RODOLFO LARA MENDOZA:
UN POETA NOTABLE DEL CARIBE COLOMBIANO
–Las perspectivas plurales de su nuevo poemario–
- El suceso editorial y fragmentos biográficos
El poemario Y pensar que aún nos falta esperar el invierno (2011), del poeta Rodolfo Lara Mendoza, forma parte de la hermosa “Colección Voces del fuego: Testigos del Bicentenario”(1) de Ediciones Pluma de Mompox.
Noticias sobre la vida y obra de este autor son las siguientes: “Nació en Cartagena de Indias en una mañana de noviembre de 1973. Es un artista polifacético que ha incursionado por igual en la fotografía, la literatura, la escenografía del teatro, y la pintura. Afirma Rodolfo no tener biografía, sino sólo poemas que hablan de un hombre dado a la tarea de rescatar de sí un poco de inocencia. Su trabajo poético ha recibido diversas distinciones, entre las que se destacan el primer premio en la 2ª Convocatoria de Premios y Becas del Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena (2002) y el Premio Nacional de Poesía “Gustavo Ibarra Merlano”, de la Universidad Tecnológica del Bolívar, en la categoría de estudiantes universitarios (2005). Participante del Festival Internacional de Poesía de Cartagena (2004) y del Festival de Poesía Alternativa de La Guajira en dos ocasiones consecutivas (2006 y 2007). Textos suyos han sido publicados en revistas nacionales e internacionales, y en las antologías, Al pie del agua y El corazón habitado: últimos cuentos de amor en Colombia, entre otras. Tiene publicado el poemario Esquinas días contados”(2). El poemario contiene en la contraportada comentarios de Wiston Morales Chavarro, poeta y novelista colombiano, y de Martha Gantier Balderrama, poeta boliviana. También, el poeta “es delineante de arquitectura e ingenierías. Estudió filosofía en la Universidad de Cartagena. Le han publicado algunos de sus textos las revistas Noventaynueve, Susurros, Poesía Viva, Común Presencia y en el suplemento dominical del diario El Universal de Cartagena (3).
- Tesis provisional
Estas enunciaciones en torno del poemario de Rodolfo Lara Mendoza, antes que ser un esbozo crítico analítico, constituyen un texto elogioso que nace de la amistad con el poeta y de nuestra admiración desbordante por su poesía. Cada elogio emitido aquí, forma parte de una interpretación que aspira a depurar y a fundamentar la tesis de que Rodolfo Lara Mendoza es uno de los poetas mayores de Cartagena de Indias y de Colombia. Suena a elogio, no porque muchos de sus versos colinden con los tonos angustiosos de César Vallejo –el poeta mayor de América–, sino porque la perspectiva plural de su poesía–personalidad nos comunica con sobrecogedora serenidad el rudo impacto que nos producen las agonías y desgarraduras de este mundo donde somos y estamos condenados a vivir como víctimas o como infelices victimarios.
- Cosmovisión del poeta, sobre poesía y literatura
Leyendo este poemario uno descubre la visión que el poeta tiene de la poesía y la literatura. Él sostiene: “Y si bien toda buena literatura descansa sobre alguna de las cuatro líneas básicas argumentales que plantea Borges —la de metáfora de la búsqueda o el regreso, la de la ciudad condenada a caer, la del descenso al infierno, o la del dios sacrificado—, detrás de todas ellas se encuentra un motor común y esencial: el amor. Así, el fin del mundo, el cataclismo de la cotidianidad es también producto del amor o de su ausencia. El fin del mundo –afirma Rodolfo–, al igual que su renacer, es cosa de todos los días, de cada vez que se sujeta o se suelta una mano, de cada vez que dos caminan juntos sin reconocerse. Cuando el amor se va lo que se sigue es el final. De allí que volvamos cada día a creer en el amor, aunque a veces se disfrace de despecho, aunque ahora mismo sea el recuerdo que alguien lleva por las calles como una enfermedad” (4).
El poemario convoca los múltiples lenguajes que le sirven al poeta para comunicarse consigo mismo y con el mundo circundante. Lenguajes que multiplican la personalidad del poeta: pintura, poesía, literatura, fotografía, arquitectura, ingeniería, escultura y filosofía. Son lenguajes articulados de manera creativa en el cuerpo de sus textos. De todos estos acumulados culturales extrae el poeta los recursos formales y esenciales de su canto. Pero sobre todo, del manantial de la vida que le define la tarea de vivir poéticamente su existencia, tal vez, siguiendo el referente de El oficio de vivir, del poeta italiano Cesare Pavese.
