COSMETICOREXIA
Hombres y mujeres están expuestos por igual a una creciente y adictiva obsesión por la apariencia
Vivimos en una época en la que la imagen lo es todo. Las redes sociales, los influencers, los filtros y los estándares de belleza irreales nos rodean y moldean la forma en que nos vemos a nosotros mismos y a los demás. En este contexto surge un fenómeno cada vez más preocupante entre adolescentes: la cosmeticorexia. Esta no es simplemente una preocupación por verse bien o cuidarse; se trata de una obsesión compulsiva por someterse constantemente a tratamientos cosméticos, cirugías estéticas o procedimientos corporales con el objetivo de alcanzar una perfección inalcanzable. Es una forma de adicción que, aunque a menudo pasa desapercibida, puede tener graves consecuencias emocionales, sociales y físicas.
¿Qué es la cosmeticorexia?
La cosmeticorexia, también conocida como dismorfofobia cosmética, es un trastorno caracterizado por la necesidad compulsiva de mejorar o modificar la apariencia a través de procedimientos estéticos. Las personas que la padecen sienten una insatisfacción constante con su cuerpo o su rostro, aún, cuando estos estén dentro de parámetros normales. No se trata solo de querer verse bien para una ocasión especial, sino de un pensamiento obsesivo y reiterativo que lleva a buscar intervenciones estéticas una y otra vez, incluso sin una necesidad médica o funcional.
En el caso de los adolescentes, la situación es aún más delicada. Se trata de una etapa de la vida en la que la identidad está en formación, la presión social es intensa y la aceptación del grupo se vuelve esencial. Cuando se combinan estas características con la influencia de modelos de belleza artificiales, la puerta está abierta para que la cosmeticorexia se desarrolle silenciosamente.
¿Cómo se manifiesta?
Los síntomas de la cosmeticorexia no siempre son evidentes al inicio. Puede comenzar con una simple inconformidad con alguna parte del cuerpo: la nariz, los labios, la piel, el abdomen. Esta insatisfacción puede llevar al uso excesivo de maquillaje, filtros en redes sociales, tratamientos estéticos no invasivos (como rellenos, botox, láseres, etc.) y, eventualmente, a cirugías. Con el tiempo, estos procedimientos dejan de tener un efecto tranquilizador, y el adolescente siente una necesidad continua de hacerse más cosas. A menudo se desarrolla una dependencia psicológica del cambio estético.
Otro aspecto preocupante es la percepción distorsionada del cuerpo. Aunque los demás vean a la persona como atractiva, ella se ve a sí misma como defectuosa. Esto se relaciona con el trastorno dismórfico corporal, que puede estar en la base de la cosmeticorexia y que se caracteriza por una preocupación excesiva por uno o varios defectos físicos imaginarios o poco perceptibles.
Factores que alimentan la cosmeticorexia
Los adolescentes están particularmente expuestos a factores que pueden alimentar esta obsesión:
- Redes sociales: Las plataformas como Instagram, TikTok o Snapchat permiten crear versiones idealizadas del yo. Los filtros, el retoque digital y la constante exposición a influencers “perfectos” generan una presión invisible pero poderosa para alcanzar un estándar de belleza artificial.
- Cultura de la apariencia: Vivimos en una sociedad que valora lo superficial. Se premia la belleza, se viraliza la imagen y se asocia el éxito con tener un cuerpo perfecto. Esta cultura influye especialmente en los adolescentes, quienes están construyendo su autoestima y valor personal.
- Industria estética sin regulación: La proliferación de clínicas estéticas, procedimientos exprés y publicidad engañosa hace que muchos adolescentes accedan a tratamientos sin tener la madurez emocional o física necesaria para evaluar sus consecuencias.
- Falta de educación emocional: Muchos jóvenes carecen de herramientas para gestionar sus inseguridades, emociones y frustraciones. En vez de abordar su malestar desde adentro, lo proyectan en su cuerpo y buscan “arreglar” lo externo como si eso fuera a resolver el vacío interno.
Consecuencias de la cosmeticorexia
Aunque a corto plazo puede parecer que los procedimientos estéticos mejoran la autoestima, a largo plazo la cosmeticorexia suele producir lo contrario. La necesidad constante de cambiar el cuerpo puede generar:
- Problemas psicológicos: ansiedad, depresión, trastornos alimenticios, aislamiento social.
- Riesgos físicos: efectos secundarios de cirugías, complicaciones médicas, cicatrices, pérdida de sensibilidad o funcionalidad en ciertas partes del cuerpo.
- Adicción conductual: al igual que otras adicciones, la cosmeticorexia puede generar tolerancia (cada vez se necesita más para sentirse bien) y abstinencia (malestar emocional si no se puede acceder a un tratamiento).
¿Qué podemos hacer?
Es urgente generar conciencia sobre este fenómeno. La prevención y el acompañamiento son fundamentales. A continuación, algunas propuestas clave dirigidas tanto a adolescentes como a padres, docentes y profesionales de la salud:
- Promover una imagen corporal positiva: Enseñar a los adolescentes a valorar su cuerpo más allá de la apariencia. Esto implica fomentar la autoaceptación, el respeto por la diversidad corporal y la crítica a los modelos inalcanzables de belleza.
