La piel es la primera barrera de protección contra los agentes infecciosos provenientes del medio exterior; sin embargo, esta barrera en algunas ocasiones es superada por estos agentes y se desarrollan infecciones. Las infecciones en la piel pueden ser de origen bacteriano, viral, o por hongos, superficiales y profundas. Algunas circunstancias propias de la persona o el entorno, pueden aumentar la probabilidad de desarrollar infecciones. Entre estas tenemos enfermedades como la diabetes y otras enfermedades que disminuyen las defensas. Condiciones ambientales, nutricionales y de higiene personal, pueden influir en el desarrollo de infecciones en la piel. Las infecciones del cuero cabelludo y las uñas, también se consideran enfermedades cutáneas.
Las infecciones de la piel de origen bacteriano son las que se desarrollan con mayor frecuencia y pueden originarse por una o más bacterias. La más infección más frecuente es el impétigo ( “granos”, “brasa” etc.), con mayor incidencia en niños y causada por la bacteria estafilococo aureus. Usualmente es superficial, aunque en ocasiones se presentan formas profundas incluso con afección a órganos internos. La piel también tiene bacterias que hacen parte de la flora cutánea normal, permanecen en la capa superficial y solo penetran y producen infección cuando hay algún traumatismo en la piel, que le sirva de puerta de entrada.
Las infecciones por hongos también pueden ser superficiales y profundas. Predominan las superficiales, que usualmente no producen síntomas o son muy leves y se desarrollan con mayor frecuencia en las áreas húmedas del cuerpo como axilas, ingle, espacios interdigitales, especialmente de los pies, y en las manos de personas cuya actividad implica contacto prolongado con agua u otros líquidos. En países tropicales es muy frecuente la pitiriasis versicolor, conocida también como “paños”, y se caracteriza por la presencia de manchas de blanquecinas o café claro, que pueden causar prurito cuando hay intensa sudoración.
La piel también puede ser infectada por virus. Las verrugas, herpes labial, molusco contagioso y varicela, son las más frecuentes. Verrugas y molusco contagioso, se presentan con mayor frecuencia en niños. El diagnóstico de las infecciones cutáneas en la mayoría de los casos es clínico. En infecciones bacterianas puede ser de utilidad tomar muestra de las secreciones en la lesión y hacer cultivo en laboratorio clínico para identificar con exactitud la o las bacterias infectantes e iniciar el tratamiento indicado. Sucede igual en las infecciones por hongos. En las infecciones virales, es mucho más fácil hacer el diagnóstico, por la apariencia de las lesiones y en ocasiones por la sintomatología presente.
El tratamiento de las infecciones cutáneas es específico para el o los agentes que las producen. En algunos casos como las verrugas vulgares y molusco puede usarse tratamiento tópico, o bien terapias de destrucción con cauterización o congelamiento. En ocasiones se adicionan medicamentos intentando mejorar la inmunidad de la persona afectada. En infecciones por herpes, se usan medicamentos tomados, acompañados de antivirales en cremas o ungüentos. En todos los casos de infecciones cutáneas, es importante evitar la automedicación para impedir que los agentes infectantes desarrollen resistencia a los antibióticos, lo cual hace más difícil encontrar el tratamiento indicado.