“Cada pelao trae su bollo”


Lo que para cualquiera sería un problema, no sólo de faldas sino de estrados judiciales y hasta de orden público, para él ha sido un verdadero proyecto de vida porque está convencido de que su prosperidad económica empezó el día en que dio rienda suelta al semental que el Creador le encargó ser.

Y lo resume en una frase contundente: -“cada pelao trae su bollo debajo del brazo”. Quizás en el fondo lo quiere decir es que hoy le debe a sus hijos el haberse dedicado a varios oficios a la vez: músico, gallero, beisbolista, ganadero, político y, cada vez menos, abogado.

Ocupaciones cuyo éxito contrasta claramente con una que no ha podido ejercer a cabalidad: la de marido abnegado, a pesar de afirmar lo contrario porque asegura que le puede cumplir a todas con el mercado y con el catre.

Lo que en otra época hubiese sido motivo de una contienda verbal de pretil a pretil entre las progenitoras de los nueve niños, hoy es un verdadero ejemplo de convivencia, algunas veces turbulenta, pero generalmente pacífica, porque… ¡todas saben de las otras!

Lo más sublime de su proeza, dice, es que a todas quiere por igual porque son madres trabajadoras y orgullosas: - “todas trabajan, ninguna exige demasiado”.

Tanto, que una de ellas le dijo haberlo amado desde antes de conocerlo.
-Semejante idilio no podía menos que ser recompensado con el testimonio perenne de un pelao. Y eso que ya estoy calvo y tengo las piernas torcidas, dice con altivez.

Asegura, además, que en la procreación hubiera llegado más lejos que el mismísimo Alejo Durán, de no ser porque, a diferencia de Alejo, que no bebía trago, el ron le ha impedido terminar con éxito más de una faena sexual, víctima del sueño parrandero.

Sin duda estas historias son cada vez menos frecuentes (la del adulterio, claro está, no la de la tanda de hijos) gracias a la sublevación femenina, a las demandas por manutención y tal vez hasta por la tristemente célebre disfunción eréctil, pero especialmente, por el aumento de los crímenes pasionales.

Con todo y lo que se ha permitido hacer, el hombre aún tiene el coraje para decir con ironía: -“Ah, es que esta vida es muy dura”-, mientras se inclina una cerveza y le envía algún mensaje a otra enamorada.


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