Para quienes desconocen la mecánica electoral, la palabra “chocorazo” no es más que pegarle a alguien con un chócoro, generalmente en la cabeza, y un chócoro puede ser cualquier cosa. Es uno de esos nombres que le cabe a todo, como decir “esa vaina”.
Pues bien, precisamente por esa significación de “dar en la cabeza”, el chocorazo encontró la fama en el conteo de votos. En el argot de la tramollería electoral, el chocorazo es eso: tumbar a alguien que en un momento dado está siendo elegido, y durante el escrutinio de los votos meter a otro asignándole muchos más votos de los que tenía hasta hacía pocas horas.
¿Y cómo le aparecen los votos? Por allá en alguna mesa de votación en el corregimiento de “nosedonde", quiensabequien colocó un número de más en la planilla, o (en el caso de elecciones para Senado) en Pasto le aparecieron unos votos a un candidato de La Guajira, o en el más urgente de los casos, se pierde alguna de las urnas.
La aparición esotérica de los votos suele darse, inclusive, en las mismas oficinas de las registradurías. Verdaderos especialistas de las ciencias ocultas son previamente alineados de acuerdo con los movimientos de los astros políticos para que el sol salga en una galaxia y no en otra.
Y así, literalmente de la noche a la mañana, el que estaba siendo elegido amanece “ahogado” y viceversa. Es decir, ha sido víctima de un auténtico “chocorazo” por no haber tomado las precauciones del caso, léase haber instalado en el lugar de los escrutinios un escuadrón de hechiceros con la respectiva “contra” para la brujería electoral. En pocas palabras, le robaron las elecciones.
En muchos casos la historia ha reconocido el fraude, especialmente cuando se trata de elecciones presidenciales. Pero en las regiones y los pueblos los chocorazos son más “elaborados” y a pesar de ser más frecuentes se pierden en la vasta complicidad del olvido… y del dinero, por supuesto. Pocas veces logran ser detectados, denunciados y revertidos.
Así las cosas, si el próximo domingo 30 de octubre su candidato se “ahoga”, cuando usted lo daba por elegido porque así lo decía gente y era enorme el movimiento de propaganda, carros y electores, y no haya a quién culpar, ni siquiera al umbral, la cifra repartidora, el cuociente, el residuo, la lista cerrada o el voto preferente, póngale los ojos al chocorazo, sea para denunciarlo… o para aplicársela a otro la próxima vez.