- Educar sobre los riesgos de los procedimientos estéticos: No todo lo que parece sencillo o inofensivo lo es. Es importante que los jóvenes conozcan los riesgos físicos, psicológicos y económicos que implican las intervenciones cosméticas.
- Desarrollar la inteligencia emocional: Fomentar en los adolescentes habilidades como la autoestima, el manejo del estrés, la empatía y la capacidad para expresar sus emociones sin juzgarse. La belleza auténtica nace del bienestar interior.
- Regular la publicidad engañosa: Los medios y redes sociales deben asumir una responsabilidad ética. Es fundamental que las imágenes retocadas o los tratamientos milagrosos incluyan advertencias claras para evitar crear expectativas irreales.
- Atención psicológica oportuna: Cuando se detecta una obsesión persistente con la apariencia, es necesario buscar ayuda profesional. Psicólogos y psiquiatras pueden trabajar en el origen emocional del problema y evitar que se agrave.
Un mensaje final para los adolescentes
Tú no eres tu apariencia. Tu valor como persona no se mide por la forma de tu nariz, el tamaño de tus labios o la simetría de tu rostro. Eres mucho más que una imagen en el espejo o una selfie con filtro. En lugar de buscar fuera lo que te falta dentro, atrévete a mirarte con ojos más amables. Tu autenticidad, tu historia, tu manera de hablar, de reír, de amar y de soñar, eso es lo que realmente te hace único.
La cosmeticorexia roba lo que más importa: tu libertad para ser tú mismo. No caigas en la trampa de una perfección que no existe. Aprende a abrazarte con tus imperfecciones, porque en ellas habita tu humanidad. Y recuerda: lo más bonito que puedes tener… no se compra ni se opera. Se cultiva con amor propio.
TEST DE COSMETICOREXIA
Instrucciones: Responde sinceramente a cada una de las siguientes afirmaciones, marcando con un número del 1 al 5 según el grado en que te identificas:
Valor |
Significado |
1 |
Nunca |
2 |
Casi nunca |
3 |
A veces |
4 |
Casi siempre |
5 |
Siempre |
Sección A: Percepción corporal
- Me siento muy incómodo/a con alguna parte específica de mi cuerpo o rostro.
- Paso mucho tiempo pensando en cómo mejorar mi apariencia física.
- Me comparo frecuentemente con influencers, modelos o celebridades en redes sociales.
- Siento que los demás notan mis defectos físicos, aunque me digan que no.
- Siento ansiedad o tristeza cuando no me veo como quiero.
Sección B: Comportamiento estético
- Me tomo muchas selfies o fotos buscando mi “ángulo perfecto”.
- Uso constantemente filtros o aplicaciones para modificar mi imagen antes de publicarla.
- He recurrido (o deseo recurrir) a tratamientos estéticos no médicos (rellenos, botox, láser, etc.).
- He pensado en hacerme más de una cirugía estética aunque no sea por salud.
- He gastado dinero en productos o tratamientos cosméticos que luego no utilicé.
Sección C: Impacto emocional y social
- Evito salir o socializar si no me siento conforme con mi apariencia.
- Me cuesta aceptar cumplidos sobre mi físico; no creo que sean sinceros.
- He sentido culpa o arrepentimiento después de realizarme algún procedimiento estético.
- Siento que si no mejoro mi apariencia, nunca seré amado/a o aceptado/a.
- A veces, cambiar mi cuerpo me parece más urgente que cuidar mi salud emocional.
Puntuación Total
Suma los puntajes de las 15 preguntas.
El resultado te dará una indicación general del nivel de riesgo.
Puntaje Total |
Nivel de Riesgo |
15 – 30 |
Bajo riesgo. Estás dentro de una preocupación corporal normal. |
31 – 45 |
Riesgo moderado. Observa si estas ideas afectan tu bienestar emocional. Podría ser útil hablar con alguien de confianza o un profesional. |
46 – 60 |
Riesgo alto. Posible presencia de cosmeticorexia o síntomas relacionados. Se recomienda atención psicológica. |
61 – 75 |
Muy alto riesgo. Alta probabilidad de una adicción a la imagen. Es fundamental buscar ayuda profesional cuanto antes. |
Indicaciones complementarias
- Si la puntuación en la Sección A supera 18 puntos, se recomienda evaluar posibles signos de trastorno dismórfico corporal.
- Si la Sección B supera 18 puntos, podría haber una tendencia compulsiva a modificar la apariencia.
- Si la Sección C supera 18 puntos, se evidencia un impacto emocional significativo.
Nota aclaratoria:
Este no es un test clínico certificado ni tiene fines diagnósticos. Se trata únicamente de una herramienta sugerente y orientativa diseñada para invitar a la reflexión personal. Si al responderlo identificas comportamientos o pensamientos que podrían indicar cosmeticorexia u obsesión por la imagen, lo más recomendable es acudir a un psicólogo o profesional de la salud mental. Buscar ayuda a tiempo puede marcar la diferencia en tu bienestar emocional y tu calidad de vida.