La nueva “vieja clase política”


En esa acusación histórica se han ido décadas y quienes se consideran de “la nueva clase política” se van volviendo viejos sin que hayan hecho nada por cambiar lo que ellos achacan a la “vieja clase política”. Más bien, se van incorporando a esta última. En otras palabras, “la vieja clase política” es cada vez más nueva.

No podemos aceptar que el fundamento político de las campañas, en todos los órdenes, siga siendo, la lucha contra “la vieja clase política”, porque la “nueva” clase política ni es nueva ni ha demostrado ser mejor que los políticos de antes.

Personalmente prefiero rescatar y aprender muchas más cosas de lo que han dado en llamar “la vieja clase política”, que de los nuevos políticos. Es más, ese adjetivo se ha generalizado en la opinión pública para referirse a la corrupción en la política, que, de lejos, hay mucho más hoy que en el pasado.

Hoy, por ejemplo, muy contados políticos se dan a la tarea de vivir la política, ejercerla, diseñar proyectos sociales. Ese oficio natural y teóricamente irremplazable del quehacer político se lo dejaron, tanto elegidos como electores, a la perversa persuasión del dinero fácil.

Antes, las primeras condiciones que la comunidad exigía para ser reconocido en la política eran la honestidad y el civismo. Es decir, quienes a la política se dedicaban ya habían demostrado con creces, desde diferentes actividades cívicas, su interés por las causas sociales, y principalmente, su aversión hacia el enriquecimiento a través de la política.

El ejercicio político, entendido como la búsqueda de valores y condiciones que generen bienestar general, terminan haciéndolo personas vinculadas a organizaciones empresariales, religiosas, culturales y hasta artísticas, gracias a lo cual generan simpatía fácilmente cuando deciden participar en política.

No podemos ocultar que muchos políticos de antes, y no “la vieja clase política”, convivieron con vicios dañinos para la democracia, pero nunca comparable con la forma degradante en que se hace hoy la política. Por eso, basar el discurso político en el señalamiento eterno de “la vieja clase política” y en la lucha para derrotarla, no es otra cosa que clavarse el cuchillo.

En un nuevo discurso político la única promesa que debería hacerse es retribuir a sus comunidades más de lo que de ella han recibido. Eso sí sabía hacer con mucha más mística “la vieja clase política”.


TAMBIEN TE PUEDE GUSTAR