humanos, alcanza la escalofriante cifra de 28, 8 millones de Colombianos. Esto significa una tragedia nacional que genera una crisis humanitaria sin precedente en la historia reciente. Más de la mitad de la población nacional (http://www.elcolombiano.com/colombia_tiene_el_mayor_numero_de_desplazados_internos_en_el_mundo-HEEC_239871)
Colombia se ha venido convirtiendo mundialmente en el país donde más ha habido desplazamiento forzado de personas, superando a Siria, Afganistán e Irán. Bueno, son más de cincuenta años de conflicto armado. Y el caso de Jacinto se repite todos los días que ya traspasó lo rural para perpetrase en las grandes ciudades. Los dos muertos en el cementerio eran forasteros, concluyó Jacinto. Mucha atención, es un detonante social con consecuencias humanitarias incalculables. –Desplazamiento dentro de las mismas ciudades-