¿Bolsas?, ¡no gracias!


Desde el año pasado cuando vi a un alcatraz, en la Avenida Santander, con una bolsa enredada en su cuello y casi agonizando, decidí reducir al máximo el consumo de bolsas plásticas. Recuerdo a la pobre ave solitaria y casi inconsciente.

Aunque minutos más tarde llegó la Guardia Ambiental, después de no sé cuantas llamadas para que la atendieran, al final no pudieron hacer nada y ella voló con la bolsa enredada en su cuello.
Hoy vino a mi mente ese día, al ver como en uno de los almacenes de cadena, una señora que hacía mercado, no conforme con las más de ocho bolsas en las que le empacaron la compra, cogió disimuladamente otras tantas para llevárselas a su casa.
Me dieron ganas de explicarle que gracias a esa actitud, cada año mueren 400 mil animales entre focas, ballenas, tortugas y delfines, y entre 700 mil aves marinas, por ingestión o asfixia, porque las confunden con alimento o simplemente se les cruzan en su camino y se les enreda como le pudo haber pasado al alcatraz.
Creo que el consumo de bolsas plásticas es el ícono de un consumismo desmedido, que nos ha llevado al borde de la inconsciencia y una clara muestra de que no estamos dispuestos a sacrificarnos por los recursos naturales y la vida del resto de especies en la tierra.
Estás bolsas están por todas partes; en nuestra casa, en las calles, en los cables de la energía, en la copa de los árboles, en el mar y los lugares más recónditos del planeta.
La ONG ambiental Greenpeace revela que diariamente – a nivel mundial- se consumen por minuto, un millón de bolsas plásticas, un promedio de 20 millones diarios y que más de 18.000 de estas flotan en cada kilómetro de los océanos. Y esto sin tener en cuenta el gasto creciente de recursos económicos y naturales, pues son fabricadas a partir del petróleo un recurso natural que está escaseando.
Se calcula que fabricar una bolsa plástica toma un segundo, que el tiempo de utilización son 20 minutos y el tiempo de descomposición supera los 400 años, lo que quiere decir que tal vez la primera bolsa inventada aún esté por ahí.
Pero ya no quiero hablar más de los datos que fácilmente se pueden encontrar en Internet. El propósito de esta columna es hacer que cambiemos de actitud, que usemos el menor número de bolsas plásticas y de esta manera contribuyamos a hacer del planeta tierra un lugar para seguir con vida y de esta forma, tal vez, garantizar la de los que vienen. En muchos países ya no las usan.
Es fácil, hoy en día existen mil maneras para ahorrar o descartarla de un todo el uso de bolsas plásticas y más aún cuando están de moda las de tela, fácil de llevar y guardar en el bolso.
¿Qué cómo lo hacemos?, es simple, cuando vayamos a la tienda de la esquina llevemos nuestra propias bolsas o canasta. Si compramos una bolsa de leche, un par de plátanos o una pastilla, digámosle al tendero que se ahorre la bolsa.
Cuando vayamos a mercar llevemos las bolsas del mercado anterior. Si el tema es que nos sirven para echar la basura, entonces pidamos sólo bolsas grandes y ahorrémonos las pequeñas que casi nunca se reutilizan.
Cuando empiecen hacer esto verán como en la tienda, en el supermercado, en la farmacia y en todas partes, lo mirarán como bicho raro y se preguntarán ¿por qué no quiere bolsa? y usted ya les tendrá una respuesta que hará feliz a los animales marinos, terrestres y a la propia naturaleza.
¡Ahh! y si los empacadores de los almacenes de cadena le dicen que “no se preocupe que es biodegradable” no les crea, realmente no lo son, sólo se destruyen en miles de partículas que ya se puede observar en las orillas de las playas y el mar.


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