Pleitesía viene de pleito. Pleito del latín placitum, sustantivo neutro a partir del participo del verbo placere (gustar, parecer, suscitar placer o acuerdo) y a su vez placere en latín significa pleitesía, placer, complaciente, displicente, etc. Es una palabra tan antigua como las mismas monarquías.
Y según la real academia de la lengua, “rendir pleitesía” significa: muestra de reverencia y cortesía que se hace a una persona. Sepan que próximamente va a salir una novela con nombre, “Nueva Pleitesía” del escritor mexicano Rodrigo de la Serna, que trata sobre los grandes entrelazados que se dan en la vida diaria por alcanzarla. En realidad la palabra pleitesía abarca la historia misma de la humanidad.
En todas las épocas de la civilización este vocablo ha sido utilizado. Sin embargo, llegar a medir su apropiado uso es el que pone en entre dicho la dignidad de las personas. Desde antes de cristo y después de cristo, por los reyes más antiguos y actuales, pasando por los dictadores mundiales, los papas, los presidentes democráticos, los empresarios exitosos, los gerentes de empresas, los narcotraficantes, los guerrilleros, los paramilitares, los políticos engreídos, los rectores de instituciones educativas, los dirigentes nacionales y locales y hasta el patrón de la muchacha del servicio les gusta que le rindan pleitesía. Ah y me faltaban, los militares de alto rango.
No hay momento más doloroso, deshonroso y humillante, que por estar en desventaja ante personajes, entre comillas, hay que festejarles todo porque se merecen pleitesía, digan lo que digan, hagan lo que hagan, piensen lo que piensen, hay que mostrar siempre reverencia de cortesía, es una jartera del demonio rendir pleitesía sin sentirla ni merecerla, por no perder el puesto de trabajo, la posición económica, política o social o lo que sea. Es casi parecido, sino es igual, a las mujeres y hombres que conviven por apariencias sociales, sin importar lo que haga el uno o el otro. La conducta humana se ve rebasada por las triquiñuelas del aparato hegemónico dominante. -Muchos se acomodaron a esa vida y viven felices- Acólitos a todo.-Siempre sirven el trago, ja, ja-
Arrodillarse es de varón. Lo mismo que llorar también. Pero uno se arrodilla sólo al altísimo, si cree en él, si no cree, ni modo, y llora delante del que sea. Pero es común ver a muchas personas regocijadas porque delante de ellos se les arrodillan y piden perdón por su posición de poder. Eso debe ser tipificado como delito. Es una discriminación más. Nadie puede tener esa potestad. El desgarre, la dignidad humana llega hasta el suelo. Se arrastra por conseguir un aparente mejor estatus social. Muchos mueren temprano por lograr ese estatus que no lo deja vivir tranquilos. Utilizan todas las formas de lucha para lograr el reconocimiento de la sociedad en general.
Podríamos decir entonces, que los reyezuelos andan sueltos y están en todos los recovecos de palacio llamado ciudad. Saltan, brincan como lepóridos. Nadie se escapa de encontrarlos. Y algo muy degradante, repugnante, la reproducción sistemática de los pichones de reyezuelos salen a montón todos los días producto de la crianza que reciben de su origen sangre azul, su apellido, etc., Ja, ja, ja, da risa todo eso.
Todas las personas ricas o pobres hacen cosas todos los días en común. Comen, beben agua, se bañan, van al baño, orinan, duermen, somos homogéneos en todo, y entonces por qué tanta pleitesía. Seamos más humildes, sinceros, más personas, más humanos. Lo único heterogéneo es en el trabajo. La mayoría de los pobres no tiene un trabajo formal, no tienen la capacidad de atesorar fortunas. Ahí está una gran desigualdad histórica, que no traduce en más pleitesía, sino en más oportunidades para todos.