Hemos definido el amor de esta manera:
- Es la capacidad que tienes de buscar tu propio bien
- y el bien de la persona objeto de tu afecto
- sin daños a terceros en la medida de lo posible.
Eso significa que uno ama saludablemente cuando se ama a sí mismo y cuando ama a los demás, pero ello no sólo significa capacidad para “dar”, sino también aforo para “recibir”.
La capacidad que tenemos para dar amor nos transforma en “amantes” (dadores de amor), y la capacidad para recibir nos transforma en seres “amables” (receptores de amor).
Esto hace que nuestra salud amorosa sea como un movimiento de sístole y diástole, e igual que con el corazón cuando este doble movimiento se detiene o desincroniza nos exponemos a perder la vida.
El amor también es como nuestra respiración, retener mucho aire en los pulmones no garantiza nuestra supervivencia a largo plazo, necesitamos también expulsar ese aire; nuestra respiración saludable implica un movimiento acompasado de inspiración y espiración.
Si el amor es un verdadero “toma y dame”, los amores tóxicos son amores desequilibrados, amores que presentan un desbalance entre el dar y el recibir, entre la contracción y la relajación, la inhalación y la exhalación.
En mi experiencia como terapeuta de parejas y familias, he podido constatar que hay dos síntomas que sirven de ejemplo para detectar con facilidad dos de los más peligrosos desequilibrios en el ciclo amoroso: La soledad y la infidelidad.
Estas son algunas frases recurrentes que reflejan el Síntoma No. 1: “Me siento remando solo”, “pedaleando solo” “caminando solo”.
Esta es una señal inequívoca de la presencia del Síntoma No.2: La aparición del “amante clandestino”.
Podemos afirmar entonces, que sin un sano equilibrio entre “amabilidad” y “amanticidad”, las relaciones amorosas están condenadas al fracaso o en el peor de los casos a convertirse en una farsa.
Ahora te pregunto: ¿Percibes que puedes amar libremente a tu pareja y ella se deja amar con facilidad? ¿Sientes que tu pareja te ama y te dejas amar fácilmente por ella? ¿Eres un facilitador o un dificultador del amor?
Recuerda, podemos sanar el futuro, porque el presente siempre puede ser mejor.