¡DESPIERTA, CORONEL! YA NOSOTROS DESPERTAMOS.


Leo con fruición y detenimiento las columnas investigativas de Daniel Coronel, pero en esta oportunidad no comparto el tópico de la columna: Tinto en la 93 publicada el domingo anterior. En mi concepto, no es objetivo desde mi percepción, pues pareciera que la línea histórica del problema comienza con el actual gobierno. Por tanto, sin entrar a agotar argumentos  ni “quemar pólvora en gallinazos”, le escribo desde este espacio que quizás no lea, pero con la convicción de que hice lo correcto emitiendo mis opiniones con el respeto que como profesional le profeso.

No se puede negar que Daniel Coronel, con esa prosa tan propia, le regala a sus lectores una historia que llega al alma, la del doctor Carlos Santiago Uribe. No lo conocí ni sabìa de su existencia. En ella narra su entrega, su generosidad desbordada y ese compromiso inquebrantable que tenía con sus pacientes y alumnos, eso es admirable. La descripción de su ética, su desapego y esa vocación de servicio, ¡es un verdadero tributo a la grandeza de un médico! De hecho, la anécdota de Praga, donde la llamada de un paciente le gana la batalla a su propio sueño de conocer el museo de Kafka, es la prueba viva de la nobleza que puede habitar en la profesión médica. Eso es estupendo. Tal vez eso mismo hacía Héctor Abad Gómez, padre del escritor Héctor Abad Faciolince, en la Universidad de Antioquia y en los barrios apartados de Medellín y por eso lo asesinaron.

Pero justo cuando uno está inmerso en esa historia tan bella, el periodista da un giro brusco y sesgado en su análisis sobre el sistema de salud de Colombia. Esa estocada final contra el presidente Gustavo Petro Urrego, achacándole el "empeoramiento sustancial" del servicio médico, es una simplificación mal intencionada y llena de sesgos. ¡Ignora por completo décadas de deterioro estructural y una realidad complejísima que estaba ahí mucho antes de que esta administración llegara!

Daniel Coronel comete un error garrafal al insinuar o sugerir que el "mal servicio médico" o su "empeoramiento sustancial" son cosa de este gobierno. Sí, claro, el presidente se resbaló, pecó con esa generalización sobre los estudiantes de medicina, un error que se puede y debe corregir, ¡sin duda! Pero en su columna pasa de agache toda la historia de cómo se ha deteriorado y desmoronado el sistema de salud en Colombia. Coronel, al reconocer que el sistema "ya era malo cuando Petro llegó", parece restarle importancia a la dimensión del problema preexistente, y luego se contradice al culpar al gobierno actual por un "empeoramiento sustancial" sin poner sobre la mesa una sola prueba contundente, sin meter el problema en su justa proporción y conociendo su espíritu investigativo, me decepciona con ese craso error.

A ver, hablemos de la plata y la sostenibilidad, ¿sí? El modelo que tenemos, el de la Ley 100 de 1993, lleva años bajo la lupa por su inviabilidad financiera. Y todos los gobiernos anteriores han intervenido EPS. Llevamos años viendo la crisis de estas: deudas que dan escalofríos a hospitales y clínicas, la amenaza constante de quebrar, y varias de ellas liquidándose, dejando a miles de usuarios en el éter de la incertidumbre. ¿Acaso esto es culpa exclusiva del actual gobierno? ¡Por favor, claro que no! Es el resultado de un modelo que prefirió la intermediación y la ganancia de algunos cuantos potentados del país por encima de un servicio efectivo y justo, creando un desequilibrio crónico que hemos arrastrado gobierno tras gobierno, sin importar su color político ni las ideologías .

Y ni hablar del acceso a la salud, especialmente en nuestros campos y zonas más olvidadas, que es una deuda histórica. ¡La falta de hospitales decentes, la escasez de médicos y especialistas en las regiones y esa manía de concentrar los servicios de alta complejidad en las grandes ciudades son problemas que vienen desde hace décadas! Entonces ¿Se ha solucionado esto en los últimos meses? No, por supuesto que no. Pero tampoco es justo achacarle su origen o su empeoramiento solo a esta gestión, cuando las fallas son tan viejas como la misma Ley 100. Llevar salud de calidad a cada rincón de Colombia es una tarea titánica que requiere mucho más que unos pocos meses en el poder.

El periodista, la verdad, no presenta ni una sola prueba sólida que respalde ese "empeoramiento sustancial"que él le endilga a Petro. ¿Dónde están los datos que muestren una caída en picada de la calidad, un diluvio de quejas, una regresión en la cobertura? Es que los problemas del sistema de salud son de raíz, intrínsecos a un modelo que ya dio lo que tenía que dar. El gobierno actual, lejos de ser el causante de este descalabro, lo que propone es poner sobre la mesa una propuesta de reforma que busca precisamente arreglar esas viejas fallas, devolverle al Estado el timón de los recursos y fortalecer la atención primaria, que es, por lógica, la base de cualquier sistema de salud que aspire a ser fuerte y justo, que tenga sentido y equidad social.

Hay que entenderlo bien: la reforma no es un capricho ideológico ni una querencia para perjudicar a la sociedad, ¡es una respuesta clamorosa a las demandas de la gente y a la evidencia de un sistema que está al borde del colapso en muchísimos aspectos! Se quiere pasar de un modelo de "aseguramiento" a uno de atención integral y territorializada, poniendo la prevención y el acceso en primer lugar. Esto, claro, trae sus roces y sus complicaciones, como toda transformación grande, pero echarle la culpa del deterioro al gobierno actual es no querer ver la tremenda complejidad de la crisis y la necesidad urgente de un cambio, ¡un cambio de verdad!

El doctor Carlos Santiago Uribe, con esa vocación tan admirable, es un ejemplo de la calidad humana de tantos médicos colombianos. En la viña del señor hay de todo. Pero su noble trabajo se ha desarrollado en un sistema que, durante años, ha tenido a los profesionales de la salud con condiciones laborales miserables, contratos de prestación de servicios sin garantías y una carga de trabajo que les agota y afecta la calidad que pueden ofrecer. Esto lo he vivido en carne propia como docente. Esto, insisto, es un problema que arrastramos desde hace mucho tiempo, no algo que haya inventado el actual gobierno.

Al final, la crítica de Daniel Coronel, por muy bien que arranque con su historia, se desinfla, se desmorona por su propia intencionalidad y propósito al no poner en contexto la crisis de la salud en Colombia. Atribuir la responsabilidad del deterioro a una sola administración, sin reconocer de dónde vienen esos problemas históricos y estructurales, no solo es una injusticia, sino que nos distrae de lo que realmente importa: la urgencia de un diálogo sincero y de buscar soluciones de fondo para un sistema que, hoy más que nunca, clama por una transformación profunda. Esa es la cuestión, señor Coronel. Ya nosotros despertamos.


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