- Perspectivas plurales del poeta y del poemario
El poeta arquitecto nos ofrece, de conjunto, un libro de una exquisita estructura arquitectónica de sustancia y de estilo, dualismo mágico que hace brillar el trasfondo sombrío, gracias al esplendor de su palabra. Allí palpamos “un descartado boceto de Dios”(5), dinteles y ventanas; “el baile místico de los travesaños de un techo y un retrato con alerones inciertos donde está la foto de dos hermanas que contemplan desde el pasado su malogrado presente”.
El poeta literato y pintor nos pone de presente un juego de intertextualidades desde las artes y la ciencia. Son las invitaciones que formula a su “taciturno maestro”, César Vallejo, para que repose en su poema “Vallejo para una página de sol que oscurece” ¿Acaso es el sol oscuro de Charles Baudelaire? Parece que el maestro Vallejo le responde “con el eclipsado brillo de su cuerpo”. En la invitación para Van Gogh: Van Gogh vuela y lo complace “desde Saint-Remy hasta una ardiente orilla en la que un hombre cae”, hasta una página ardiente de su poemario donde los cuadros de Millet también se han opacado como los sueños del poeta. El hombre que cae es el poeta: “Y sigo cayendo hacia lo incierto. Sin la destreza de tus manos para aferrarme a un color”. Como quien dice “ven a demorarte conmigo” para que no te suicides.
Otro poeta homenajeado es el dadaísta y surrealista Paul Éluard. En ese canto lírico Éluard le reclama a Gala “la hierba de su sonrisa”. Rodolfo insiste aquí en la temática del abandono de Gala a Éluard. Pero al mismo tiempo denuncia el impudor de París, o la hipocresía de la ciudad luz, cuando Éluard le dice a Gala que París “es un simulacro de luz que avanza con mano ciega sobre el rostro de las cosas…”, y en verso seguido “… tú vas a volver, flor de transparencia… /a devolverme la calidez de unas noches que fueron refugio para mis manos/ nido de plenitud para los pájaros sueltos/ de mi desesperación. Similar evocación construye en el poeta estas páginas, referida a Cesare Pavese, de quien se sabe se suicidó una noche, solitario, mientras esperaba la visita que le prometió una amiga, y que después no llegó (6).
El poeta ingeniero y arquitecto, dibujante y escenógrafo lo vemos pernoctando en el poema “Hotel Hoja”, un árbol-edificio construido con las bisectrices y los óvalos juguetones de su imaginación. El poeta, desencantado y escindido, va caminando desolado por avenidas solitarias y despechadas; el tráfago citadino discurre parado en los andenes; el bulevar soporta las dolencias humanas; puertas cerradas, ventanas de la desesperación, aldabones que cierran los caminos, “rincones donde llorar mejor”, retroexcavadoras para remover lo oculto. En fin, trazados materiales, espacios escenográficos abiertos y cerrados donde el poeta dialoga con fantasmas y él se siente fantasma de sí mismo. La ciudad de piedras en medio de lagos, lagunas y mordida por el mar, con sus lugares donde le arrebataron al poeta su inocencia; inocencia que el poeta trata de rescatar como de un secuestro espiritual; escenarios por donde deambula el drama del amor perdido, la mujer añorada y donde cae la lágrima de un hombre triste. La casa ligada a la infancia, la imagen de la madre se vuelve lozana en manos de un milagro que “rebobina los días”: Ella celebra el regreso del hijo que viajaba errabundo por laberintos del país, buscando a la muchacha perdida. La presencia del hablante lírico pregunta: “… ¿quién la va decir a aquella que me espera, / que en otra la encontré?”.
Algunos intertextos alcanzan un juego de ironías a partir de símbolos bíblicos y sugerencias eróticas en relación con Eva-Mujer, el retorno al Paraíso, Jonás dentro de la ballena, pero sin llegar a la blasfemia contra el Creador. Asimismo, la alusión a la Victoria de Samotracia aparece cargada de infinitas connotaciones históricas, escultóricas y poéticas; el Kiltartan Cross del poeta Yeats nos plantea la orfandad de quienes no tienen patria.
