La Ley del enamora - miento


Introducción

El amor es ciego, pero el matrimonio te restaura la vista.

Reflexión

Yo comenzaría esta reflexión corrigiendo el chiste que la precede, no todo amor es ciego, el chiste se refiere al amor romántico, es decir, aquel que produce el enamoramiento en la persona, y aclaro además que no es el matrimonio el que te devuelve la capacidad de ver, es el tiempo, la convivencia, el día a día, la rutina entendida de manera positiva, ella es la que te abre a la realidad y te lleva del amor romántico al amor en tránsito y de allí podemos tener la posibilidad de llegar al amor adulto.

El enamoramiento es realmente un sentimiento hermoso, deslumbrante, arrebatador e incontrolable, es frecuente escuchar a los compañeros de trabajo, a los amigos y familiares hacerle en tono de broma a alguien que está bajo los efectos narcóticos del enamoramiento pronunciamientos como: “Eeeeeyyy aterriza” “pilas mijo ponga los pies sobre la tierra” “uff que hijuemadre despiste en el que andas” “planeta tierra llamando a Fulanito(a), planeta tierra llamando… llamando” “peligro, peligro… enamorado al volante”, en fin, lo normal es que se suela asociar el enamoramiento con enajenación, despiste, falta de concentración y sobre dosis de visión de “tubo”, es decir, como si estuviese mirando la vida en una sola dirección… como bien lo dice Luis Eduardo Aute en aquella hermosa canción que se llama “Sin tu latido” (¡Ay amor mío! Que terriblemente absurdo es estar vivo, sin el alma de tu cuerpo sin tu latido, sin tu latido…). El enamorado tiene una elevación en los niveles de serotonina y dopamina, que literalmente lo “dopan” y le pueden hacer perder el control sobre su ser, eso lo suele transformar en alguien que se vuelve propenso a olvidar sus compromisos y obligaciones con el resto del mundo, menos con la persona amada, es un estado de ceguera pero no por falta de luz, todo lo contrario es por exceso de luz, todo en el otro que te enamora te deslumbra. Cuando la persona “objeto de tu afecto” no está, piensas, sueñas y ansias constantemente estar con ella y cuando están cerca cualquier cosa que hagan resulta automáticamente divertida y jovial, incluso si tan sólo se trata de sentarse uno frente al otro para mirarse como se dice popularmente “con ojos de ternero degollado” para suspirar y reír, para derretirse al calor de la pasión. El enamorado está impregnado hasta lo más profundo de un “amor romanticón”, el cual tiene como característica más importante que es un amor divertido, que reconforta, que te reconcilia con la vida y con el universo entero. Nadie está exento del enamoramiento, por eso resulta en ocasiones “cruelmente” cómico observar como personas que se consideraban dueñas absolutas de sus pensamientos y sus sentimientos terminan arrodilladas ante la pasión y el deseo propio de los enamorados al ser atrapado por las redes del amor romántico. Digo que puede llegar a ser “cruelmente” cómico porque un comportamiento característico de los enamorados es el hacer locuras, disparates o lo que comúnmente se le suele llamar “cursilerías”, hemos visto en revistas y noticieros de la farándula como un hombre o una mujer mayor seducidos por una jovencita o un jovencito dejan de lado toda una historia familiar para ir corriendo detrás de las quimeras del enamoramiento, y en ese proceso hacen disparates, verdaderas locuras que se vuelven la comidilla de esos espacios noticiosos que viven del chisme y del escándalo. Tal vez ni siquiera tengamos que remitirnos a las revistas o a los noticieros, tal vez tú conoces a alguien que está bajo tales efectos del enamoramiento o quizás seas tú mismo quien lo está padeciendo hoy.

También podemos toparnos con la otra cara de la moneda, lo veo con frecuencia en mi consultorio, personas que con asombro y pena preguntan ¿a dónde se nos fue el amor? ¿Por qué se acabo todo? O como dice Silvio Rodríguez en aquella otra hermosa canción del álbum “Mujeres” (1978) que se llama “¿A dónde van?” (¿A dónde van las palabras que no se quedaron? ¿A dónde van las miradas que un día partieron? ¿Acaso flotan eternas, como prisioneras de un ventarrón?...). Cuando converso con estas personas les hago la aclaración y les digo, creo que no me están preguntando por el amor, me da la impresión que la pregunta correcta es ¿a dónde se fue el enamoramiento? O dicho en otras palabras ¿a dónde se fue el amor romántico? Para responder a esos interrogantes lo primero que debemos aclarar es que el amor verdadero no es un acto, es una actitud, no es un hecho puntual, es una concatenación de actos que unidos nos señalan un sentido, y vale aclarar que el amor va muy de la mano con la felicidad y que al igual que ella no es algo que viene de afuera hacia adentro sino que es algo que brota de adentro hacia afuera, es una actitud de agradecimiento y buena disposición frente a la vida. La alegría es una emoción (intensa y de corta duración), la felicidad es un sentimiento (menos intenso y de mayor duración), la alegría es un "acto", la felicidad es una "actitud", la alegría es una característica típica del enamoramiento, la felicidad es el rostro del amor verdadero, eso lo sabía muy bien "El Principito": "Si alguien ama una flor, de la que sólo crece una sola en todos los millones y millones de estrellas, es suficiente para hacerle feliz con sólo mirar las estrellas". Hay personas que creen que la felicidad es simplemente la sumatoria de instantes de alegría, eso no es del todo cierto, la felicidad es una disposición de gratuidad y esperanza frente a la vida, de asombro y admiración que sólo es posible cuando uno se sitúa con realismo en un universo exageradamente grande, con una historia extraordinariamente antigua y con un futuro en el cual nosotros somos tan sólo un grano de arena en las infinitas playas del universo, el asombro, el amor y la felicidad son las que nos hacen exclamar como el salmista en aquel hermoso Salmo 8 “Señor dueño nuestro, que admirable es tu nombre en toda la tierra, cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, me pregunto, qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para que lo tengas en cuenta” yo me imagino a aquel hombre errante acampando en el desierto en una noche sin luna y cubierto por el manto negro de una noche hermosa poblada de estrellas, dándose cuenta de lo pequeño y frágil que es y lo majestuoso del universo en el que Dios lo ha invitado a vivir, por eso para mí la felicidad y el amor son consecuencia de sentirnos en primer lugar amados por Dios, o si lo prefieres, de sentirnos “conscientemente” vivos y próximos a la muerte; porque así como entiendas la muerte vivirás la vida y todo lo que ello implica, lo cual incluye por supuesto “el amor”. Pero, volviendo al punto inicial, el amor es una “actitud” que implica una concatenación secuencial de por lo menos tres actos, los cuales nos señalarán un sentido, un rumbo una razón de vivir. ¿Cuáles son entonces esos tres actos esenciales del amor y qué sentido nos señalan? Estos son: El amor romántico, el amor en tránsito y el amor adulto.

Conclusión

Ley No. 4. La ley del enamora – miento. “El enamora – miento produce ceguera, por exceso de luz (encandilamiento)”


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