Existen evidencias que no es juicioso ocultarlas. Bueno, en principio, partimos de que todavía arrastramos altos niveles de pobreza, muy a pesar que durante el gobierno de la Mariamulata se disminuyeron las cifras. Siguen siendo cifras altas. Lo mismo que en la educación, fue el centro de su gobierno. Hoy, la pobreza se ha disparado y muchos jóvenes salieron de los CERES.
Pero, no es de pobreza que vamos a hablar. Ni mucho menos de inseguridad. Hablaremos de algo que viene preocupando a los ciudadanos, “el sentido de pertenencia hacia la ciudad” -Comentan, dicen, vociferan, gritan, despotrican en cualquier esquina, en cualquier espacio, en la casa, en la oficina, en las redes sociales, en cualquier reunión, la pérdida de valores- Somos una ciudad pacífica, sumisa y demasiado conformista con tanto atropello que hacen a diario con sus habitantes, afirman muchos.
Para comenzar, ponemos de presente una investigación realizada en el sistema de transporte urbano y empresarial, a través de la observación directa. Una de las conclusiones que se llegó, es que los trabajadores del sistema de transporte masivo y colectivo, llámese taxis, buses, busetas, colectivos y hasta motataxis se sienten oprimidos, asfixiados por las altas tarifas que deben entregar a sus patrones.
Para que tengan una idea, la tarifa mínima es de $ 80.000, sin incluir tanqueda, estacionada y lavado del vehículo, que sumado da un total de $ 160.000. A partir de aquí, es cuando el taxista tiene que rebuscarse para la casa. Lo mismo sucede con los buses o busetas, entregan $ 250.000 a $300.000, fuera del combustible, la cartulina y parqueo. Estas cantidades son una exageración. ¿Cierto que sí? Y varían si es a gas o gasolina.
Según la mayoría de conductores, ellos trabajan por necesidad. Vea mi amigo, dice un taxista, “si no hay trabajo, tengo que aguantar hasta que Dios quiera”. Y ahora no somos taxistas, sigue diciendo, “nos entregan el carro en calidad de arriendo. Ya no somos trabajadores, ahora somos empresarios del volante” ¿Cómo la ve? Muy mal para sus intereses, le confirmo.
Esto es un abuso descarado. Los patrones quedan exentos de pagar liquidaciones. No están obligados a afiliarlos en salud y pensión. Aquí se evidencia una problemática social muy seria para la ciudad. No es bueno que el recurso humano que transporta a sus ciudadanos diariamente, se encuentre disminuido, azarado y desamparado. Aportan un porcentaje del producido diario para las cooperativas de transporte y no se imaginan lo difícil que significa devolvérselo a fin de año. Dice un conductor; “a fin de año nunca tienen plata para devolver lo ahorrado”
Y lo peor, los dueños del transporte en todas las modalidades, su gran mayoría, no son de aquí. Es un indicador foráneo que nos deja mal parados. Se desvirtúa el sentido de pertenencia.
La razón es muy sencilla. Los vehículos en general que prestan servicio de transporte, tienen placas de otras ciudades, sus impuestos no entran a las arcas del distrito. Un ejemplo, existen aproximadamente 1.500 buses modernos que prestan servicio de transporte a las empresas del sector de Mamonal, la mayoría no tienen placa de Cartagena.
¿Un vehículo de transporte público con placa de Cartagena le será fácil rodar por las calles de Bogotá o Medellín? Seguramente no le será fácil.
Aquí salta la pregunta: ¿De quién son las empresas de Mamonal? ¿Quiénes son sus gerentes o directivos? La respuesta es evidente, son foráneos también. Entonces, es entendible la contratación del trasporte. ¡Eso no está bien! Hay que utilizar la capacidad instalada de la ciudad para poder avanzar en su verdadero desarrollo.
Y no sólo en el transporte, sino en casi todas las áreas de desarrollo de la ciudad -Eso dice mucho de la competencia, sentido de pertenencia y creatividad de sus habitantes- Y lo último, la estatua del Joe Arroyo no se parece en nada a este icono de Cartagena y Colombia. Dese la pasadita, mírela bien para que vea. “Tú me tiras las cajas, yo te tiro los cajones”.