El poeta filósofo asoma su pensamiento lírico por los agujeros de las grandes dificultades. Son versos que van directo al corazón y suben a la inteligencia del lector. De ahí sus bellas reflexiones que bien proponen una poética del tiempo y de la inmensidad, de lo microscópico y la macro, de lo eterno y lo finito: “Todo apunta a que el Creador no descansará mañana”. Algo así como las ensoñaciones filosóficas de los grandes poetas alemanes del siglo XIX. Ver el poema “A veces se me agiganta el mundo”.
- El amor, el dolor y el humor, universos de motivaciones
En cuanto al eros y el amor, el desamor y el despecho, el poeta vive en incesantes búsquedas, rupturas, ausencias, abandonos, esperas y nostalgias. A este respeto de temáticas, destaco los poemas “Indispensable” e “Invocación”. Y no podía faltar un “romance en plenilunio” sumergido en Cartagena de Indias, tampoco la sentencia de ser un amor “en una ciudad en la que Dios no ha vuelto a poner su mano”. El poeta, como todo un príncipe de las palabras, no busca una princesa, sino que se interesa por una plebeya, una muchacha de tienda a quien le pide que le venda “un cuarto y cuatro onzas de cielo”, seguramente porque, siendo coherente con los misterios del amor –los de otro poema, “Fabulilla de la insensatez”–, “la felicidad no puede ser tan simple”.
Sin embargo, no todo lo sentido y expresado en estos versos se reduce a la sublimación del dolor o a la restauración de la memoria del poeta. Aquí coexisten intermitencias y chispazos verbales de buen humor que nos hacen sonreír a través de analogías y de ingeniosos contrastes entre realidades objetivas y realidades imaginarias, como las que elabora en los poemas, “Los amantes cobardes”, “Hotel Hoja” y “Carta dental”. El final feliz se encierra en los poemas, “Militancia” y “Me apenan estas torpes palabras”.
- Al final, ¿ cuál es la promesa?
En síntesis, creemos estar saboreando un fruto poético revelador de la madurez creativa de su autor. Es una obra ubicada en el centro de la sed de quienes admiramos la nueva poesía de Cartagena de Indias y de Colombia; un canto que nos seduce por su urdimbre verbal y su universo ficcional refinado en imágenes de exquisito lirismo.
Sin temor a errar, estimamos que este poemario nos cautiva por la pluralidad de vestigios, lenguajes, temáticas y visiones que reflejan los escollos de la personalidad del autor frente a la crisis espiritual de fin de siglo, y las incertidumbres que toman asiento en el vestíbulo del tercer milenio.
Para cerrar: el poeta asume que todavía él es un punto lúcido de la zona intertropical, al norte de su país, donde no existen las cuatro estaciones como tales. Aquí a la lluvia la denominamos invierno y al verano, tiempo seco. El invierno al que alude Rodolfo, en el nombre del poemario, no es un tiempo atmosférico, es un tiempo metafísico; un estado nubloso y doloroso del alma. Pero esperamos que él salga victorioso de ese invierno, porque la próxima “espera” del poeta debiera llamarse “Alicia, Primavera Ecuatorial”.
Cartagena de Indias, 2011
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Carlos Alfonso Melo Fajardo, director de la colección, nos ofrece en la presentación de la misma, la siguiente caracterización sobre su aventura editorial: “Es una colección donde tienen cabida autores de diferentes regiones, tendencias estéticas y generaciones, manifestando la existencia de un cruce invisible de tiempos y saberes que vienen de lugares inesperados, e influyen muchas veces en forma imperceptible en el curso de la historia. El Bicentenario de la Independencia que conmemoramos, invita a celebrar nuestra interculturalidad”.
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Ver la solapa del libro poemario. En adelante los versos que se citan son tomados de los poemas de la presente publicación.
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Tomado de la revista on line http://www.letralia.com/208/articulo10.htm
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LARA MENDOZA, Rodolfo. Wong Kar-wai y el cataclismo de la cotidianidad. Tomado de la revista on line http://www.letralia.com/208/articulo10.htm. (El poeta nos comparte que el autor de estas líneas argumentales es Borges, pero él las enriquece con la constante dinámica del amor).
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En adelante, los versos citados pertenecen a los poemas de la presente obra publicada.
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Esta nota biográfica del poeta Cesare Pavese aparece en su libro Los diálogos con Leuco. Ediciones Siglo XX. Buenos Aires. 1976. Traductora: Marcella Millano.