HIJO, no gastes pólvora en gallinazos


¿Qué es la comunicación asertiva y qué tiene que ver con Jesús?

A veces hablamos sin pensar, gritamos cuando estamos bravos, o simplemente nos quedamos callados por miedo a lo que otros puedan decir. La comunicación asertiva es todo lo contrario: es hablar con respeto, ser claros, decir lo que sentimos sin herir ni dejar que nos pasen por encima. Y aunque parezca moderno, este tipo de comunicación ya lo vivía Jesús hace más de dos mil años.

En este articulo, vamos a ver cómo Jesús hablaba con las personas: con respeto, sin miedo, con amor y con mucha sabiduría. Él sabía cuándo hablar, qué decir y cómo decirlo. Y eso nos enseña mucho sobre cómo deberíamos comunicarnos hoy, en casa, con los amigos, en el colegio o en las redes sociales.

1. Jesús y la mujer samaritana: hablar sin prejuicios

Jesús estaba cansado y se sentó junto a un pozo en Samaria (cf. Jn 4,1-42). Una mujer se acercó y Él le pidió agua: «Dame de beber» (Jn 4,7). Ella se sorprendió, porque los judíos no hablaban con los samaritanos, y menos con mujeres.

Pero Jesús no se dejó llevar por los prejuicios ni por las reglas sociales. Le habló con calma, con respeto, y poco a poco la conversación se volvió profunda. Él le mostró que conocía su vida, pero sin juzgarla: «Cinco maridos has tenido, y el que tienes ahora no es tu marido» (Jn 4,18). No la humilló. Le habló con la verdad y al mismo tiempo con cariño. Eso es ser asertivo: decir la verdad sin dañar.

2. Jesús y la mujer acusada de adulterio: defender sin gritar

Un grupo de hombres llevó a una mujer ante Jesús porque la habían sorprendido en adulterio. Querían apedrearla. En vez de gritar o pelear, Jesús se agachó y escribió en el suelo (cf. Jn 8,1-11). Luego se levantó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra» (Jn 8,7).

Uno por uno, todos se fueron. Jesús no le gritó a nadie. Usó una frase justa, directa, que los hizo pensar. Y cuando se quedó solo con la mujer, le dijo: «Tampoco yo te condeno; vete, y en adelante no peques más» (Jn 8,11). Así defendió a alguien sin usar la violencia, y al mismo tiempo le habló con claridad. Otro ejemplo de comunicación que busca construir, no destruir.

3. Jesús y sus amigos: enseñar con firmeza y paciencia

Jesús no solo hablaba con extraños. También enseñaba a sus amigos, los discípulos. A veces discutían entre ellos por tonterías, como quién era el más importante. En Mc 9,33-35, Jesús se sienta y les dice: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos». No les dijo “¡dejen de pelear!”, sino que les enseñó con calma un nuevo camino.

Incluso cuando Pedro lo quiso corregir, Jesús fue directo: «¡Apártate de mí, Satanás!» (Mc 8,33). Suena fuerte, pero Jesús no estaba rechazando a Pedro, sino el pensamiento equivocado que estaba expresando. Él separa el error de la persona. Eso también es asertividad: corregir sin ofender.

4. Jesús frente a los fariseos: hablar con valentía

A veces hay que decir cosas incómodas. Jesús no tenía miedo de hablar cuando veía injusticias. A los fariseos, que se creían perfectos pero oprimían a los demás con reglas, les dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!» (Mt 23,13).

¿Eso es asertivo? Sí. Porque Jesús no insultaba por insultar. Decía lo que veía, con argumentos. No hablaba por rabia, sino para abrir los ojos de quienes se creían mejores que los demás. Él mostraba la verdad, aunque doliera. La asertividad también es eso: decir lo necesario, aunque incomode.

5. Jesús ante Pilato: callar también es comunicar

Cuando Jesús fue llevado ante Pilato, el gobernador le hizo preguntas, y Jesús contestó sin miedo: «Para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad» (Jn 18,37). Pero en otro momento, Jesús «no respondió ni una palabra» (Mt 27,14), y eso dejó a Pilato muy sorprendido.

A veces, no decir nada es más poderoso que mil palabras. Jesús sabía cuándo hablar y cuándo guardar silencio. Eso también es ser asertivo: tener dominio de uno mismo, no caer en provocaciones, y mantener la dignidad incluso en medio del dolor.

6. Jesús en la cruz: perdonar incluso cuando duele

Desde la cruz, cuando todos lo estaban maltratando, Jesús dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). ¿Puedes imaginar eso? Estar sufriendo y aún así pedir perdón por los que te están hiriendo. Eso es un nivel de comunicación que nace del amor más profundo.

Y no tuvo miedo de expresar lo que sentía. Dijo: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46), mostrando que también se sentía solo. Expresar lo que uno siente, sin esconderlo ni gritar, es una lección importante para todos nosotros.

¿Y qué aprendemos de todo esto?

Jesús no hablaba por hablar. Sus palabras eran sinceras, valientes y llenas de amor. Él no decía cosas para caer bien ni se quedaba callado por miedo. Tampoco hería con su forma de hablar. Por eso, es un modelo perfecto de comunicación asertiva: decía la verdad, pero con compasión. Corregía, pero sin humillar. Callaba, pero con sabiduría.

Hoy, cuando estamos tan conectados, pero a veces tan incomunicados —entre gritos, chismes, indirectas en redes o silencios que duelen—, el estilo de Jesús nos enseña algo muy necesario: hablar con respeto, con claridad y con amor puede cambiarlo todo.

¿Y tú, cómo estás comunicándote?

Tal vez después de leer esto puedas preguntarte:

  • ¿Estoy diciendo lo que pienso con respeto?
  • ¿Sé defenderme sin ofender?
  • ¿Expreso mis emociones sin culpar a otros?
  • ¿Soy capaz de callar cuando hablar solo empeoraría las cosas?

Jesús no solo vino a salvarnos. También vino a enseñarnos cómo vivir mejor. Y una de esas lecciones es cómo hablar —y escuchar— de manera que nuestras palabras construyan puentes, no muros.


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