Con sumo placer, a partir de hoy inicio este puente de comunicación con mis lectores, a través de este Blog que gentilmente me ha concedido el director del diario El Universal de la ciudad de Cartagena de Indias, Colombia: el connotado abogado, jurista, docente universitario y comunicador Dr. Nicolás Pareja Bermúdez. A él, a su liderazgo y a la casa periodística que magistralmente regenta, mis sinceros agradecimientos.
Era firme el anhelo de volver a las páginas de este prestigioso órgano de la palabra periodística, en su más profunda dimensión noticiosa e investigativa, y en su más más exacta tarea de informar, y de formar opinión pública.
Quienes me recuerdan en estas aficiones, saben que, en el pasado, este gran periódico en su forma impresa, me publicó poemas y ensayos literarios. Y durante casi diez años, en la página editorial, a través de la Columna Empresarial de la Universidad Tecnológica de Bolívar, publiqué artículos académicos, cívicos, políticos, ecológicos y de otros asuntos no menos importantes. Siempre fueron reflexiones sobre problemas o aconteceres de interés local, regional, nacional e internacional.
Esta vez regreso para satisfacer un deseo propio de mi voz interior o vocación: contribuir en la construcción del “espacio público simbólico”, muy propio de las sociedades libres e ideológicamente pluralista. En el futuro, voy a tocar, de manera sencilla, con sentido pedagógico, el tema del espacio público simbólico, siguiendo los enfoques de varios autores significativos entre los que destaco a Habermas, Dalton y Bourdieu.
Tal como lo hice –por los estrados del ayer– en la revista Unicarta de la Universidad de Cartagena, en el diario El Espectador, en mi radio revista Mundo en Marcha (Caracol), asesorado por el maestro Antonio J. Olier y mi hermano, el profesor y cineclubista Carlos Menco Mendoza. Mi insistencia abriga la voluntad de seguir participando del admirable desempeño que cumplen de los medios masivos de información y comunicación (prensa, radio, televisión, cine, Internet, multimedia, plataformas, redes sociales y otras performances tecnológicas y/o comunicacionales), para sentirme una voz que convoca a pensar y a sentir la utopía que debe tener toda sociedad.
Entre las muchas funciones destaco: la función informativa, comunicativa, educativa, investigativa, deliberativa, publicitaria, psicológica, pragmática; las de persuasión, interacción social, relaciones públicas; la organizacional, empoderativa, deliberativa, orientadora y sensibilizadora. La función critica con responsabilidad social, promocionando ideales educativos-formativos. La función creadora de opinión pública. La función cultural y la recreacional (entretenimiento). Y para analizar, con especial cuidado, las funciones de control, manipulación, alienación y de dominación ideológica, así como las funciones de alienación, sensacionalismo, amarillismo, homogenización, falsificación (fake news), la comunicación conspirativa (posverdad), sesgo mediático, tergiversación y adulteración; fenómenos estos considerados por mi como “resonancias telúricas” que practican algunos medios y que, desde luego, serán tratados por la vía casuística y sistémica.
Considero pertinente, además, que dicho acumulado de temáticas será un trabajo guiado por la filosofía del periodismo para el desarrollo con justicia y equidad, enmarcándonos siempre en los discursos de la academia, al servicio de las narrativas que defienden el bien público y la cultura de paz.
Por ahora, no hay más. Tenemos en la mano el mapeo intelectual de la aventura, con sus objetivos a perseguir. Espero la inteligente y sabia compañía de mis lectores reales y potenciales. Sé que descubriremos más caminos y más puntos de llegada que los previstos. Gracias por la cordial bienvenida a mis inquietudes y a mis palabras ambiciosas.
Cartagena de Indias, julio 1 /2024