Mucho gusto, Capricornio…


 

¿Qué pensaría usted si le dicen que no pertenece, por ejemplo, al signo cáncer, como había creído toda la vida, sino a géminis?  Quizás nada, y con toda razón, porque jamás le han interesado los intríngulis del zodíaco o de la influencia de los astros en nuestras vidas.

Pues, para los que casi siempre pasamos raudos por la página del horóscopo, puede resultar novedosa una antiquísima teoría del francés Paul Muller, según la cual las constelaciones que llevan por nombres los signos del zodíaco no corresponden al punto zodiacal que se les señala, y de esa manera los nacidos bajo Tauro terminan siendo purísimos Aries, o los Virgo son Leo, por ejemplo.

Esa vieja polémica se aviva cuando los astrólogos europeos más progresistas insisten en que los signos del zodíaco realmente son trece, incluyendo a Ofiuco que se ubica entre Escorpión y Sagitario, dando al traste con el trabajo de los egipcios y caldeos que se disputan la honorífica tarea de haber dividido el firmamento en doce "casas del cielo", correspondientes a cada signo zodiacal.

Debe ser por eso que generalmente las características del signo zodiacal no coinciden con nuestra verdadera personalidad. ¿O no les ha sucedido que cuando algún fanático del horóscopo nos recita las cualidades de nuestro signo, no dudamos en decir: -pero si yo no soy así?

Claro que, acto seguido, el espontáneo prestidigitador, ya iracundo, nos responde: -¡usted sí es así, y punto … lo que pasa es que no quiere darse cuenta!

O quizás por eso es que para evitarse una tutela los astrólogos nos dicen siempre lo mismo con otras palabras, porque desde que recuerdo nos están pronosticando cosas que si no nos pasan es porque no somos de este mundo: "recibirá una oferta inesperada, es posible que deba viajar, puede tener quebrantos de salud, acérquese más a su familia, un viejo amor puede aparecer, puede tener problemas con sus compañeros de trabajo, los problemas del país le están afectando, su vida puede estar a punto de cambiar..."

Obviamente, dentro de ese espectro cabe todo lo que nos pueda suceder en los próximos días, y por supuesto, inconscientemente terminamos acomodándonos a los designios del horóscopo. Es decir, la oferta inesperada puede ser una invitación a cine; el viaje puede ser un paseo a finca; el quebranto de salud, un ‘guayabo’; acercarse a su familia es mudarse al lado de un pariente; y problemas con sus compañeros podría ser, por ejemplo… quién paga la cuenta.

Semejante diagnóstico sobre nuestro futuro va siempre acompañado de un consejo igualmente "sabio":  -tómelo con calma, piense bien las cosas antes de actuar, prenda velas azules y hojitas de hierbabuena.

Al día siguiente, el horóscopo ya no le sugiere las velas azules de la meditación sino las verdes de la esperanza, tal vez para consolar al sugestionado lector quien horas antes había invadido su casa con velas y matas sin prever el incendio que provocaría.

No contentos con eso, después de muchos años de vida marital le dicen a usted que los problemas con su pareja radican en que sus signos no son compatibles, como si antes de indagar por el nombre, la personalidad o la ocupación de una persona, debiéramos preguntar por el signo y decir: -mucho gusto, soy Capricornio, vivo en casa de Orión, séptima constelación de Júpiter, ¿y tu?

Y ahí no para todo. Hay quienes en un derroche de "adivinación" predicen lo que nos sucederá durante doce meses. En enero nos auguran muchos éxitos y en diciembre, esperanzas; y para el transcurso del año nos recomiendan: "modere sus ímpetus" si tiene entre 20 y 30 años, "ahorre" si tiene 40, y "tenga cuidado con la próstata" si pasó los 50.

Es decir, si los vaticinios del horóscopo coinciden alguna vez con las cosas que nos pasan es porque esas interpretaciones se derivan de nuestras vidas y no lo contrario.

Sin embargo, si usted insiste en encargar a los astros el hallazgo, por ejemplo, de su media naranja y hasta hoy no la consigue entre los signos que conoce, averigüe por un Ofiuco.


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