“Perdón” con mayúscula.


Existe una forma ideal de aplicar el perdón, lo que yo denomino “Perdón con mayúscula”, es decir, el perdón vivido de manera perfecta, esta forma se concreta cuando se cumplen cinco condiciones esenciales:

1) Que el ofendido esté dispuesto a perdonar y otorgue el perdón al ofensor: En este sentido el perdón es sanador porque nos hace mejores seres humanos (libres, conscientes, responsables). Quien se niega a perdonar queda prisionero de su rencor y de su deseo de venganza, entregándole al ofensor el poder de seguirlo lastimando en su mente y en su corazón; como bien lo dice el refrán popular: “la venganza es un veneno que uno se toma, esperando que el que se muera es el otro”.

2) Que el ofensor reconozca su falta: En este momento es muy importante para el ofendido que el ofensor no sólo pida que lo perdonen, sino que exprese de manera clara y sin ambigüedades que sabe perfectamente cuál fue el comportamiento con el que lastimó a la víctima, es decir, el ofensor no dice simplemente “perdóname”, de su boca sale una solicitud bien definida: “perdóname por haberte causado tal o cual mal con tal comportamiento”. (La victima espera que el ofensor “no se haga el pendejo”).

3) Que exprese su pesar: El ofensor le expresa a la persona que ofendió que “comprende” que con su actitud le causó un daño. Con esto el ofensor supera su actitud “antipática” con una actitud “empática” que puede generar entre ambos una nueva actitud basada en la “simpatía” (“identificación” con el otro). Por su parte el ofendido acoge lo expresado por el ofensor con una actitud “ecpatica” (Cfr. José Carlos Bermejo), es decir, con moderación y equilibrio, sin exageraciones. (La victima espera sinceridad y el ofensor espera que le crean).

4) Que decida no reincidir: La buena disposición de la víctima para perdonar al ofensor, el reconocimiento de la falta por parte del segundo y su actitud más empática hacia el ofendido genera una nueva dinámica de relaciones que se ve sellada con el compromiso del ofensor de no volver a hacer lo mismo. La no repetición es indispensable para que el “Perdón” llegue a su final, sin esto, todo lo anterior carece de sentido (se trata de cambiar un círculo vicioso por un círculo virtuoso).

5) Que se pueda dar la reconciliación. Como bien hemos podido ver en los cuatro momentos anteriores, el camino del “Perdón” va moldeando un nuevo modo de relación que nos lleva de la antipatía a la empatía (el ofensor comprende que causó un daño) y de la empatía a la simpatía (el ofensor se identifica con la víctima y se compromete  a no volverlo a hacer) y todo ello finaliza con una nueva actitud, la “ecpatia”, esto es, una amorosa moderación y prudencia, para no caer en triunfalismos y exageraciones emocionalistas, que abre las puertas a la re – conciliación la cual “es un proceso en el que las partes involucradas en un conflicto inician una relación que los lleva a una comunicación con reconocimiento mutuo y sientan las bases para un pacto tácito, espontáneo y voluntario de amistad” (Eduard Vinyamata).


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