perdonar

Perdonar es recordar sin rencor


Sólo existen dos días en el año en el que no se puede hacer nada. Uno se llama ayer y el otro se llama mañana. (Dalai Lama)

Los problemas son bendiciones disfrazadas

Habiendo identificado el problema (el “mal objetivo” que se constituye en el objeto de perdón) y habiendo recuperado la autoestima perdida (superando la culpa y la vergüenza patológica), el proceso terapéutico de la sanación mediante el perdón ya está encaminado por el sendero correcto, ya no se trata de buscar venganza o de actuar cobardemente otorgando apresuradamente un perdón sin fundamento. En este tercer momento del camino se hace necesario incorporar el perdón a todo nuestro “Proyecto Personal de Vida” (P.P.V.), esto significa que todas las áreas de nuestra existencia (intelectual, afectiva, económica, social y espiritual) han de ser reorganizadas y replanteadas a partir de él. Por esta razón lo primero que debemos hacer es encontrar el sentido que tiene la ofensa en la propia existencia de quien ha sido ofendido. De esto último da testimonio la vida de muchos personajes bíblicos y extra bíblicos, reconocidos hombres de fe de ayer y de hoy que han sabido superar grandes problemas para conquistar la bendición de Dios, personajes como Moisés, José, David, Salomón, Rut, Ester, Jesús y María de Nazaret, Pedro, Pablo, Agustín de Hipona, San Francisco de Asís, Santa Teresa de Ávila, Martín Lutero, San Juan Eudes, Rafael García Herreros, Alberto Linero, Mario Bernal, Rutilio Grande, Oscar Romero, Billy Graham, Jesús Adrián Romero y muchos otros que con su vida confirman lo que la historia deja en evidencia, que “aquel que confía en el Señor, jamás será defraudado” (Salmo 90); ese es el principio básico del camino del perdón entendido y vivido como camino de fe. El gran mensaje que nos dejan lo resume bien la psicología pastoral con esta frase: “los problemas no son más que bendiciones disfrazadas”.

Encontrar el lado positivo 

En este contexto se hace indispensable buscar o darle un sentido positivo a la ofensa recibida, para ello tendremos que preguntarnos con total honestidad por lo menos estas tres cosas: 1) ¿Qué me enseña esta ofensa? 2) ¿En qué medida puedo hacer de esta situación una oportunidad que me permita aproximarme aún más a mi fin último (ser un perfecto ser humano: libre, consciente, responsable)? 3) ¿De qué forma me acerca más a la consecución del bien supremo (la felicidad)? 4) ¿Cómo pienso hacer de ella una oportunidad para reflejar la imagen del Dios amor en quien yo creo? 5) ¿En qué forma esto me permitirá actuar como un verdadero hijo de Dios y hermano de los hombres?

Por ejemplo

Monbourquette (1995) nos presenta una larga lista de testimonios de las enseñanzas que se pueden obtener gracias a la crisis generada por una ofensa recibida: 1) Me conozco mucho mejor. 2) He adquirido mayor libertad interior. 3) Después del divorcio me di cuenta de que podía ser más yo misma y vivir más mis valores. 4) Mi pena de amor me ha enseñado a conocerme mejor. Ahora, en lugar de depender del amor ajeno, he empezado a dármelo a mí mismo. 5) Se acabó: no volveré a dejarme herir por los demás. Voy a aprender a protegerme mejor. 6) He aprendido a decir “no” cuando algo no está de acuerdo con mis valores. 7) Cuando mi mujer me dejó, me dije: “No me queda más remedio: tengo que poner en orden mi vida”. Entonces, a pesar de mi orgullo, pedí ayuda por primera vez. 8) Mi prueba me ha forjado un corazón amante, he aprendido a dar amor. 9) Soy mucho más compasivo y comprensivo con los demás. 10) He dejado de correr detrás de maridos alcohólicos para salvarlos. Me he dado cuenta de que quien necesitaba ayuda era yo. 11) En mi angustia he encontrado el amor y la fidelidad del Señor, después de haber estado muy enfadado con Él.

Historia de Rencor Vs Intención Positiva

Encontrar el “para qué” de la ofensa, dentro de la visión de fe que nos propone la psicología pastoral, nos ha permitido entender que “Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman” (Rom 8, 28 – 31), esto a su vez nos permite retomar el control de nuestro P.P.V. recuperando lo que Luskin (2002) llama “Intención Positiva” (I.P.) de quien había sido ofendido y con la ofensa había visto alterado el equilibrio de su P.P.V. La I.P. consiste en volver a concentrar la atención en la gran meta que fue obstaculizada por el rencor que se había instalado en nuestra mente y en nuestro corazón. Gracias a la recuperación de nuestro P.P.V. con la recuperación previa de la I.P. estaremos dando un paso más en el proceso terapéutico de sanación por medio del perdón, con este paso tan importante la “Historia de Rencor” (H.R.) que nos había mantenido enfermos es anulada por substracción de materia, de este modo ya no tiene fundamento el odio, el rencor, el resentimiento, el deseo de venganza porque tengo algo mucho mejor hacia donde enfocar mi mirada, con eso, como dice el refrán, “dejo de estar gastando pólvora en gallinazos”. La I.P. nos refresca la memoria al permitirnos recordar hacia dónde iba nuestra vida antes del daño que el ofensor con su mal comportamiento nos causó. A partir de este momento ya es un hecho real, hemos reemplazado la H.R. por la I.P. y en la práctica, comenzamos a darnos cuenta de que es mucho mejor contar con la I.P. que andar por ahí, amargados deambulando como muertos en vida, vomitando sobre nosotros mismos o sobre los demás nuestra H.R.


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