El que siembra su maíz...


Son pocos los días en que los noticieros no empiezan con un nuevo caso de maltrato infantil. Es alarmante pero no sorprendente. La violencia que se ensaña contra los niños es otra cosecha de semillas muy bien cultivadas en Colombia. Lo fue el conflicto con la guerrilla, lo es el narcotráfico reinventado una y otra vez, lo es el aumento de la pobreza…

Eso fue lo que el país sembró: pobreza, ignorancia, intolerancia y, en consecuencia, violencia por todas partes. Y seguiremos sembrando más de lo mismo porque aquí la historia y la sociedad se quedan en las escuelas y universidades. Excepto los investigadores sociales, nadie (y mucho menos la dirigencia social y política) se detiene un minuto a ver las cosas desde arriba, a salirse de la rueda frenética del mundo para ver sobre qué o quiénes está girando; a pensar y revisar un poco la historia para no repetirla…

El maltrato a los niños es otra explosión de nuestro ciclo histórico, con la diferencia nefasta de que ahora se nos ha dado por exterminar a la raíz, a los niños, y en poco tiempo no tendremos siquiera dónde sembrar.

Y ya estamos recogiendo otra cosecha: la del fenómeno “paraco” que dejó de ser autodefensa y paramilitarismo para convertirse en una forma de vida, una actitud, una forma de hablar y hasta de mirar a los demás.

Es otra versión de la plata rápida, la ley por mano propia, la chabacanería, la de historias de “chachos” y pistoleros, la del orgullo de ser amigos de los “chachos”, la de la fama de “vivos”, la de hacerse el malo, la del silencio.

Todo eso nos encanta y es lo que los niños ven y quieren ser cuando grandes. Y si bien es cierto que hay mucha gente tratando de cultivar cosas buenas, hemos fomentado una idea instantánea y viciosa de la felicidad: queremos siempre un poco más de lo que ya tenemos, mucho más de lo que cabe dentro de la ley.

En un programa de TV emitido hace unos años en un canal internacional se decía que cuando Pablo Escobar tenía ya varios asesinatos en su haber y era perseguido por la justicia, él insistía en que era bueno pero lo volvieron malo y le tocó defenderse.

¿Qué tal? El país entero le terminó debiendo.... como si el resto de la humanidad hubiera tenido la obligación de dejarle hacer lo que quisiera con la vida de los demás para que siguiera siendo “bueno”.

Nadie lo volvió así. Eso fue lo que sembró, sembró trampa, sangre y temor creyendo que sembraba respeto y admiración, y nadie como él sabía que lo que recogería sería exactamente igual o peor, y así fue. Y lo sembró en todas partes, empezando por los negocios, pasando por la política y terminando en todo el país.

Tan consciente era de lo que había sembrado y tan falso es que lo hayan “vuelto malo”, que él mismo aceptaba, según dijo después su madre públicamente, que la publicidad y la ambición de la política le enredó y le acabó la vida, y que estaba convencido de terminar como terminó.

Ojalá, para bien de este país, la educación (formal y familiar) pueda hacer algo para formar nuevos hombre y familias blindados contra el maltrato infantil porque lamentablemente contra la pobreza, la corrupción y la atracción fatal del narcotráfico no ha podido.


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