En términos generales podemos decir que una pareja saludable es aquella en la que se da un sano equilibrio entre el dar y el recibir, especialmente dar amor y respeto y recibir amor y respeto.
A los que saben dar se les denomina "amantes" y a los que saben recibir se les denomina "amables", con ello ya tenemos un criterio básico para definir el tipo de pareja al que nos podemos estar refiriendo, una pareja que logra equilibrar el dar y el recibir la podemos denominar "pareja sana", "funcional" o "equilibrada", por el contrario, aquellas parejas que presentan un desequilibrio o desajuste en esta doble realidad se denominan parejas "patológicas", "disfuncionales" o "desequilibradas", e incluso hoy en día se ha puesto muy de moda el término "tóxico". Entiendo que "tóxico", según la Real Academia de la Lengua (RAE) se define como aquello "que contiene veneno o produce envenenamiento".
En la práctica las parejas tóxicas son aquellas cuya relación no está fundamentada en el enriquecimiento mutuo, de modo que a la otra persona se le cosifica, se le trata como un medio para que compense nuestras carencias personales, se le usa de forma egoísta.
Estas relaciones toxicas suelen acontecer cuando existe falta de madurez, una inteligencia bastante limitada o una notable inexperiencia vital, sobre todo en el campo social.
En nuestro medio suele suceder también que las malas relaciones familiares inciden en la toma de malas decisiones personales que llevan a las personas a caer en relaciones tóxicas, esto significa por ejemplo que hay personas que para escapar de una mala convivencia en su casa, tratando huir de sus padres, se emparejan apresuradamente sin conocer al otro y no atiende a las señales de peligro que se le presentan, no busca ni escucha buenos consejos y menos aún se toma su tiempo para acudir a un profesional idóneo que podría ayudarle a evitar la catástrofe.
Los problemas que con mayor frecuencia se presentan en las parejas que viven relaciones tóxicas son los siguientes:
1. Insatisfacción tóxica. Sensación de que siempre nos falta el centavo para el peso. Hacer de la relación un simple ejercicio contable en la que mido recurrentemente cuánto me aportas tú a mí para aportarte yo exactamente lo mismo. Por lo general el problema que genera esta situación es una permanente desconfianza que mantiene a cada uno con la sensación constante de que no me están dando lo suficiente y de que su pareja se aprovecha de él o de ella.
2. Envidia. Recordemos que el envidioso siempre se está comparando con los demás (en este caso con la pareja) y cuando se compara, siempre tiene la sensación de salir perdiendo. Esto hace que los triunfos de la pareja sean percibidos como derrotas para él o ella. Esto hace que la pareja se vuelva un pesado lastre para el crecimiento del otro, genera miedo porque en cualquier momento puede meterle un palo entre la rueda, lo puede hacer quedar mal delante de su jefe o de sus empleados, comentarios fuera de tono y de lugar, ironía recurrente, e incluso en casos extremos se puede llegar a la violencia física.
3. Las idealizaciones. Cuando uno de los dos, o los dos, se apegan a un ideal por lo general terminan sacrificando la convivencia. Las personas idealizadoras por lo general terminan siendo personas controladoras y psicorrígidas.
4. Inseguridades. La persona insegura se vuelve altamente demandante al punto que termina volviéndose fastidiosa, ya que permanentemente necesita que el otro esté compensando o reparando sus vacíos e inseguridades. El otro es usado como una muleta.
5. Desajustes sexuales. Esto suele ocurrir por ejemplo cuando uno de los dos es muy libidinoso y amante del erotismo y el otro muy poco libidinoso y excesivamente recatado, también aquí suelen jugar en contra de la relación la super abundancia de tabúes religiosos que impiden el disfrute del placer erótico con la suficiente jovialidad que ella necesita.
¿Frente a estas realidades que cabría hacer?
Brevemente y sin pretender agotar todas las posibilidades podemos decir que para evitar las relaciones tóxicas necesitamos aprender a identificar los síntomas de intoxicación, aprender a preparar el antídoto y animarnos a aplicar el medicamento de manera oportuna, es decir, esto requiere un movimiento básico que consta de tres pasos fáciles de aplicar: ver, juzgar y actuar.